El romanticismo está de
moda en España, tenemos a la Reina Letizia que procede del pueblo y parece un cuento de hadas su historia de amor. Aunque os
presento mi nueva novela, que es una historia de amor, no hablo de
ella sino del Rey Felipe VI.
Toca a cualquier
generación vivir hechos históricos más o menos relevantes. Hemos
podido presenciar a través de los televisores uno de esos actos que
forma ya parte de la historia de nuestro país y que bien pudiera ser
el último de la serie. La proclamación del Rey de España, Felipe
VI.
Hay quien pide a gritos
la República, voces que fueron abortadas en ese día con excusa de la seguridad
y más probable por evitar deslucir el evento. No debieron acallar a
quienes querían alzar su voz para manifestar su disconformidad.
Estamos en un país libre y cada cual tiene derecho a expresar su
opinión de forma pacífica. No seré yo la que clame con ellos, pero
sí por ellos y por la libertad de expresión que tanto ha costado
conseguir.
La monarquía hereditaria
está en “teoría” fuera de lugar en una democracia que es el
gobierno del pueblo. Ahora bien, en la monarquía parlamentaria en la
que hay separación de los poderes: ejecutivo, legislativo y
judicial. El monarca no gobierna, no legisla ni juzga. Solo
representa al conjunto en su máxima expresión, tal cual pudiera
hacerlo el presidente de una república, pero con la ventaja de su
neutralidad y estabilidad al no pertenecer a ningún partido
político.
En nuestro caso, Felipe VI está especialmente preparado
para esa función representativa al más alto nivel, sería difícil
encontrar entre nuestros políticos actuales alguien así. Por otro
lado, este Rey sí es constitucional, en su día aceptamos la inmensa
mayoría la Monarquía Parlamentaria. Más de quince millones de
votantes dijeron SÍ y no llegó al millón y medio el NO.
Los tiempos cambian y
quizá podamos hoy pensar que otra cosa sería más acorde, pero
tampoco están los tiempos para experimentos. El país necesita
estabilidad para salir del bache inmenso. También un impulso joven y
fuerte en las relaciones internacionales, y una voz que se haga oír
por encima de intereses políticos para tratar de mejorar las
relaciones entre los partidos en beneficio del conjunto de España.
Felipe VI tiene mucho
trabajo que hacer, está preparado para ello y será su labor la que
afiance su reinado. Tendrá que ser firme en no dejarse llevar por
corruptelas. No solo tiene que ser honrado, además es imprescindible
que lo parezca. Y tiene que tener claro que si no cumple con su
función el pueblo alzará la voz y ejercerá el poder de su voto.
No olvide Su Majestad: debe el alto honor de ser hoy Rey de España al pueblo
español.
Por su bien y por el nuestro deseo larga vida al Rey.
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