¡Cómo me gustaría
tener una Iglesia pobre y para los pobres!
Hace poco escribí sobre
Francisco de Asís, (si quieres leerlo, aquí tienes el enlace)
http://golondrinasverdes.blogspot.com.es/2012/12/recortes-en-el-portal-de-belen.html
con motivo de los
recortes en el belén hechos por el anterior Papa.
Dije en esa ocasión,
que: “San Francisco de Asís predicó y vivió en la pobreza, ayudó
a enfermos y desfavorecidos. Es un santo respetado incluso por
aquellos que no creen en los santos ni son católicos”. También
mencioné el flaco favor que le hacía a San Francisco, patrón de
los belenistas, y que quizá fuera porque no interesaba un santo con
su carisma, ya que el Vaticano no era precisamente un modelo de
pobreza.
Es curioso ver qué
pronto han cambiado las cosas, de menospreciar el anterior con
su gesto, a San Francisco y a la tradición de millones de personas.
A encontrarnos con el nuevo dirigente de la Iglesia que adopta justo
el nombre de Francisco, pensando en el testimonio de San Francisco de
Asís, y es capaz de pronunciar la frase con que he iniciado este
comentario.
Un rayo de esperanza ha
iluminado la oscuridad que reina en el Vaticano. En apenas nada,
Francisco I ha logrado un cierto respeto, no ya por aquellos que
creen a pie juntillas cualquier hecho o dicho del Papa, solo por
ocupar el puesto; sino por muchos de los que, críticos y no
creyentes o poco sólidas sus convicciones, lo observan con lupa en
cada uno de sus gestos.
Vivimos tiempos
difíciles, momentos en que hacen falta muchos “Francisco de Asis”
y son pocos los que vemos, sobre todo en altos cargos y menos aún en
el Vaticano. La alta jerarquía de la Iglesia Católica deja mucho
que desear y pierde adeptos la institución. A la gente no la ganas
haciendo lo contrario de lo que predicas o dando discursos obsoletos
y ajenos a la realidad de los que sufren penalidades. Tampoco
cerrando los ojos a sus necesidades y expresiones de su libertad en
lo sexual. Ni, por supuesto, mirando para otro lado cuando surge el
escándalo interno causado por uno de los delitos más aberrantes,
como es el abuso de menores. Ni mencionar quisiera porque me
revuelve, los ocultos trapicheos financieros; actúan como si fuesen
vulgares mafiosos y puede que lo sean algunos pues el poder que
ostentan se lo permite.
Hay muchas personas,
católicas, gente corriente; también curas y religiosos que hacen a
diario una labor solidaria y desinteresada, digna de elogio. Pero no se aprecia lo
mismo en el Vaticano. Si el nuevo papa Francisco I logra un mínimo
cambio en ese aspecto, todos estaremos agradecidos. Porque no es
justo y está muy lejos de la moral, es más, es delito por acción u omisión que sigan en la línea actual y de
espaldas a la cruda realidad.
Hay diversas opiniones
con respecto a su trayectoria hasta el día de hoy, algunas no son
positivas. Ocurrió algo así con el anterior, no convenció al
principio ni tampoco al final. Un final tan oscuro como los
entresijos internos del Vaticano, pero le permite pasar a la historia
por ello y no por razones más escabrosas.
Dicen que la cara es el
espejo del alma, pues bien, nunca me gustó esa cara, la del anterior.
En cambio, el actual tiene una faz papable; una sonrisa y maneras que
invitan a la cercanía y cierto carisma que, el tiempo dirá si hace
honor al nombre de Francisco y tal cual como aquel por quien se lo ha
puesto, logra el respeto de aquellos que no creen en los santos ni
son católicos. Falta hace.
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