27 febrero 2012

LA REFORMA LABORAL. 2ª PARTE

Como ampliación al anterior comentario. Ejemplo de cómo está la vida en lo laboral sin aplicar la reforma que tantos derechos dicen va a destruir. Para los millones de parados no existen la mayoría de esos que van a perderse, ni siquiera el primero, el trabajo.
Dicen, hay que aumentar la formación, el tiempo de paro debe aprovecharse para mejorar en conocimientos. Siguen en eso de que somos un país poco formado y es causa de paro y en parte de la crisis. Insisten en que la gente no busca trabajo o si le ofrecen trasladarse de ciudad, no acepta porque son muy cómodos y no quieren enterarse de que la dinámica del mercado de trabajo requiere movilidad. Esos comentarios suelen salir de los empresarios y algunos economistas.
Ya comenté que el servicio de empleo no llama ni para dar los buenos días. Al parecer, solo el cuatro por ciento de contratos son gracias a su intervención. El resto lo manejan las empresas de colocación y ahí están registrados millones, no en una sino en varias. Las ofertas llegan por correo electrónico para cualquier punto de España, las hay, no podemos decir no sea así, son numerosas. Aparte de buscar por tu cuenta y mandar el currículum vítae a cualquier empresa que lo admita. Pero si vives en Valencia y ofrecen un puesto en Madrid o Barcelona de becario sin sueldo, por 300 a media jornada, 600 o incluso 800 euros a jornada completa en el mejor de los casos, los menos; con contrato temporal por supuesto ¿qué posibilidad tienes? Alojamiento, aunque sea miserable, más transporte, más comida. Imposible de responder a esas ofertas, solo puedes acceder si está más o menos en tu provincia y puedes seguir viviendo con tu familia y contribuir al gasto con un sueldo por pequeño que sea, pero no para mantenerte en otra ciudad. No da para cubrir los gastos más elementales salvo si consigues compartir vivienda con alguien y si el puesto es por un mes o poco más, no da tiempo a ello. No se trata de no querer viajar o no vivir en otro sitio. Si tienes que sufrir la miseria y estás cerca de los tuyos siempre pueden echarte una mano.
Prueba de que la gente acepta lo que sea en tal de ganar algo, pongo por ejemplo el abuso "moral" de un empresario que sí está funcionando y pagaba 1200 al mismo empleado, informático, al que con un nuevo contrato paga 800. Si quieres lo coges y si no lo dejas, hay miles para el puesto. Por supuesto que se tragó el orgullo y volvió a trabajar en el mismo sitio, haciendo lo mismo, sin ser empresa en crisis... por 400 euros menos al mes. Y de esto hace más de un año. Antes de la Reforma. Es legal y según dicen la reforma provocará contratos nuevos por otros viejos con menor sueldo. Eso ya es una realidad, ¿no lo sabían?
Otro ejemplo, esta vez sin contrato, en negro. Sí, ese tan cacareado mercado negro que dicen es otra causa de que la gente esté en el paro, porque así ganan más y no pagan impuestos. Habrá gente que estará haciendo el agosto, no lo pongo en duda, pero otros solo es la p... necesidad lo que les lleva a aceptar ser explotados y trabajar en ilegalidad. Por 500 euros, tras regateo porque solo ofrecían 400 y como querían que empezara esa misma noche aceptaron pagar algo más. El trabajo, guarda en una obra por la noche, los fines de semana, incluido viernes, un mes. Es decir, doce noches de doce horas. ¿A cuánto sale la hora? No llega a tres euros y medio, (3,47) por hora nocturna. Y daba saltos de alegría el muchacho de veintisiete años, Técnico Superior en Automatismos Eléctricos, con experiencia. Es decir, con formación cualificada al igual que en el anterior caso. Por supuesto no cobra ninguna prestación por desempleo ni de otro tipo. Su último contrato en el mantenimiento de una empresa, por apenas cuatro meses, renovado el contrato cada mes, sin aviso previo del despido ni indemnización porque ya va incluido en el sueldo; fue hace más de dos años. Antes de la Reforma. Y dicen que con la reforma ocurrirá esto, nada nuevo bajo el sol, ya hace tiempo es una realidad, ¿no lo sabían?
Autónomos que viven a costa de su familia, sin darse de baja esperando les salga algo que cubra sus pagos. O se dan de baja porque nadie les puede ayudar y tratan de buscar una chapuza que les permita comer. Y si hay tantos autónomos no es porque sea un país de independientes, es porque Antes de la Reforma, hace ya muchos años, las empresas, sobre todo las grandes, comenzaron a contratar autónomos y no tener plantillas numerosas; les salían mejor las cuentas. La mayoría no iban por ahí haciendo trabajos por libre, nada de eso, trabajaban de fijo para las empresas, pero como autónomos, sobre todo en la construcción y todo lo relacionado con ella. A esos no les van a despedir con 20 días de indemnización, ya no trabajan y sin paro, ni cuentan en las estadísticas de parados. Otra realidad que parecen ignorar los críticos de la Reforma.
Pequeños empresarios, con un comercio, no cobran un sueldo, solo lo que pueden porque apenas ingresan para pagar al contado a los proveedores porque no hay crédito como antes y cada vez tienen menos productos a la venta con lo cual aún merman más sus posibilidades, pero tratan de mantener su negocio a base de apoyarse en los ahorros o en la familia esperando pase la crisis. Nadie los tiene en cuenta.
Empresas con empleados que ahora disfrutan de vacaciones cada mes, es decir, han llegado al acuerdo de reducir los ingresos y las horas de trabajo a cambio de no despedir a nadie. Con el riesgo de que incluso así, pueden ir a la calle porque quizá llegará el momento en que ni siquiera con esa medida podrán aguantar. De nada sirve el convenio, cuando las cosas van mal solo el acuerdo entre los interesados puede resolver los problemas y ello, Antes de la Reforma. Que según parece también contemplará estos casos, ¿no lo sabían? Vaya, ¡qué ignorantes de la vida!
No vale la pena seguir, podría porque los hay a montones y sería interminable.
Pero de todo eso no quieren saber los sindicatos ni la oposición que poco se ocupó cuando estaba gobernando y ahora tilda de inconstitucional la reforma y puede sea así, no lo sé. En todo caso, no les importa lo que millones de muchachos y personas de toda edad necesitan. No solo no les importa la gente, tampoco el país y menos la constitución, aunque la saquen a relucir cuando les interesa. Ellos tienen sus cuentas bien saneadas, pase lo que pase, no pasarán hambre. Hay que crear tensión y si es posible que corra algo de sangre porque eso siempre es bueno para los titulares de prensa.
Porque me toca de cerca lo vivo y lo sufro. Puedo gritar bien alto contra ellos y lo hago. No han hecho nada, salvo lo obligado por terceros, por paliar la miseria en la que está hundiéndose el país y con él la gente. Los dos máximos dirigentes de los más grandes sindicatos de España, si tuvieran un mínimo de dignidad, lo cual no parece sepan qué es. Dimitirían y dejarían a otros ocupar sus puestos, quizá el consenso con los empresarios o el gobierno fuera posible con gente menos anclada en viejos clichés, más al día de cuál es la realidad y menos subvenciones. En cualquier empresa les hubieran despedido, antes y después de la reforma, con despido procedente por su incapacidad para el puesto dada su inoperancia y falta de interés. Al señor Rubalcaba. Vicepresidente en el anterior gobierno, nada le digo. Los votos, “la empresa” ya despidió a ese gobierno. Despido procedente pero con algo más de 20 días por año. Son puestos privilegiados que requieren una "muy especial cualificación". Él, el señor Rubalcaba, tenía todas las respuestas, sabía lo que había que hacer para acabar con la crisis. No se cansó de decirlo durante la campaña. Con recordar eso basta, sobran las palabras.
Lo que digan en contra de la Reforma, sin dar tiempo a ver si hay o no resultados, cuando antes no hicieron nada. Merece el más fuerte de los reproches por su cinismo.
Si alguien hace algo con intención de que esto mejore, aunque sea poco o no todo lo bien que pudiera hacerse. Lo único que puedo decir es ¡ya era hora! Y a esperar que vaya en el buen camino. Si no es así, “la empresa” hará un despido procedente, en tiempo y hora. La Reforma Laboral, así lo permite.

25 febrero 2012

LA REFORMA LABORAL

Porque me toca muy de cerca, vivo y sufro esta crisis con el dolor y la angustia de ver a nuestros jóvenes parados quemar el tiempo sin esperanza. Faltos de ilusión y con todas las noticias que van apareciendo de corrupción y mala administración, tienen que hacer un sobre esfuerzo para controlar su indignación y rabia. Porque mientras a ellos se les niega una mínima oportunidad de trabajar y ganar unos pocos euros, otros que sí tienen trabajo y buenos sueldos, se dedican a robar y vivir a lo grande con el dinero ajeno.

Los sindicatos mayoritarios no han tenido prisa por hacer una reforma que paliara la situación de los parados, no los representan, no cuentan para ellos por más que digan. Poco bueno dicen, hablan de los derechos que se pierden sin tener en cuenta que el primer derecho de un trabajador es el trabajo. Ya nos acercamos a los seis millones de personas que carecen de ese derecho, sí, no son cinco, sino seis la cifra más aproximada porque hay que contar a todos los autónomos, que nunca los tienen en la lista. Pero ellos se enzarzan en discutir por los despidos, si serán más o menos exprés. Ajenos a la realidad, porque eso ya hace tiempo lo es para todos los temporales y para muchos con el ERE. Y si los convenios tienen que ser “palabra de Dios” o no, caiga quien caiga. Viven en otra galaxia, no aquí ni ahora. Cuando cualquier chaval, aunque ronde la treintena o más, salta de alegría si alguien le ofrece un empleo con el sueldo base y lo que menos le preocupa es si lo despedirán de la noche a la mañana, porque si no está trabajando difícilmente le pueden despedir.

Es aberrante esa intransigente posición después de demostrar su incapacidad para negociar mientras el país se iba a pique. Puede, seguro no es la reforma ideal, pero sí es un paso hacia adelante para intentar salir de este pozo y debieran apoyarla con petición de algún retoque, pero haciendo fuerza para que esto se ponga en marcha de una vez y no al contrario. Aunque sea a paso lento y con retrocesos en algunos aspectos, las circunstancias mandan. Cuando falta para pan uno acepta lo que sea en tal de tenerlo, ya vendrán tiempos en los que podremos pedir el jamón. Quizá el problema radique en que estos señores pueden permitirse comer jamón de jabugo y les cuesta ponerse al lado de los que no tienen ni pan.

No es menos bochornosa la actitud de los señores de los anillos, los empresarios. Tampoco por su parte ha existido una voluntad clara de consensuar. Aquí cada uno iba a lo suyo y la casa por barrer. Su obsesión, la misma pero al contrario, abaratar el despido. Anular o reducir al mínimo los convenios... En fin, imposible ponerse de acuerdo cuando cada uno tiraba para un lado. Con la diferencia de que los empresarios sí quieren avanzar porque eso significa negocio y con ello ganancias y si son más mejor. Para ello es necesario abaratar los costes y eso pasa por bajar sueldos y reducir plantillas obsoletas y costosas. Para renovarlas con otros empleados menos caros.

En parte tienen razón, no voy a negarlo puesto que en el resto de Europa soplan otros vientos en cuanto a despidos y contratos. Pero también hay mejores coberturas y eso es un coste para todos, incluidos ellos. Está claro que para una eficaz y eficiente operatividad en la empresa es necesario menos rigidez en cuanto a la plantilla y en tiempos de crisis más aún. Pero eso tiene que compensarse con los tiempos de bonanza y hacer partícipes a los trabajadores de una parte de los beneficios. No parecen muy dispuestos a ello. Cierto que nadie va a invertir si no ve buena rentabilidad, por lo tanto no crearán trabajo, pero no hay que ser tan ambiciosos y sí más inteligentes. Rinde más un trabajador satisfecho y bien pagado que diez descontentos y con bajo sueldo.

Dice el señor Rosell que los parados encuentran empleo “milagrosamente” justo antes de agotar la prestación, más o menos. Bueno, tendrá datos supongo, yo no los tengo. Es posible sea así en algunos casos, incluso en muchos. Pero, ¿por qué esos mismos puestos que rechazan los que sí cobran no los ofrecen a los que no reciben ningún tipo de prestación? Si son tantos los que hacen eso, serían muchos los que pasarían a trabajar, cotizar y dejar de sumar paro. Puesto que los que no cobran no rechazarían el puesto. De cajón ¿no? Lo que este señor ha dicho, equivale a que los parados lo están porque no quieren trabajar porque les pagan la prestación. Vamos que, el paro no es real, hay trabajo pero la gente no lo quiere. ¡Qué estupidez!

La realidad es que no hay ofertas, puedes llevar uno, dos años o más tiempo y no tener una miserable oferta del servicio de empleo. Por lo menos en lo que afecta a todos aquellos que no tienen prestación. En cuanto a los cursos con paga ni se sabe. Y a los otros, de risa la mayoría. No forman ni entretienen, por lo general solo sirven para cabrear más si cabe al personal, si tienes la “gran suerte que te den uno”.

Con todo eso, llega el gobierno y con más o menos acierto, hace una reforma que trata de dar por un lado para que creen puestos de trabajo con cierta estabilidad. Un año lo es, sobre todo para los que están acostumbrados a trabajar un mes o tres y a la calle, o hace dos o más que no trabajan. Por otro favorece la flexibilidad de las plantillas y evita despidos. También, por supuesto, reduce el coste de la reducción de plantilla.

He leído la reforma y algunas cosas no me gustan, es mejorable, pero como vivo y sufro esta crisis. La acepto como buena aunque no lo sea del todo, porque la gente tiene que comer y puede que algunos consigan un trabajo gracias a ella. Y es una manera de poner la rueda de la economía en marcha hacia adelante. La persona que logre un puesto, aunque sean seiscientos euros, podrá comprar pan o pagar algo, lo que hoy no puede. Tendrá un mínimo de esperanza y de ilusión. Para mí eso es positivo y para mis parados, que los tengo, también.

16 febrero 2012

¿CUENTO O PESADILLA?

Érase una vez... en un lugar de España, del cual no quisiera acordarme.

Así podría comenzar el cuento de mi vida. Porque de verdad lo que he vivido ha sido un cuento, no de cuento, sino que fue cuento y no real por más que lo fuese; pues nada de lo vivido se acercó ni remotamente a lo que soñé que viviría, si es que en algún momento tuve tiempo de soñar, o quizá no supe hacerlo.

Mis padres tuvieron la gracia de ponerme el nombre de una tía solterona, no digo soltera porque eso solo significa no estar casada. Mi tía Angustias era solterona desde que nació. Fea como si la hubiesen hecho de prototipo para una feria. Coja de la pierna derecha, es peor que serlo de la izquierda; porque si tienes que levantarte con el pie derecho para que las cosas te vayan bien y, resulta justo es el que te funciona mal, podéis imaginar le fue fatal en algunos aspectos. Vivía sola desde siempre y eso para mí ya era algo rematadamente malo.

Además, el hecho de ser coja ya se sabe que imprime carácter. Sí, un carácter de mil diablos que causaba pavor, unido a su fea cara le hacían merecedora por doblete del mote con que la conocían en los alrededores, “La Mala Jeta”.

Era alta y hombruna toda ella. Sus manos más bien eran como rastrillos, arrastraban al intentar acariciarte como si quisiese arrancarte la piel ¿Acariciar? Es un decir, porque fue algo que no supo hacer jamás. La voz, tal que sacada del fondo de una tinaja, fosca y fuerte. Daba como eco al elevarla, cosa que hizo casi siempre. Porque eso sí, gustaba imponer su opinión y la daba incluso a quienes no querían escucharla. Tampoco era agradable oírla reír, por fortuna no lo hacía a menudo, porque atronaba y te dejaba con dolor de cabeza para una semana. Aparte, al hacerlo abría la boca y podías ver con toda claridad hasta la campanilla pues le faltaban varios dientes.

Puede parecer que describo a una mujer monstruosa, pues sí, siempre me lo pareció en la distancia y más cuando íbamos a visitarla. Si tenía alguna duda de que fuese cierto, se disipó en los años que tuve que convivir con ella. Y es que mis padres pensaron que lo mejor para mí era vivir con mi tía Angustias. No tenía hijos, cómo, si no hubo nadie que se le acercase. Soltera de por vida, tendría que haber sido uno ciego y sordo para andar cerca de ella.

Era rica, para aquel entonces, poseía tierras y una granja de cerdos; una buena herencia. Y de eso se trataba, que yo heredase no solo el nombre, también la hacienda. Por supuesto no me preguntaron si ese era mi deseo, mi sueño o mi empeño. Nada, un día al levantarme me llevaron a su casa. La verdad, en la mía éramos muchos, seis hijos tenían cuando llegué yo; la número siete y claro, descansaron de mí regalándome a la tía Angustias.

En su casa comencé a vivir el cuento de mi vida, ¿dije cuento? Más bien fue pesadilla, en realidad no sé qué fue. Ah, por cierto, todo el mundo me llama Angus, para no confundirme con mi tía Angustias. Como si eso fuese posible, nadie puede parecerse a la tía Angustias, gracias a Dios.

La casa era grande y mucho más teniendo en cuenta que solo la ocupábamos ella y yo. Mi habitación estaba en el lado que daba a la pocilga. Si abría la ventana el perfume de los cochinos me anestesiaba, si no lo hacía en verano me asaba de calor; daba a poniente y toda la tarde pegaba el sol. En invierno me helaba porque ni una mala estufa tenía. Tampoco había agua caliente, ducha sí, pero con agua fría. Me acostumbré, qué remedio. La tía Angustias decía que era muy sano lavarse con agua fría, los piojos nunca acudían. No creo que ningún piojo se acercase a ella, no son tan tontos.

Una gracia tenía la tía Angustias, era muy trabajadora. Pero lo que en ella era gracia fue para mí desgracia. Quiso que yo fuese como ella. Me hizo levantar con el alba y ayudar en todo lo que suponía la atención a los cerdos. Es decir, desde ponerles el pienso a quitar el estiércol. Ella hacía de todo, incluido llevar el tractor y trabajar la tierra. Yo también aprendí, no por ganas, pero lo hice. Y no solo eso, limpiaba la casa y llevaba a un bar del pueblo todos los días los huevos de las varias docenas de gallinas que tenía.

El pueblo estaba a casi cinco kilómetros, al ir llevaba en la carretilla los huevos, al volver la compra que me mandaba hacer. Por supuesto no tenía televisión, una radio vieja, pero ni eso me apetecía oír por la noche; caía reventada en la cama. Siempre he sido delgada, pero en el primer año perdí lo poco que me adornaba. Me iba pareciendo a la tía Angustias y eso me trastornaba.

De cuando en cuando contrataba a unos hombres, para las tareas más acuciantes del campo. Como sembrar o recoger la cosecha, pero fuera de esos trabajos no llamaba a ninguno a menos que fuese muy obligado. Siempre decía que a ella le sobraban ganas y fuerza para ocuparse de todo. Yo no contestaba, pero sí pensaba que si tanta energía tenía para qué me quería a mí. Estaba claro, iba a ser su heredera y tenía que ganármelo.

A mi familia la veía en las fiestas de guardar, o bien venían ellos o iba yo a mi casa. Fuera de eso, no descansaba nunca un día entero. En vista de que no me dejaba un rato libre, dije que yo era de cumplir con la iglesia los domingos. Mentira y gorda, porque desde la comunión no había pisado la iglesia más que en alguna boda o en los entierros; en mi pueblo si se muere alguien vamos todos. El caso es que me sirvió, para que luego digan que con la verdad se va a todas partes. A partir de entonces fui a misa todos los domingos, después de dar de comer a los cerdos y aprovechando el viaje para llevar los huevos.

Lo de ir a misa es un decir, iba, entraba de las primeras para que me vieran bien, me sentaba de las últimas y cuando me parecía salía de allí al trote. Daba un garbeo por la plaza y con las cien pesetas que me daba para echar al cestillo de la iglesia, me tomaba una coca cola y me compraba tres cigarrillos y aún me sobraba algo. Los vendían sueltos en un quiosco. Lo que me quedaba lo iba guardando y cuando tenía suficiente compraba un paquete.

Porque eso sí lo tenía la tía Angustias, sabía llevar las cuentas mejor que un contable de banco. Si necesitaba comprar algo me daba el dinero, pero luego me pedía la factura de la tienda y no podía sisar nada. Nadie pedía factura en el pueblo, pero yo sí y no me ponían mala cara ni nada, estaban acostumbrados. La tía Angustias tenía un pilón de cajas lleno de facturas y unos libros de cuentas que ni el ministro de la hacienda de España. Del primero al último céntimo estaba anotado. Cuando iba a ver a mis padres me daba lo justo para la ida y vuelta del autobús, más cien pesetas de extra, con la coletilla “esto por si tienes necesidad de algo”. Tenía fama de avara, yo no diría tanto, pero bueno, bastante roñica sí era. Claro que gracias a eso tenía tan buena hacienda, de las mejores de la comarca.

Pasé mi adolescencia con ella, cuando cumplí los diecisiete ya llevaba tres años viviendo allí. Empecé a dar la vara, cuando tenía oportunidad, para que me dejase ir a una autoescuela y poder tener el carné de conducir. Casi el año me costó que accediera, pero al final aceptó con una condición, tenía que aprobar a la primera. Me quedé más espárrago que estaba, hasta las bragas me caían, pero aprobé, ya lo creo. Luego vino el convencerla de lo rentable que podría ser tener un coche. La rentabilidad de las cosas era muy importante para ella. Seis meses me costó lograrlo, pero lo compró y nuevo.

Con el coche la cosa cambió, porque ya desde el primer día me puse de acuerdo con el chico de la gasolinera para que me diese un recibo por algo más de lo que ponía de gasolina. Por fin pude hacer sisa, claro que una parte se la daba al Pelao; así lo llamaban todos. Pasaron los años y a pesar del coche y mis escapadas dominicales, ningún mozo se acercaba a mí. Nada, como si fuese mi tía. Y eso que yo no estoy nada mal, algo esquelética sí, pero bueno, otras estaban igual y con novio iban. Cumplí veinticinco y mi vida siguió siendo la misma. Ya me había acostumbrado, incluso tenía el ánimo hecho de no tener novio mientras mi tía estuviese viva. A veces me daban ganas de tirarla al pozo, porque las fuerzas le iban menguando y por tanto, a mí me aumentaba las tareas con lo que cada vez tenía menos ganas de nada. La idea de pasar la vida esperando la herencia sin poder disfrutar nada mientras, me cabreaba, sí, comencé a tener mal carácter. Ya se habían casado cuatro de mis hermanos, bueno, dos chicas y dos chicos y yo sin olerlo. Porque los domingos ya ni iba a “misa”. Como mucho entraba en el bar cuando llevaba los huevos y me tomaba una cerveza. Nadie se acercaba y eso me tenía mosca. Un día pregunté al Pelao, si sabía por qué los chicos no se acercaban a mí.

—Natural, uno que se acercó a tu tía murió en el acto.

—¿Qué dices? Mi tía no ha tenido novio nunca.

—Ya, novio no fue, pero murió en el acto.

—Pero, ¿de qué murió, enfermó? Ella no le pudo contagiar, tiene una salud de hierro.

—Murió en el acto.

—Oye, Pelao, pareces tonto. Uno se muere de algo, bien puede sea de repente, pero de algo.

—Pues eso es lo que digo. Murió en el acto, eso fue. La tonta eres tú, ¿no sabes lo que es el acto? Pues eso, en ese momento murió, tal cual. Debajo de ella, porque era ella la que estaba encima. ¿Lo has entendido ya?

Sí, por fin lo entendí, estaba claro, nadie se acercaría a mí con ese antecedente familiar. Pensé en dejarlo todo y marcharme, pero mi padre me convenció o más bien yo misma. Sí, no me atreví a salir de allí. Con la poca escuela que tenía y sin más experiencia que los cerdos y el campo ¿adónde podría ir? Allí seguí tres años más.

Un día la tía Angustias no volvió del campo, ya era noche cerrada y salí a buscarla. El tractor había volcado y ella estaba debajo, reventada. Solo un tractor pudo acabar con ella.

Vino mi familia para el entierro, la mar de contentos porque yo heredaba. A esas alturas a mí ya no me importaba la herencia, todo lo veía negro. A pesar de todo me había acostumbrado a la tía Angustias y me dio por llorar a moco tendido durante una semana.

Al cabo de la cual, escoltada por mi padre, fui al notario para ver el testamento y poner en orden las cosas. ¿En orden? Sí, en orden nos pusieron a los dos. No era la heredera. La tía Angustias tenía un hijo, de aquel que murió en el “acto”. Al parecer lo parió sola y lo llevó a un convento, allí lo criaron y le hicieron cura. El cura era el heredero de todo, a mí no me dejó nada. Solo tenía unas veinte mil pesetas de lo que pude sisar con la gasolina.

Con ese dinero fui a Barcelona y tras dar algunos tumbos acabé trabajando haciendo el “acto” y cobrando por ello. Así acabó mi pesadilla, cuento o lo que fuese que viví durante aquel tiempo, aún no sé lo que fue. Tampoco sé si sigo en ello.

10 febrero 2012

RESPUESTA A COMENTARIO DE: GARZÓN. "NO SOMOS DIOSES"

Hola Esther, no me molesta tu comentario, al contrario. Te doy las gracias por leer mi blog y por expresar tu opinión, a fin de cuentas se trata de compartir opiniones. No creo estar en posesión de la verdad sobre nada, tampoco soy una experta jurista. Lo que yo pueda decir es tan válido como lo que tú u otras personas digan. Y está claro que cada cual podemos opinar de forma diferente.

Ahora bien, he dejado a un lado la trayectoria personal o profesional del juez Garzón, porque no se le juzgaba por ello. Está claro que han sido muchos los casos resueltos y es una lástima que termine su carrera de esta manera poco honorable, si es este el final puesto que aún puede recurrir.

Plantear si el tribunal es imparcial o no, es crearnos una duda que solo nos reporta mayor inseguridad de la que ya tenemos en las instituciones de este país. Pero no ha lugar, no en este caso, porque no hace falta ser un miembro del alto tribunal ni catedrático en derecho. La cuestión era simple, ¿vulneran o no la ley las escuchas en este caso? Los expertos apoyarán su opinión con tal o cual razonamiento, con artículos legales o sentencias. En fin, yo me limito a decir sí, por una razón muy sencilla. Si lo que habla un abogado con su defendido es conocido por terceros, está claro que poca o nula defensa puede tener y nadie está obligado ni puede ser forzado a declarar en su contra. Imagina que fueses tú, por una u otra razón te vieras en la cárcel y sin posibilidad de mantener una conversación con tu abogado sin “escuchas”. Pues de eso se trata, de que cualquier persona tiene derecho a mantener una conversación privada con su abogado, aun estando en la cárcel. Solo en los casos de banda armada o terroristas, puede el juez mandar las “escuchas”. Esa es la ley.

El portavoz de Jueces para la Democracia, da su opinión y califica a la sentencia de "razonada, razonable y ajustada a los parámetros del ordenamiento jurídico" y añade “inobjetable”.

Otra cosa es si esa ley hay que cambiarla. Pero ahora está vigente y nos guste o no, todos debemos acatarla.

Todo el esfuerzo o parte, hecho para investigar la trama Gürtel, puede perderse precisamente por motivo de las escuchas. Los “presuntos corruptos” podrían irse de rositas porque según la ley:

No surtirán efecto las pruebas obtenidas directa o indirectamente, violentando los derechos o libertades fundamentales”.

No es cualquier cosa lo que ha hecho, las consecuencias pueden ser nefastas para resolver el caso que investigaba. Y nos guste o no, los culpables lo son después de una sentencia, antes son “presuntos”, por tanto tienen todos sus derechos por más ladrones o asesinos que puedan resultar al final del proceso. Esa es la legalidad y bien cierto es, a veces nos puede doler.

Te preguntas si no está politizada la justicia. Sí, demasiado en algunos casos, pero no en todos, o eso quiero pensar. Es tan deplorable como la actitud de aquellos que, a sabiendas, infringen la ley cuando son quienes tienen que aplicarla.

Me temo que hoy no te he dado motivos para sonreír.

Gracias.

GARZÓN. "NO SOMOS DIOSES"

¿A qué viene rasgarse las vestiduras por esta sentencia?

Puedo comprender que, en la ignorancia de la ley, las personas opinen si unos hechos son constitutivos o no de delito y alcen su voz en contra de lo que dicten los jueces.

Jueces a los que podemos considerar como los siete magníficos puesto que pertenecen al más alto tribunal y con su, suponemos supremo conocimiento de la ley; la han aplicado por unanimidad condenando al señor Garzón por haber prevaricado. Es decir, por hacer caso omiso de la ley que no permite hacer escuchas a las conversaciones entre los abogados y sus defendidos presos, salvo en casos de terrorismo. Más o menos eso dice la ley y no era el caso ese tipo de delito.

Aquí no vale lo de Maquiavelo “el fin justifica los medios”. No, en el uso y aplicación de la justicia no es así, mal que nos pese a veces. Porque hay momentos en que sí nos gustaría que lo fuese, pero si queremos y tenemos un estado de derecho, las cosas son cómo son y la ley, nos guste o no, debe aplicarse para los buenos y para los que no nos lo parecen. Ya que según la ley, nadie es culpable mientras no lo demuestren en juicio, con sentencia firme ajustada a ley.

Tampoco sirve como excusa, aunque él sí la da en su comunicado a la prensa, su trayectoria a lo largo de los años de buen cumplimiento en aplicar la justicia y perseguir con éxito a los etarras. No, ni cuentan los errores cometidos, también los ha tenido con algún que otro narco y otros casos. No entra en consideración si los escuchados parecen auténticos delincuentes y merecedores de unas duras sentencias. Nada de eso puede afectar al juzgar su prevaricación. Por supuesto no valen los clamores de algunos y esas muestras de apoyo incondicional, como si él no tuviese amplios conocimientos y medios para defenderse. No cuenta lo positivo ni lo negativo, solo el hecho que se juzga y sobre ello se ha dictado sentencia.

Consciente, porque no era un ignorante de la ley, cometió un delito y por ello lo condenan. Es la ley y debe ser así para todos.

Si un médico, buen profesional, con grandes y notorios éxitos. Consciente, utiliza una mala praxis en un paciente. El perjudicado lo denunciará y los jueces dictarán sentencia condenatoria. Nadie se rasgaría las vestiduras por ello, sería lo justo para el caso concreto. Lo mismo es en el caso del señor Garzón digan lo que digan los que ignoran la ley y aquellos que dicen lo mismo aunque sí la conocen.

Aún no podemos determinar las consecuencias de esta sentencia en el caso que instruía. Y eso sí podría ser causa de rasgarse las vestiduras si ocurriera, cabe la posibilidad, que algunas pruebas no pudieran darse por buenas por su prevaricación. Sería de ley, si así lo determinaran los jueces, mal que nos pese a todos. Los que claman hoy, ¿seguirían clamando por el mismo señor?

Otros fueron antes condenados por prevaricar y no armó nadie tanto ruido. Es lo que toca cuando uno excede el poder que la ley le otorga en el ejercicio de sus funciones, la justicia es para todos. Aunque alguno no lo crea así, no somos dioses y nuestro poder es por tanto limitado.

Buenas noches golondrineros, sed felices.

08 febrero 2012

ALBERTO RUIZ-GALLARDÓN Y LA LEY DE MATRIMONIO HOMOSEXUAL

Alberto Ruiz-Gallardón:

“no aprecia inconstitucionalidad a la norma”

Hay quien no sabe dónde está ni es consciente del cargo que ocupa. Ocurre con demasiada frecuencia y con ello desvirtúa el puesto. Cuando se ocupa un alto cargo político, como es el caso del ministro de justicia. La opinión personal debe pasar a su ámbito privado y no trascender en el público porque ya no se considera tal cual la de cualquier persona, sino como la expresada por un ministro, en el caso que nos ocupa, siendo el de justicia es mucho más inadecuada. Si tenemos en cuenta que sigue estando pendiente de sentencia la ley que regula ese tema. Lo que dice el ministro de justicia puede influir, aunque no debiera, en quienes deben dictar sentencia.

Quizá al señor Gallardón le sobre afán de protagonismo y le falte asumir que forma parte de un equipo, cuya misión no es la de exponer a los conciudadanos qué piensan sobre tal o cual tema como personas, sino la de atenerse a su función del ejercicio de poder ejecutivo sin interferir ni tratar de influenciar en la función judicial. No vayamos a creer los ciudadanos que trata de ejercer esa influencia, bien sea entre los jueces o en la gente.

Por otro lado, a qué viene provocar tensiones añadidas a las que ya tenemos. ¿Es consciente este señor de provocarlas? Si es así, bien empezamos. Cuando un tema no lo es, puesto que la ley está en vigor aunque siga pendiente del Constitucional. El hecho de que el ministro de justicia diga algo al respecto no es oportuno ni adecuado, mucho menos cuando es el partido del cual forma parte el que ha presentado ese recurso de inconstitucionalidad y aunque así no fuese.

Cuando el tribunal Constitucional tenga a bien sentenciar, será tema o no para unos millares de españoles. Pero ahora mismo hay otras muchas prioridades que nos afectan a casi todos los españoles y especialmente a más de cinco millones de parados y sus familias. ¿Trata quizá el ministro de justicia de desviar la atención de las reformas y recortes? No creo que tenga esa intención, más bien pienso que aún cree ser alcalde. Cargo que, quien lo ocupa, tiene mayor libertad en sus expresiones procedentes o no, son menos influyentes en el ámbito nacional y judicial.

Viene a cuento decir aquello “¿Por qué no te callas?”

Buenas noches golondrineros, sed felices sea cual sea vuestra opinión sobre la Ley del Matrimonio Homosexual.