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El
Caballero del Mar, título que nos puede llevar a confusión pensando
en una obra histórica, en la vida y milagros de un héroe, en un
hombre de otra época con modales que merecen ese título.
En
este caso es solo una novela y el caballero en cuestión se nombra a
sí mismo como tal por sus profundas convicciones y el respeto que
siente por la mujer que considera es la destinada para él. Pero
sí es un héroe y también un caballero, no de época pasada sino de
la actual, que sabe esperar y confiar en lograr su objetivo por la
fe que tiene y su manera de comportarse.
En
el lado opuesto tenemos al que parece caballero pero que utiliza su
supuesta fe en La Obra para obtener mediante favores su meta.
Ella,
apasionada y enamorada, capaz de respetar la palabra dada a quien no
ama, sufrirá durante tiempo sus propias decisiones.
Historias
o inventos, los míos o de otros, cualquier cosa es mejor que
perder el tiempo viendo el espectáculo lamentable que ofrecen
nuestros políticos entre los que pocos caballeros o damas tenemos.
¿Democracia?
Mera falacia es lo que hay, solo es una carrera particular por el
poder para algunos y cuando no es eso creen estar en posesión de la
única verdad. No digo que todos, ni que unos de un lado son mejores
que los otros, para nada, hay malos o muy malos en todas partes, y
algunos buenos también repartidos. Pero en conjunto es deplorable
que tengamos este baile de farsa propio de carnavales. El preludio
fueron los catalanes y en lugar de pensar que así no se hacen las
cosas, ahora los imitan al por mayor.
Me
pregunto dónde queda la sensatez que logró unir muy diferentes
criterios para hacer una constitución. Ahora solo cabe admirar la
capacidad que tienen para la descalificación unos de otros.
Puesta
a preguntar me pregunto: ¿Acaso hace falta ver las orejas al lobo
para sentarse a dialogar como seres racionales? Al parecer sí,
porque en aquella época, en la que aún andaban caballeros de
cualquier color por este país, todos tenían un mismo afán: pasar
de la dictadura a la democracia evitando el riesgo de una monarquía
autoritaria o cualquier otro totalitarismo.
No
se plantea ahora algo así y por tanto nada más importa. Sin
embargo siguen existiendo lobos en este país y tendrían que
importar tanto o más a los que nos quieren dirigir y ser motivo
suficiente para el diálogo entre caballeros: El lobo del hambre, de
la miseria que no solo persiste sino que está muy arraigada.
Consecuencia del lobo del paro que ahí está callado, rumiando su
propia desdicha. El lobo de una economía cuya rueda chirría y
precisa de un buen engrase para rodar hacia adelante. El lobo de la
corrupción que si bien ha recibido golpes no son suficientes. El
lobo de la falta de valores comunes, menospreciado. El lobo de la
falta de entendimiento en los cuatro diez o veinte temas de estado
que no debieran estar expuestos a los altibajos de los cambios de
gobierno… Podría seguir, cualquiera lo haría, pero para qué, no
escuchan. Ese quizá es el peor de los lobos, no se escuchan unos a
otros.
Visto
lo visto, queridos golondrineros, solo nos queda tratar de sobrevivir
a todo esto como cada cual entienda mejor: una peli, una escapada
viajera, deporte, una novela sea mía o de cualquiera… lo que sea,
todo menos oír a los que no son capaces de comportarse como
caballeros. Cuando así lo hagan atenderemos.
Sed
felices.
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