31 agosto 2015

Trocear el pollo

Esto lo publiqué hace cinco años, lo pongo hoy a petición de alguien que no lo encontraba, sigue estando en el blog. Yo no he vuelto a trocear un pollo. Hoy la tarde anda chunga, truenos incluidos, viene bien aprovechar para aprender algo...
Ha sido toda una experiencia y no precisamente religiosa. ¿Sabéis trocear un pollo?
Pues yo no sabía, lo hice una vez pero ni sé cómo. Hoy me he puesto delante del pollo en plan intelectual. Se supone que tienen una anatomía que todos conocemos, por tanto, tras una concienzuda exploración del bicho, porque era un auténtico bicho de más de dos kilos y medio. He preparado el instrumental. Hace unos días me cargué un cuchillo de los grandes partiendo una paletilla, hoy no iba a repetir semejante estropicio. Así que he optado por un hacha de cocina, un martillo y un cuchillo de acero de los buenos. Procedo:
Primer paso: encima de la tabla coloco al pollo sentado y le observo detenidamente: descollado, sin cuello ni cabeza está el pobre. Mejor, me evito cortarle la cabeza, eso será muy francés pero a mí como que no me va. Mi intención es sacar las pechugas, es decir, lo que vienen a ser los pectorales. Vale, recorro el contorno de la zona; estupendo parece fácil, hay que abrir por delante. Inserto la punta del cuchillo y hasta la mitad del tramo la cosa va bien. De pronto el pollo se tumba, ¡jod..! casi me rebano la mano con la que le sujetaba. Bueno, igual es mejor así, sigo cortando y llegó hasta el final y.... ni medio centímetro de profundidad que he hecho. Tomo con resolución el hacha y la coloco en la abertura, a martillazo limpio sobre ella he conseguido abrirlo. El paso siguiente ha sido relativamente fácil y he logrado mi primera victoria. Tengo dos hermosas pechugas con alas incluidas.
Segundo paso: quitarle el culo, (el ano en realidad) ahí ni anatomía ni nada, hasta donde he visto que el cuchillo clavaba he subido, culo y el resto circundante que estaba bien grasoso, a la basura.
Tercer paso: muslo y contra muslo. Digo yo que corresponde al fémur y la nalga, por cierto que la “nalga” me encanta. Esta parte solo con el cuchillo, después de delimitar bien la zona. ¡Ja! Esto va de cine, ya casi soy experta. Las dos piezas perfectas.
Cuarto paso: lo que queda del pollo es más bien desagradable, lo llaman carcasa y viene a ser el esqueleto de la espalda y poco más. Aquí hay problema porque está lo que supongo es la columna vertebral, o sea hueso gordo con huesecillos. Primer intento de partir por la mitad la susodicha columna, para nada, tres golpes cada uno en un sitio y el aspecto es desolador. Pues nada, tiro por la tangente, coloco el hacha en el lateral de la columna y martillazo va, martillazo viene voy bajando hasta el final. Por fin tengo dos trozos, horribles por cierto, de esqueleto. Procedo a cortarlos en pedazos pequeños apoyando el hacha y dando martillazos. Un troceado de exposición, en un vertedero claro; seguro que Arguiñano, que no tira nada, lo enfilaba de inmediato. Esta parte suelen usarla para hacer caldos; pero a mí lo más parecido con color de caldo que me va bien es el limoncello, así que lo pondré en la paella tal cual lo he parido, porque esto es casi un parto.
Último paso: sacar las alas de las pechugas. Esa parte son falanges, en serio, lo llaman así: primera, segunda y la punta que se desecha. Hago una incisión por lo que debe de ser el hombro y tropiezo con hueso. Hachazo que te crío, dos, listo. Separo la primera falange de la segunda y tiro la punta. He terminado y tras lavarme las manos me siento a fumarme un cigarrillo. Estoy agotada.
Mientras lo hago trato de imaginar cómo se las apañan los que descuartizan seres humanos. Porque si a mí el pollo me ha dado tanto trabajo con buena herramienta, para cortar a un hombre la cosa requiere mucha imaginación, buenas fuerzas y... ¿con qué? Ya lo tengo, con una sierra mecánica, las de cortar pinos seguro que sirven.
Bueno, de momento, con la experiencia del pollo voy servida. Ahora que el próximo me lo trocea el carnicero, será lo mejor. Llevo el delantal, (con delantal y todo que estoy) manchado de sangre, he salpicado la pared y parte del banco. Ahora tengo que fregarlo todo con lejía, más el tiempo empleado que también cuenta. Creo que me he ahorrado cincuenta céntimos por comprarlo así. Y es que esto de la crisis te lleva a extremos realmente irrisorios.
Fin de la historia, esta noche tendré que tomarme dos chupitos de limoncello para no soñar con el pollo sentado descabezado. 
Sed felices, y si no sabéis trocearlo no os molestéis en aprender, que os lo trocee el carnicero que ya está acostumbrado y así de paso tenemos a alguien trabajando. Ciao.

22 agosto 2015

"JACARANDA" La novela

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Jacaranda o jacarandá es el árbol de las bellas flores.  No tenía yo idea de su nombre, pero a diario lo veía desde la ventana y cuando llegaba su floración me quedaba extasiada contemplando la maravilla que era. Por fin un día alguien me dijo el nombre y que en Buenos Aires era todo un espectáculo. Así que allí me trasladé, vía internet que es mi modo de viajar.
Deslumbrada por el esplendor de la Jacaranda leí lo que fui encontrando y  encontré que su nombre proviene del guaraní. Que no son pocos los poetas que han loado sus flores y que ha servido de inspiración a escritores. Que hay calles que son famosas en el mundo entero gracias a la Jacaranda, a su color espléndido y en algunos casos al abrazo en que se funden formando una maraña de color que deja sin respiración. Tan así te quedas cuando contemplas la alfombra con que cubre todo lo que hay a su alrededor al desprenderse las flores. Dan ganas de soñar sobre ella, porque sueños es lo que inspira, sobre todo sueños de amor.
Su belleza tan breve como efímera bien puede servir para recordar que así es la juventud. Pero esa transitoriedad, que en la juventud no repite, es solo un relajo, una espera que tiene término, y la jacaranda florecerá no una vez al año, en alguna parte hasta dos floraciones hará y una de ellas será en otoño.
Nos hace pensar que también el ser humano tiene dos floraciones: una la juventud, tan fugaz como espléndida, y otra andando hacia ese tiempo que vienen en llamar  tercera edad, y no sin cierto menosprecio o dejando en el ambiente el desasosiego de lo finito. Qué desacertados los que dieron ese nombre justo al tiempo que más y mejor tiempo esconde. Es entonces cuando el ser humano está preparado para dar sus mejores flores, no ya por bellas a la vista, que sí las hay, sino por estar maduro su fruto. Repleto el ser de vivencias es más capaz que nunca de regalar al mundo sus conocimientos ya menos precipitados y sí experimentados, por tanto más certeros. Si la juventud es la prisa y la brisa y como tal leve capaz de mover pequeñas embarcaciones en cortas distancias, cuando no aire intemperante que quiere hacer volar los barcos en múltiples direcciones. La madurez es el aire templado que mueve los barcos sin que zozobren cruzando los mares en pos de un objetivo meditado y concreto.
Habrá alguien que traspasará ese temple propio de la edad y su aire será transgresor, distinto al resto incluso violento y ello puede llegar a zozobrar cualquier nave. Eso, aun sin ser censurable en principio, será la mejor muestra de que lo  correcto y perfecto es la templanza que surge en esa segunda floración en el otoño del ser humano.

Mis saludos, golondrineros sed felices en cualquier floración.

12 agosto 2015

HABLAR EN POSITIVO CON GOLONDRINAS VERDES

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Deja que la magia de las golondrinas verdes te haga soñar.

Si miramos en la televisión las noticias o las leemos en los periódicos, poco hay que nos alegre. Casi todo es negativo y ante todo ello poco podemos hacer la mayoría de la gente excepto apagar el televisor o no leer el periódico.
Hay que evitar hablar de todas esas noticias negativas. Al hablar de ellas aunque lo hagamos dolidos o tratando de mostrar nuestra indignación, no estamos haciendo otra cosa que dar apoyo, cobertura a todas esas noticias potenciando así su difusión y permitiendo que ocupen un espacio en nuestra mente, provocando un malestar, una intranquilidad interna que sin querer o queriendo contagiamos a los demás en cualquier momento en que surja una discusión aunque el motivo sea diferente.
Para vender un producto hace falta la publicidad y el “boca a boca” es la manera más eficaz. Eso es lo que hacemos al hablar de las guerras y sus víctimas, la corrupción, la crisis... Aumentamos la negatividad de cada uno de nosotros.
Apaga, cambia el canal, modifica tu conversación. Si dejamos de hablar de ello, no acabaremos con todo eso pero sí ganaremos cada uno de nosotros un poco de paz, y eso ya es mucho. Si estás en paz la transmites a tu entorno y generas paz, ya son más los que están beneficiándose de ello.
Hay muchas más cosas que podemos hacer para sentirnos bien y con ello contribuir al bienestar general.
Ver películas que te hagan reír y comentarlas o contar chistes, la risa nos beneficia a todos en la mente y en el cuerpo, es un arma muy poderosa contra la depresión o cualquier otra enfermedad.
Escuchar música, la que nos guste, bailar si es de nuestro agrado favorece el cuerpo y el espíritu. La fiesta une al personal.
Leer es otro remedio contra lo negativo, elijamos lecturas positivas y hablemos de ello.
No acabaremos con las guerras, pero haremos algo por vivir en paz. Tampoco dejarán de existir corruptos, pero no serán tema para nosotros, vivirán en el anonimato de lo indeseable. Cualquier cuestión negativa lo parecerá menos al no hablar de ella y la gente vivirá mejor.
Todo eso poca cosa parece y sin embargo puede mejorar nuestra calidad de vida sin costes añadidos. Vivamos más en positivo y seremos más felices.

Os recomiendo la lectura de Golondrinas Verdes, acompañada de una copa de limoncello bien frío. El resultado es altamente positivo.
Buenas noches, golondrineros sed felices.