“He descubierto que
ningún movimiento de las piernas puede aproximar a dos mentes”.
“Nunca encontré una
compañía tan compañera como la soledad”.
No, no son mías esas
frases; son de Henry Thoreau, pero las hago mías y las comparto con
vosotros. Estoy leyendo a este hombre que fue escritor y poeta,
filósofo, naturalista o ecologista y ante todo fue él. Él mismo
que vivió un tiempo como un ermitaño, ejerció y predicó la
desobediencia civil para llevarla a cabo si el gobierno que te
gobierna no cumple con lo debido. La ley no siempre está cercana a
la moral y en ocasiones es la moral la que ni remotamente está
próxima a la ley. En ambos casos toca poner freno de aquella manera
no violenta que él predicaba o de cualquier otra sin violencia que
tú puedas hacer.
No he leído aún todo lo
que escribió pero ya he podido apreciar el valor de su pensamiento,
son muchas las frases que podría hacer mías. Ahora parece que esté
de moda, quizá sea porque las leyes siguen estando con demasiada
frecuencia lejos de lo moral, los gobiernos mal gobiernan y la gente
no somos capaces de poner freno a nada y mucho menos al afán
desmedido de poseer inutilidades. La crisis ha frenado lo último, ha
servido para que nos diéramos cuenta algunos de que no hacen falta
tres o cuatro televisores en la casa. Ni es imprescindible viajar a
lugares exóticos o renovar el fondo de armario cada temporada con
ropa de marca. Puedes vivir sin todo eso y no por ello sentirte
infeliz.
Es cierto que la soledad
es una gran compañera, te ayuda a sentirte más cerca de ti, a
valorar tu vida, a pensar en cómo eres y en lo que quieres sin
influencias ajenas. También te sirve para apreciar el entorno,
escuchar el silencio o conocer qué sonidos hay cercanos que antes te
pasaban inadvertidos. Ver el cielo o sentir el roce del viento en tu
ventana...
Parece una verdad de
Perogrullo que las piernas no pueden aproximar a las mentes, pero si
miras a la gente verás cuán frecuente es que alguien trate de
acercarse a otro físicamente, cuando lo que quiere es llegar a su
mente y aunque estén uno pegado al otro sus mentes están a mil
kilómetros.
Yo hago quizá lo
contrario, estoy lejos en lo físico pero con mi mente, al escribir,
voy acercándome a otras mentes. Aun así no tengo la seguridad de
esa cercanía, ¿leen lo que escribo? Quiero pensar que si descargan
mis libros cada vez más y van comprando algunos, será porque los
leen y me ilusiono en creer que gustan y por tanto me acerco a mentes
lejanas en la distancia. Mis piernas nunca podrían llegar a esas
personas, las tengo cortas, pero como dijo un general francés, cuyo
nombre no recuerdo: “Donde no llego yo, llega mi espada”. En mi
caso, mis palabras.
Buenas noches,
golondrineros, sed felices, eso a veces no cuesta nada...
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