26 marzo 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA. SEXTA SEMANA. AL ANDAR SE HACE CAMINO


Bien, ya van seis semanas en la Nueva Fe. Y en algunos aspectos de la logística hemos apreciado un ligero cambio a mejor, a fuerza de empeño. En otros, seguimos igual. Unos porque no tienen remedio, tan solo nos queda aceptarlo con el mejor ánimo posible. Para lo demás hace falta tiempo, buena disposición de quienes nos dirigen para allanar el camino y, trabajo, trabajo... Y de vez en cuando sale alguna de ronda por el hospital, a la chita callando, a ver si consigue un armario o un estante que falta y que no hay manera de que traigan. Vamos que, tratamos de solucionar los problemas de una manera u otra. Esta fórmula es general, pues aún hay zonas que no están operativas y, qué sentido tienen allí los muebles si hacen falta en otro sitio que sí lo está. Esta manera de actuar, en el fondo nos divierte; aunque supone añadir esfuerzo. Pero vale la pena por el resultado y por las anécdotas que surgen en esas incursiones nocturnas.

La primera mitad de la semana, con la sala a tope, ha sido dura. Pero a mediados bajó un poco la presión asistencial y a ello se unió, lo que puede parecer a terceros una tontería, pero para nada lo es. Un plano de la sala, una representación ajustada de la verdadera situación de las habitaciones y, por tanto, de la ubicación de los pacientes además de los servicios comunes.

Lo ha hecho nuestra querida doctora Belén Ferrer, a sus muchas cualidades hay que añadir la de ser una experta en manualidades. Ha ido arriba y abajo, de su casa al hospital y a la inversa; cargada con tarjetas, cartulinas y rotuladores para poder llevar a cabo su obra, sino de arte, sí de mucha utilidad. Desde el primer día que llegó mostró su preocupación por la falta de visión global de la ubicación de los pacientes y su nefasta repercusión en el quehacer diario. La sala tiene ciento seis metros de largo, con habitaciones en ambos lados. Pero también en uno u otro lado están situados los almacenes, lavabos, controles y ascensores. De todo ello ha hecho un diseño ajustado la doctora Ferrer, y ahora resulta mucho más sencillo, rápido y, por tanto, menos conflictivo el reparto de pacientes o su ubicación al ingreso. Lo cual repercute positivamente en la atención sanitaria.

Una clara muestra de lo que puede lograrse cuando hay voluntad, ganas de hacer las cosas bien y de trabajar en beneficio de todos. Y pone en evidencia, precisamente, a quien diseñó este gigante y no pensó en su finalidad, la asistencia sanitaria. Se equivocó y, quienes aceptaron ese diseño, erraron de manera flagrante.

Está claro que este edificio es una burda imitación de un gran hotel, dadas sus dimensiones. Todo está pensado para que los servicios de abastecimiento, recogida de basura o lencería, funcionen sin entorpecer la estancia del cliente. Eso sí reconozco que lo han hecho bien. Los grandes y flamantes vestíbulos, así como los enormes pasillos, dan también muestra de ello. Y nada de eso tiene remedio. Así que solo nos resta sacar el mejor partido a tan lamentable distribución del espacio. De ahí la foto del inicio. Hay quien necesita ir por los parques o las calles para conseguir una buena figura, nosotras tenemos la ventaja de poder llegar a ello sin pisar la calle. Nuestros pasillos son para correr como esa señorita que luce pubis de diseño. Algunas, esa parte, ya la tienen conseguida, ahora falta el resto. Todo se andará, porque así seguimos, andando y andando. Y como dijo Machado: “Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás...” Cuando logremos esos cuerpos dejaremos de añorar a la Vieja Fe, causante en gran parte de nuestra celulitis porque allí, andábamos menos.

Ciao golondrineros, sed felices.



24 marzo 2011

LIBIA. GUERRA. ¿SÍ O NO?

¿Qué nueva tropelía se han sacado de la manga los políticos del digno y culto occidente?

Difícil será que puedan justificar, con verdad, la “no guerra” que han emprendido. Todos podemos entender, comprender, justificar las razones humanitarias. Pero, acaso, ¿no había otra fórmula menos drástica?

Y dicen que no van contra Gadafi, que no es su intención apartarlo del poder de facto que ejerce. Entonces no importa su tiranía, ni que sea un déspota friqui, o su rancio absolutismo disfrazado de poder popular. No, seguro que eso no tiene importancia, puesto que no la ha tenido hasta ahora y ya son años los que lleva siendo tal cual es y se muestra. Muchos son los que le han reído las gracias.

¿Qué razones hay para iniciar una “no guerra”? Si dejamos a un lado las humanitarias esgrimidas, no por no ser justas, pero sí poco creíbles. Quedan otras menos altruistas y más contundentes. La situación estratégica de Libia en el Mediterráneo y, no por mencionarla la última de menos peso, la económica; es decir, el petróleo. Y siempre acabamos en lo mismo, el maldito dinero. En el nombre de Dios hicieron una guerra durante cien años... En el nombre del dios dinero. Poderoso caballero que da la razón a quien lo posee y la quita a quien no lo tiene.

Es vergonzoso y denigrante, emprender una batalla tan desproporcionada. Por cada millón de libios hay más de cien millones en el otro lado. No es imposible, pero casi, que algún soldado de la coalición internacional caiga herido o muerto. ¿Cuánta gente morirá en Libia? ¿Cuántos han muerto ya? Es probable que mueran partidarios de Gadafi, pero también los que no lo son, las bombas no distinguen. Tampoco diferencian entre soldados y civiles; ni entre adultos o niños.

No soy una pacifista a ultranza. Si hay que ir se va. Pero tenemos que saber por qué vamos y a qué. No queremos palabras políticamente correctas, no formamos parte de la clase política. Tampoco queremos que nos traten como párvulos ni que nos mientan diciendo NO, cuando es SÍ.

Si de deponer a un tirano se trata, no es razón, porque haberlos los hay en demasía. Sería eterno y mundial el tema. Ahora bien, si hay que frenar una guerra civil en un país, cuya estabilidad o no pone en peligro la nuestra (aun siendo en lo económico), es razón de peso evidente, y así lo ha considerado la coalición internacional, aunque ponga de excusa la humanitaria.

Siendo así, llamen a las cosas por su nombre y digan: Estamos en guerra, no contra el gobierno de Libia ni contra el pueblo libio, pero sí contra su contienda particular que puede desestabilizar el mercado del petróleo. No nos importa que el señor Gadafi siga siendo el que es, para nada, le seguiremos agasajando cuando quiera venir con su jaima y fumaremos la pipa de la paz con él. Claro que sí, faltaría más, que a tan acaudalado y “venerable” anciano, no le recibiéramos con todos los honores de un jefe de estado, que no lo es, pero como si lo fuera porque es un lujo que puede permitirse.

“París bien vale una misa” Lo dijo un Borbón. La estabilidad en Libia, han considerado los políticos, que bien vale una guerra, aunque no lo digan.

Espero y deseo que sea corta y, a ser posible, con pocos muertos.




19 marzo 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA. QUINTA SEMANA. ESTAMOS EN FALLAS

A trochemoche, así es nuestro día a día. Cuando no es una cosa surgen varias. No hay concierto ni tiempo o serenidad para tenerlo. Trabajamos a trancas y barrancas, aceleradas en el mucho quehacer diario, sin tener aún las cosas en orden, porque no lo están y tampoco las personas. Lo cual es más difícil de lograr. Vamos mejor que en un principio, qué duda cabe, pero ni sombra de lo que fuimos. Y lo peor es la duda ¿lograremos estar en orden? Hay quien piensa que no, o que tendrá que pasar mucho tiempo. Algunas ya están pensando en tirar la toalla.

Y es que el cambio no ha sido solo de escenario, que ya por sí mismo supone una enooorme batalla superarlo. Acoplarse a un turno muy diferente, a personas distintas con otra manera de hacer y entender. Adaptarse a una tecnología que sigue dando problemas en vez de facilitar la tarea. En una sala inhóspita y, casi siempre llena. Con pacientes de diversas patologías, que requieren en muchos casos una gran atención. Todo ello, da como resultado que el turno de trabajo sea agotador mental y físicamente. A pesar de que la mayoría del personal tiene gran experiencia y resolución, porque de no ser así, el desaguisado sería mucho mayor.

También hay que añadir el agravio comparativo con otras salas de menor volumen de trabajo. En las que el personal anda menos descontento. Por supuesto, continuamos con los problemas de la logística que, ya para qué mentarlos, son de sobra conocidos.

El tema del aparcamiento continua vigente, es vergonzoso que, mientras el personal tiene que aparcar a cientos de metros fuera del recinto hospitalario, el aparcamiento a cubierto y en superficie esté con plazas libres. Por la mañana como que nos da la risa, todos andando a paso ligero hacia el gigante sanitario. Al salir, ya la cosa no tiene el mismo tono, arrastrando los pies llegamos hasta los coches. Porque parece que al quitarte el uniforme, te quites el motor que has llevado a más de 120, a pesar de estar prohibido, y ni de lejos logramos ir a 30.

Si te arriesgas a entrar en el recinto, ya cerca de las ocho de la mañana, en busca de una plaza, se te llevan los diablos. Hay cola para entrar, unos haciendo maniobras, otros que se van, uno que frena sin previo aviso porque le parece que hay un hueco que luego no es tal. No te sale a cuenta y prefieres aparcar en la quinta avenida, es decir, a tres pueblos de tu lugar de trabajo, a menos que quieras llegar a las tantas, ya que después de dar toda la vuelta al hospital, tienes que volver a salir y buscar sitio fuera. Resulta que este cíclope tiene un solo ojo, tal cual gigante mitológico. O sea, una sola entrada desde el bulevar. Con un letrerito que, sino estás al loro ni te enteras de que es por ahí.

No más fácil lo tienen quienes van en autobús. Hay pocas líneas y faltan vehículos para todo el movimiento que genera en hora punta la Nueva Fe. Con frecuencia van abarrotados y no paran. Auténticas oleadas de personal descienden de ellos, deseosos de respirar tras un trayecto que muchas veces es agobiante. Cuando no lo es en doblete, por la mencionada falta de líneas.

He mencionado lo del “letrerito” porque es curioso que lo necesario para circular y orientarte esté en pequeño y la publicidad en enormes paneles. Eso viste mucho, y, mientras, por dentro del hospital andamos, porque seguimos andando y andando, para encontrar cualquier cosa. No se les ha ocurrido nada más original que titular la mayoría de consultas con letras y números. Gracias que por fin hay un celador por planta, plano en ristre, para poder dirigir la búsqueda. Con lo sencillo que hubiese sido poner los nombres. Pero claro, este hospital es un órdago experimento futurista. Han dado por supuesto que todos los que por él andan están licenciados en tecnología punta, expertos en el arte de la codificación y llevamos un chip incorporado que nos permite interpretar cualquier lenguaje informático. Vamos que todos, trabajadores y pacientes, somos capaces de traducir el HTML con el que han rotulado el interior del gigante sanitario.

Nada más lejos de la realidad, perdiditos seguimos. Y si nosotros estamos así, ya podéis imaginaros como anda la clientela. Preguntando a todo el que ven con bata blanca, verde o lila. Ignorantes de que van igual de pardillos o más que ellos.

De pronto aparece un cliente tirando de una camilla con niña, y silla de ruedas al tiempo cargada con el equipaje. Tal cual le han dejado en un ascensor: “Suba usted a la segunda, allí está la consulta” Y el pobre hombre aterriza como puede al medio de una sala, sin saber si tiene que ir hacia dentro o tirarse por la ventana al verse rodeado por unas locas — nosotras— que le preguntan todas al tiempo ¿de dónde viene? ¿a dónde va? ¿por qué va solo? ¿quién le ha dicho que suba aquí?

No, casi nadie conocemos el lenguaje informático con el que han adornado los paneles. Ni somos muy capaces de ver en la oscuridad que rodea al macro hospital, en cuanto esa luz maravillosa del Mediterráneo que nos alumbra durante el día, decide irse a la cama. Tenebroso aparece el gigante, tanto como nos lo parece mientras trabajamos en su muy iluminado interior.

Estos y otros problemas, le fueron comunicados al gerente, al parecer tuvo a bien personarse en una concentración que hubo y que piensan repetir por si sirve de algo. Nada, según me contaron, les dijo que en un año estaremos todas tan encantadas que nadie querrá dejar el hospital. Al parecer le amenazaron con pedir traslados masivos.

No creo que sea la fórmula para remediar los males que nos aquejan. Desde luego hay que ir avanzando dando solución a todo aquello que podamos por nuestra cuenta, sin esperar a los de arriba. Al tiempo que, no podemos dejar de insistir para que la dirección corrija lo que esté en su mano. Yo no pienso tirar la toalla, aunque hay momentos en que motivos sobran. Y no lo haré porque la dirección diga o deje de decir. A estas alturas me importa muy poco lo que piensen. Creo que los que vienen detrás merecen que dejemos las cosas en orden. Hay mucha gente con ganas de trabajar, que no escatima esfuerzos para dar una buena atención y, esas personas son las que me importan. Por ello no iré a ninguna concentración, no creo en ellas. Sé que lo que realmente vale es lo que cada uno hacemos en el día a día. Y si bien llevamos cinco semanas a trochemoche, dentro de otras cinco será menos malo si todos ponemos empeño en ello. Si los que mandan tienen a bien echar una mano, bienvenida sea, sino, lo haremos nosotras. Como siempre lo hemos hecho.

Hoy esto parece una epístola. Estoy menos cansada, tengo tres días de fiestas, estamos en fallas. El televisor está encendido y suenan de fondo los comentarios de la transmisión de la ofrena. A cada momento las bandas de música interpretan “Valencia”. Habla de que Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del amor. Vale, aunque depende de lo que mires. Y el himno regional nos dice:

Valencianos, alcémonos en pie.

Que nuestra voz la luz salude

de un nuevo sol.

Para ofrecer nuevas glorias a España,

todos a una voz, hermanos venid.

¡ Ya en el taller y en el campo susurran,

cantos de amor, himnos de paz!

Voy a tomarme un limoncello, porque está claro que tengo las pilas bajas y me ha salido la vena patriota. Aunque sirve el ejemplo para decir aquello: Fuenteovejuna, todos a una. Podemos lograrlo y lo haremos.

Voy a ver el final de la ofrena, aún soy capaz de emocionarme con esos momentos. También me emociona la mascletá, no os perdáis la de mañana, que ya no tendremos otra así hasta el año que viene.

Sed felices, golondrineros, yo lo intento.

12 marzo 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA, CUARTA SEMANA. SEGUIMOS ANDANDO

Van cuatro semanas y aún no estamos en orden. No reina ya el desorden, pero falta asentarnos en un terreno que todavía se nos resiste. Y ello causa problemas todos los días a la hora del reparto de pacientes, porque suele ocurrir que, a poco que te descuides, tengas un paciente a cincuenta metros del resto. Lo que supone un esfuerzo añadido.

Persisten los problemas de logística, algo menos graves porque nos esforzamos de lo lindo en que así sea, pero ahí están y, tardarán en desaparecer porque las cosas no se han hecho bien. Faltan estantes para colocar los productos, no leen las etiquetas porque no están y muchas de las que sí están, o no hay producto o no está registrado, que para el caso es lo mismo, o sea, que no lo traen. Haces un pedido urgente y no aparece en el ordenador, por tanto, no pueden servirlo. Insistes con machaconería y, al final, consigues algo, pero nunca todo. Así vamos reduciendo los inconvenientes del desastroso servicio logístico. Falla el sistema porque falla la informática, el orden en las entradas y la facturación... Un caos que el personal de logística trata de corregir pero están desbordados por la magnitud del enredo. Todo ello, en su mayor parte, causado por la premura, que nunca fue compañera fiel de los buenos resultados.

Continuamos desandando lo andado, puesto que seguimos perdiéndonos o simplemente equivocándonos de puerta. Ya reímos cuando nos cruzamos apresurados por los pasillos. Y hay quien ha bautizado al hospital como el “camino del colesterol”. Vamos que, de aquí salimos todos con indulgencia para comer lo que nos venga en gana, porque gana hacemos a diario. También son buenos los circuitos que hacemos, para dormir a pierna suelta, sin necesidad de fármacos. Lo cual repercute favorablemente en la salud de los trabajadores. Y será más positivo cuando consigamos olvidarnos de todo lo que no está bien, porque algunos aún nos despertamos pensando en ello.

Acabo de ver un programa en Canal 9, sobre la Nueva Fe. En un extenso reportaje han mostrado la maravilla de la técnica, del espacio, de la luz... En fin, han glosado las virtudes de este magno centro sin ahorrar calificativos positivos. Y tienen razón en decirlo, así es en gran medida. También he podido escuchar los elogios al personal por el éxito del traslado. En efecto, lo fue y, bien está que lo reconozcan y lo digan.

Pero el reportaje acaba con eso. La presentación del edificio y algo de sus instalaciones, momentos previos al traslado de enfermos, alguna opinión de la satisfacción de los pacientes. Pero nada, nada de nada, de cómo ha empezado a caminar el gigante sanitario. Arrastrándose por el carrusel de la logística en busca del Augmentine perdido. Bien, está bien que no lo digan. Porque tendrían que explicar el porqué de este inicio. No merecía tan flamante edificio este comienzo. Ni mucho menos el personal, que sigue demostrando mayor profesionalidad que quienes tomaron la decisión del traslado en el momento y forma equivocada. Y continua día a día, turno por turno, dando lo mejor de sí, para paliar el desacierto.

No puedo terminar sin mencionar que, de nuevo un 11-M es un día para borrar del calendario. Mi solidaridad para con el pueblo japonés por el dolor causado por el devastador tsunami. Ver a la gente haciendo cola, andando por la calle en perfecto orden, contemplando con infinita tristeza el paso arrollador de las aguas. Esa aparente serenidad ante tanta desgracia, me ha hecho preguntarme ¿de qué nos quejamos?


Ah, me olvidaba, me han regalado una botella de Limoncillo, que no Limoncello. Está hecho en Chinchón y, no está mal, pero para nada semeja al Limoncello sorrentino o siciliano. Cada tierra tiene su gracia, y la nuestra no es la de hacer buen Limoncello.

Aquí en Valencia, lo nuestro son las fallas. A pesar de la lluvia y de la crisis, estamos en fallas. Demos gracias, cada cual a quien mejor entienda.

Sed felices, golondrineros.

04 marzo 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA, TERCERA SEMANA. DE ESCÁNDALO

Dicen que a la tercera va la vencida. Pues no, no es este el caso. Debe ser la excepción que confirma la regla. Seguimos con los mismos o similares problemas de logística. Y ya huele a inoperancia suprema de muy difícil, si no inadmisible, justificación. A estas alturas, en cualquier empresa seria, hubiesen rodado cabezas. Aquí, los que rodamos y rodamos por los interminables pasillos, intentando conseguir lo necesario para poder atender con dignidad a los pacientes. Somos los de siempre, los sanitarios que estamos a pie de cama que sufrimos el problema de forma directa. Al resto, directivos incluidos, les preocupa el tema, pero nada más. No dan muestra de prestar atención a lo que para ellos solo son problemas menores. Así que, después de tres semanas, el suministro sigue doliéndose de mil retrasos, simplemente no hay o no se sabe si lo hay, el caso es que no surten de lo más imprescindible.

Esta semana ha aumentado el cabreo general, del personal, con el tema del aparcamiento. Ya en su inicio suscitó malestar el planteamiento del reparto de plazas. Al parecer, a una mente mal pensante, se le ocurrió la idea que el aparcamiento subterráneo fuese para el turno fijo. Semejante estupidez no llegó a puerto. Pero dio qué pensar el hecho de que hubiesen decidido hacer unas zonas en la superficie controladas para abonados. Es decir, si te abonabas al aparcamiento podían adjudicarte una plaza subterránea o de superficie. Lo que me llevó a mí, que estaba decidida a solicitar una plaza, a renunciar a pedirla ¿Dónde se ha visto algo así? Que te haga pagar tu empresa por aparcar en el exterior. Y el mismo precio que si estás a cubierto —unos 22 euros— La genialidad ha sido llevada a cabo y las plazas se han adjudicado sin saber a ciencia cierta qué requisitos han tenido en cuenta y, quedándose muchas personas sin una plaza.

Pero hay un número que queda de libre disposición para la empresa que se ocupa de prestar el servicio. A las que puedes acceder mediante la friolera de ochenta eurazos mensuales. De fábula, o sea que, con nuestro dinero —pues todos somos contribuyentes— han hecho un aparcamiento, que ahora hay que rentabilizar también con nuestro dinero. Más cara dura parece imposible.

Cuando ya es lesivo, para una mayoría, el acudir a esta Nueva Fe. Tanto en dinero, gasolina o autobús, como en horas. A muchos les supone dedicar mayor tiempo al trabajo todos los días, una hora o más, dada la ubicación allá donde Cristo perdió el gorro. Si a eso sumamos que no es posible aparcar en el recinto cuando llegas y tienes que dejar el coche fuera de él, puedes tardar quince o veinte minutos más, en llegar a tu lugar de trabajo. Porque las distancias son kilométricas, dentro y fuera. Pero eso no le importa al responsable de recursos humanos, porque no tiene en cuenta que, para una mejor optimización de los recursos humanos, es conveniente que el personal no ande descontento. Y aquí andamos y andamos... Descontentos del trato que recibimos. O mejor dicho, del no trato. Porque eso parece, que nadie piensa en el personal ni, por supuesto, en que no suponga un suplicio tener que acudir al trabajo.

Y lo que sí han pensado es en que los “clientes”, que no los enfermos, sino aquellos que les acompañan, se sientan como en un hotel. Tal es así que, algunos ya han protestado porque no pueden cerrar la puerta de la habitación por dentro. O de que la enfermera entra a controlar al enfermo y les molesta o interrumpe el sueño. Se ponen el pijama o andan en paños menores, porque están como de vacaciones en el Ritz. Incluso comparten el sofá cama y hacen... lo que quieren. Es más, ya se ha dado el caso de alguna cita. Digo bien, “cita”. De “clienta” con empleados de empresas externas, no sanitarios. Y puede entenderse lo de “cita” en su más amplia acepción.

En fin, que hemos rematado la semana con animación de XX o XXX.

Por lo demás, todo va bien. Aunque no sé a ciencia cierta que es “lo demás”. Mantengo la esperanza de que esto funcione bien para unos y otros.

Valencia ya huele a fallas, mascletá y buñuelos con chocolate. Sed felices, golondrineros.