30 octubre 2010

QUIERO SER CIPRÉS

Es tiempo de cipreses. Llegan estos días y muchos nos detenemos a contemplarlos. Son quizá los más cercanos a lo lejano que, por un lado es oscuro y por otro tan claro como el azul del cielo en primavera. Y esa cercanía les viene porque, se adentran en las entrañas de la tierra, buscando los secretos que guarda con todos aquellos que a ella volvieron. Pero también intentan alcanzar la luz de la vida, y se alzan queriendo llegar a lo más alto. Tienen el rigor de su permanente entereza ante las ventiscas o tormentas que, de todo tipo soportan. Y no pierden su color de esperanza, curtido por los muchos años que llevan sintiendo la savia correr por sus venas.
Son hijos de dioses. Imponen por su nobleza, tanto, que no hay gusano que les agreda. Por ello fueron elegidos para construir los templos, y todo aquello que fuese necesario durase largo tiempo.
Y su misión es variada, tal cual la vida. Los hay que cuidan el reposo eterno. Majestuosos, guardianes del respeto que debemos a los que ya no están con nosotros. Y hunden su raíz para luchar contra demonios que perturban la paz de los indefensos. No acaba ahí su auxilio, a través suyo, los espíritus ascienden al universo.
Otra de sus ocupaciones es, guiar por los caminos. Basta seguirlos para llegar a buen puerto. Y siguen en su afán de proteger, erguidos junto a moradas. Pero cuidando de que, de las entrañas de la tierra no surjan malignos.
Soldados de la vida, pastores de las almas.
Gironella dijo "Los Cipreses creen en Dios" Y yo añado que, también en el demonio.
Me gusta verlos porque representan la fuerza, la rectitud de miras, la sencillez de lo grande, la perseverancia en el objetivo. Y todo ello, sin alardes, sin grandes florituras que les adornen, con un discreto aroma. Propio, muy suyo, de ciprés noble.
Yo, de mayor, quiero ser Ciprés.
Feliz puente, golondrineros, sed felices. Ciao.
La foto es del blog La Toscana

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