23 octubre 2010

UNA GOLONDRINA EN EL GRAN CAÑÓN

Foto de Jim Gordon (USA)

Hoy vi brillar las estrellas, del cielo inmenso del Cañón del Colorado, en tu mirada plena de juventud e ilusión por la vida. Y he querido andar, como yo ando, por esas tierras primarias.

Para los guaraníes, el principio es el fin y al contrario. En el fin está el principio.

Puedo entenderlo viendo tan sólo ese paisaje. Que de tan espectacular ensombrece cualquier otro. Te apabulla, sí. Y tal cual lo mencionabas, sientes que eres apenas unos segundos, quizá milésimas de toda la creación.

Me he recreado contemplando con muda admiración la grandeza. He podido sentir la inmensidad del silencio que, no lo interrumpen los artificios de la vida moderna. Y me he preguntado, porque eso no he sido capaz de experimentarlo, ¿cómo se hablará allí? ¿qué sonido tiene la voz? ¿qué eres capaz de decir?

Y en algo tienes que creer, no sé si en Dios o en el Cosmos. Pero seguro que tu alma, lo más íntimo de tu ser, reacciona de manera especial, y al tiempo que empequeñeces en lo físico, por la magnitud de esa obra inmensa. Creces en sentir. Y eres capaz de percibir ese mismo esplendor de la creación, en un colibrí.

Una explosión de vida en tu interior que favorece y engrandece todo lo que sientes. Te llenas de la vitalidad que te contagia la magia de la creación, y eso te lleva a sensaciones más plenas. Una mayor pasión por vivir y disfrutar de cada instante. Respirando a pleno pulmón porque te has renovado totalmente.

Volvemos al principio, a lo primario de la creación. Una tierra muy vieja que, sin embargo, parece del futuro, o un espacio sideral. Un paisaje lunar, creciente porque sigue en movimiento, así ha sido durante millones de años. Y es el río Colorado el que lo forja.

El río de la vida nos va formando a las personas. Al aumentar su caudal tras un viaje al principio, o al principio del fin. Nos enriquecemos tanto que, podemos sentirnos tan grandes por dentro, como el Cañón del Colorado.

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