19 octubre 2008

A MÍ MANERA

Aire, necesito aire para poder respirar pensar, sentir, soñar, vivir en una palabra. Mil obstáculos es lo que encuentro cada día para poder hacerlo. Todas esas pequeñas cosas que hay en la vida cotidiana que te impiden desarrollarte. Que te obligan a ir en una dirección que no es la que tú quieres, pero debes de ir. Educada en esos principios, hacer lo que toca, lo debido, lo correcto. Ya pasado el ecuador de la vida qué difícil resulta desinhibirse, dejar atrás todos esos conceptos y lanzarte a vivir simplemente sin pensar en más. Porque el paso del tiempo ya cuenta, ya es una cuenta atrás que inexorablemente te va a llevar al final de tu existencia. Y realmente ¿qué existencia? La que te ha tocado, no la que quieres y crees que debes por ti, si no aquella que las pautas del comportamiento que tu educación han marcado te obligan a hacer. Y es triste, muy triste que conocedora de ese hecho sigas ahí sin atreverte a decir ¡basta! Ahora me toca vivir a mí, a mí manera, con mis pautas privadas y quizás equivocadas pero mías.
Y lo peor es que ni puedes hablar de ello, todos creen saber lo que te conviene, lo que debes hacer para estar bien. ¡Y una mierda! Nadie sabe nada porque nadie te escucha, absolutamente nadie, y eso que hablo con un montón de gente. Gente que por otro lado sé qué me quiere, qué me considera, qué me aprecian y seguro que desean lo mejor para mí. Pero lo mejor según ellos, siguiendo sus pautas, sus conceptos de vida; su manera de divertirse, de pasarlo bien o realizarse tiene que ser la suya, porque es lo normal. Porque todo el mundo lo hace y le sirve o parece le sirva.
Pero resulta que a mí no, y no quieren entenderlo. Y no es que no esté bien cuando actúo siguiendo el camino que hacen todos o casi todos, no se trata de eso. De lo que se trata es de optimizar mí tiempo, de sacar el máximo provecho a mí existir atendiendo a mí gusto por la vida, no al gusto de otros. Llevo demasiado tiempo viviendo de espaldas a mí, sólo atendiendo a mí entorno, procurando el bienestar ajeno. Cierto que ello me produce placer, me hace sentir bien que los que me rodean estén bien, pero con todo y con ello no me satisface plenamente porque sigo sin sentirme yo ni siquiera en esos momentos.
Cantidad de veces, después de estar a gusto, distraída, entretenida; al quedarme a solas, viene la pregunta ¿qué he conseguido? Nada, perder el tiempo. Lo que he hecho durante dos horas, con apenas diez minutos hubiese obtenido un resultado excelente, el resto sólo una absurda manera de quemar los minutos hablando de mil historias que para nada me interesan ni me enseñan ni me aportan nada para mí vida, para mí enriquecimiento interior o satisfacción de algún modo. A sí que después de todo me resulta un sabor agridulce, más agrio que dulce lo que debiese haber sido un auténtico placer.
Ahora en estos momentos de absoluta soledad frente a mí misma y mí amigo fiel, el ordenador, me siento mucho más realizada y satisfecha que durante toda la semana, con todos los que he podido estar y hablar, aun siéndome apreciados y deseados.
Sí desmenuzas las horas del día a lo largo de una semana te encuentras con una miseria de tiempo para ti o para compartir de verdad con alguien. Quiero decir sin rellenarlo de causas ajenas a tu sentir o al sentir de ese alguien capaz de tener un mínimo de química contigo. Y tienes que robar al sueño, al descanso, unas pizcas para hacerte creer a ti misma que haces algo por ti. Que no es cierto, puesto que agotas tu físico ya más que cansado de los quehaceres diarios. Y hay quien dice que nadie hace lo que quiere, que todos tenemos el mismo problema. ¡Mentira! A sí de contundente. Porque ellos deciden que su vida es estupenda haciendo deporte o compras, yendo al cine, de viaje o saliendo a cenar, y lo hacen. Y tú sólo quieres una cosa, escribir porque has descubierto que te sienta bien, y para hacerlo tienes que montarte unas pirulas de miedo y robarte las escasas horas de descanso. Y siempre con un cierto remordimiento por no atender como es debido, como toca y te han enseñado a tu entorno y a tu casa. Porque es así, yo no hago viajes, compras las obligadas, no voy al cine y apenas veo televisión. Tampoco salgo de cenas ni practico deporte. Duermo menos de lo imprescindible la mayor parte de los días y aun así, apenas tengo tiempo para mí.
Y no se trata de hacerme la víctima, sólo quiero que alguien entienda que el tiempo que pueda dedicar a lo que me gusta quiero que sea a lo que a mí me gusta y no a lo que crean los demás. Voy a trabajar a diario, lo cual supone algo más de ocho horas, entre unas cosas y otras. Hay que hacer la compra si no a diario casi, siempre falta algo. Tienes que atender a los que, afortunadamente vienen a verte. Hay que guisar, porque tenemos el vicio de comer. También la casa requiere su tiempo, aunque es de lo que menos me preocupo, necesitas dedicar a diario algo y de cuando en cuando hacer a fondo. Así hay días que son las once de la noche y es entonces cuando, agotada, enciendo el ordenador y ocurre que con frecuencia me despierto en la madrugada con la cabeza sobre el teclado, pues me he quedado dormida. ¿Qué pasa? pues que cuando tengo fiesta quiero hacer lo que no puedo cuando trabajo y me pongo como loca de buena mañana frente al teclado, como hoy que a las ocho ya estaba aquí sentada. Pero tampoco puedes dedicarte del todo, pues hay que poner lavadora y hacer comida, pasando de limpiar a fondo o si lo haces olvidándote ya de volver a sentarte.
Y esa es mi historia, el caso es que no hay manera de salir de este círculo. En fin me he desahogado, ya son las diez y no tengo más narices que hacer lo que me toca, que no me desagrada hacerlo ni me siento mal guisando, limpiando o recibiendo, lo que pasa es que el día sólo tiene veinticuatro horas y yo necesitaría algo más para poder vivir un poco, a mí manera claro, porque para vivir como vivo ya con las que tiene voy sobrada.
Baci golondrinero a todos. Feliz domingo, porque hoy es domingo. Voy a hacer paella ¿a ver que tal me sale? Me gusta cocinar, sí también me gusta, pero requiere su tiempo. Como veis todo requiere tiempo si quieres hacerlo medianamente bien.

18 octubre 2008

EL ENTIERRO

Nada se parece tanto a un altar como una tumba. Dice Alfredo Muset.
Ha tiempo, que los entierros no son plato de mí gusto, el motivo es claro, ya he tenido que acudir a demasiados. Algunos de ellos, por tocarme muy cercano, me han supuesto dejar allí, donde sea que estén los que ya no están, parte de mí.
Quebrada tu alma, hasta el cuerpo parece romperse. La razón no atiende a razones, el dolor te invade y obstaculiza tu vida, el pensar y el sentir.
Te resulta duro, inmensamente duro, seguir respirando, comiendo, hablando, pensando, riendo... sin el ser que físicamente has enterrado. El llamado "campo santo", aun bien adornado con flores, césped, enormes y bellos cipreses, nichos con suntuosas lápidas de mármol negro otras de delicados colores con tallas elaboradas... todo ello te resulta oscuro aunque brille el sol en todo su esplendor, por lo que encierra por lo que entierras.
Hay una paz no deseada que inspira respeto y te impulsa al recogimiento. Te lleva a meditar sobre lo que casi nunca quieres hacerlo y puede que debiéramos. Los cipreses, aquellos que creen en Dios, enormes alzándose hacia el cielo en erguida y majestuosa postura. Acostumbramos a orar inclinados, de rodillas, con sumisión; ellos no, los cipreses están, no como retadores no los veo así, mí impresión es que parecen orgullosos de ser el nexo de unión entre los que allí dejamos y Dios. Puede que sea de esa manera y sean ellos los que ayuden en la ascensión de las almas, liberadas ya de los cuerpos putrefactos, inservibles y malolientes. Porque si algo he llegado a tener claro, de todo lo que he tenido que vivir hasta el momento relacionado con los entierros y los cuerpos, es qué, el cuerpo en realidad no es nada, sólo la envoltura del alma, del ser verdadero que somos cada uno.
Cuando se muere simplemente el cuerpo ha caducado, de ahí su corrupción inmediata. Pero somos en nuestra cultura respetuosos con los restos, cuidamos el detalle durante las exequias y el lugar donde los depositamos. Procuramos un buen féretro, flores engarzadas con primoroso detalle formando coronas; como dándole al cuerpo que enterramos un premio por su vida. Coronando de esa manera, emulamos a los dioses del Olimpo, elevamos al cuerpo que despedimos y le damos la categoría de grandeza.
Procuramos que todo el funeral sea respetuoso, hablamos nada o poco y en voz baja. Lloramos si nos es querido o enmudecemos presos de la opresión que la emoción nos causa.
El enterrador actúa con esmero y diligencia cuidando de no prolongar innecesariamente el momento más penoso para los asistentes de todo lo que supone el ritual.
Dejamos pues los cuerpos en un lugar aparentemente agradable, atendido, adornado; tras unos actos ceremoniosos, desde el primero hasta el último. Lo habitual, por otra parte, en todos los entierros a los que he asistido. En todos menos en uno.
Aburrirse es besar a la muerte. Dice Ramón Gómez de la Serna.
No asisto a un entierro sí puedo evitarlo, pero aquel día, aquel entierro era de obligado cumplimiento, porque tocaba y porque a sí lo quería. No me era tan cercano como para llorar, pero sí deseaba asistir, por respeto a la persona que íbamos a despedir y por lo cercana para otra que sí me es muy próxima.
A primeras horas de la tarde salimos desde casa a un pueblo del interior, cercano en el espacio pero lejano en otros aspectos.En total fuimos siete los que nos desplazamos.
La difunta, pues era mujer, una buena persona; mayor pero no vieja, era la esposa del hermano de "leche" de Lisa.
Los hermanos de leche eran frecuentes años atrás. Los hijos se criaban con leche materna, cuando le faltaba a la madre se buscaba a otra que estuviera amamantando y le sobrara. A sí le ocurrió a Lisa. Conocía a la difunta pero fui más por Lisa que por la finada.
A pesar de ir con mí gente, con la gente que quiero y porque quería, sentía cierto desasosiego interior. Recordar, revivir lo que has tratado de olvidar, borrar de tu mente por seguir viviendo. Trataba de bromear, como todos, porque el recuerdo aún lo tenemos todos demasiado cercano, y tan lejano al tiempo; tan poco asumido aún aunque aparentemos lo contrario.
Tras la ceremonia religiosa iniciamos a pie el recorrido hacia el cementerio. Estaba lejos, muy lejos. Nada de hablar bajo, ni de ir cabizbajos. Como paseo de amigos, entretenidos, observando y saludando. Hasta aquí la cosa ya tenía otro color, no era el habitual.
Llegamos por fin al mal llamado en este caso "campo santo". Y sí digo, mal llamado, es por qué nada parecido con la idea, imagen y conocimiento de un cementerio que tuve hasta ese día.
Una construcción de piedra, que en su momento debió de ser una representación adecuada y en la actualidad un media ruina, en el exterior, fue lo que encontramos al llegar. La puerta, estrecha para el paso del ataúd más los que cargan con él, obligaba a ajustarse bien a la caja. Al poner el pie en el escalón de la entrada nos paramos, el olor a muerto, de muerte, nos golpeó el rostro. "No respires" le dije a mí ahijada que me miraba, con sus bellos ojos abiertos de par en par. El miedo, la impresión espeluznante ante lo que fuimos viendo, no cesó hasta llegar al final, una parte nueva.
Tumbas revueltas con la tierra apilada a un lado con descuido. Bolsas de plástico negras, aquí y allá. Restos, sí huesos a la vista. Malas hierbas por doquier, el pasillo con los ladrillos rotos y sueltos, teníamos que mirar por donde pisábamos. Nichos abiertos, deteriorados, con agujeros. El tejado de los nichos con las tejas rotas, rotos en el muro. Y el olor persistente y angustiante.
Atravesamos a lo largo tan tétrico lugar, cual si fuese el escenario de una película de terror, el sol parecía no iluminar. Torcimos a la izquierda subiendo por un pasillo demasiado estrecho, volvimos a torcer a la derecha y llegamos a lo nuevo.
Más amplio con nichos nuevos, algunas lápidas. Ya por fin, llegamos. La última hilera nueva. El suelo lleno de cascotes, montones de piedra y tierra por todas partes, al parecer por las obras. Cuál es nuestra sorpresa al descubrir una enorme puerta, moderna, con una replaza grande, todo adoquinado. Nos preguntamos ¿cómo era posible? qué nos hubieran hecho atravesar toda la maltrecha parte vieja, teniendo semejante entrada, además de, dar directamente al sitio donde iba a realizarse la inhumación.
Hasta ese momento todo nos había parecido horroroso, pero lo que vino a continuación fue todo lo contrario. No nos aburrimos, para nada. Me quedé un poco apartada, no quería ver lo que creía saber ocurría a partir de ese momento, evitando el recuerdo. Me dediqué a contemplar los cascotes, maldiciendo para mis adentros por tanta dejadez, por la falta de respeto. Amparo andaba rondando ahogando emociones.
Sento me da un codazo, veo a Tico ahogando la risa y miro ¡horror! pero esta vez cómico, o mejor, tragicómico. El sepulturero encaramado frente al nicho con chaqueta, rígida por la mugre. Como el pelo, tal que rastras parecían sus cabellos. Gafas de sol estilo Ray Ban, antiguas, a lo Clint Eastwood. Mocasines negros muy sucios. Pantalón tieso y no precisamente por estar almidonado, dejaba ver medio palmo los calcetines. La imagen del personaje superaba con creces a lo visto anteriormente. Ni idea de lo que estaba haciendo.
Sento amenazó con poner en marcha en su móvil el tono de "la muerte tenía un precio". Nos moríamos de la risa, nos dábamos la vuelta para no estallar. Un hombre orondo, limpio, dirigía con poca precisión al fallido enterrador, que no daba una acertada. Richard dijo que ese era en realidad el enterrador.
Se hacía interminable, el sujeto aparte de inoperante era lento. Le faltaba un cigarrillo en la boca, hubiese estado perfecto en el papel con ese detalle, y más sí de vez en cuando nos hubiese deleitado con un escupitajo de tabaco mascado. Debía de cobijarse en alguna de aquellas tumbas medio abiertas, su ropa le delataba como zombi. Le imaginábamos de noche deambulando por tan tétrico lugar, arrastrando las bolsas negras llenas de restos de un lugar a otro. Todo eso comentábamos mientras asistíamos al delirante espectáculo, digno de haberlo dirigido Buñuel, sí habláramos de una película.
No, no estábamos aburridos a pesar de que aquello se alargaba y se alargaba. La risa nos bailaba en los ojos y las ganas de salir de allí aumentaban para poder soltar la carcajada.
En cuanto nos fue posible abandonamos el escenario de la tragicomedia, salimos por la puerta nueva, con replaza adoquinada en color rojizo, con jardincillo, limpio, adecuado, cuidado. Todo ello fuera del cementerio, dentro justo al revés.
El regreso hacia casa fue una constante carcajada, relajados, olvidados del motivo del viaje; al final, resultó una excursión familiar y divertida.
Hicimos el comentario, desternillante, de lo que podía suponer sacar en primera plana, la foto de la "Copa de América" coincidente en el tiempo, junto a una del cementerio con el enterrador y sus gafas. Las lágrimas saltaban por la risa.
Nos pareció haber viajado en el tiempo, a esa España negra y profunda, contada, historiada y plasmada en alguna película. De la imagen de la tranquilidad, de la pulcritud y buena estética de nuestro cementerio; de la eficacia de nuestro enterrador, a lo que tuvimos que ver ese día, distaba afortunadamente para nosotros y los restos de nuestros allegados, mucho más de un siglo.
La muerte, esta vez, fue la excusa para pasar una tarde, que si en el inicio nos horrorizó; al final, nos hizo olvidar el malestar del principio. Y sin ningún pudor confieso que no, no nos aburrimos, esta vez la muerte no recibió de nosotros ningún beso.
Y espero que tarde mucho en recibirlo.
Un saludo golondrinas, la historieta es verídica. Existe el cementerio y ocurrió tal cual os lo he contando.






12 octubre 2008

LOCURA DEL VIVIR

¡Una locura! en realidad una tras otra. Eso es lo que hago, he vuelto a publicar y esta vez el título lo dice todo. Va de una loca, una loca por saber el por qué de la existencia. ¡Fíjate tú! como si no tuviésemos bastantes problemas, para añadir ese estamos. El caso es que me dio por ahí y listo. Cortita es la novela, porque algo así no debe ser largo, no es agradable, la tipa se las trae con todo lo que pasa por su cabeza y lo que le da por hacer. Puede dar qué pensar y no sé si están los tiempos para pensar en algo más que no sea llegar a fin de mes, tal y como anda eso de la crisis. El caso es que lo único agradable del libro es una buena gente que anda por la Toscana, eso sí que me encanta. Pasear por la Toscana es una delicia y me ha quitado el mal sabor de boca que me daba la loca de Carla, que así se llama la susodicha. Claro que como casi todas las locuras no está exenta de razón.
Bueno ya he dicho suficiente, os voy a aburrir con el rollo de mis novelas. Si os interesa descargarla está en LULU, no es un libro para tener a mano, lo lees una vez y ya te vale para no volver a leerlo. ¡¡Ciao golondrinas!!

11 octubre 2008

LA BOLSA SE HUNDE ¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO?

Al parecer se hunde el mundo o por lo menos la economía, que viene a ser lo mismo. Y yo me pregunto ¿dónde ha ido el dinero? a sí, de pronto parece que nadie le ha visto, ha desaparecido. Seguro que de vacaciones a un lugar oculto y no lejos de sus amigos, entre esos no me encuentro. ¿Te puedes creer que de repente no hay ni un duro? Yo no me lo creo. El otro día alguien compró cuatro vigas de la mezquita de Córdoba (s.VIII) por millón y medio de euros ¡vaya ese sí tiene dinero!. Porque hay que tenerlo para gastarse eso sin esperar, de momento, ningún rédito. La vuelta al mundo en velero comienza hoy mismo, ahí también hay dinero. El jamón de pata negra se sigue vendiendo, a los mismos de toda la vida, los que últimamente eran adictos modernos, esos, ni olerlo. O sea que el dinero está donde siempre estuvo, lo tienen sus dueños. Que no somos todos ni mucho menos. Y ese es el problema; que últimamente, todos creíamos ser algo dueños.
¡Pero de qué vais! miserables jornaleros, asalariados del gobierno, aprendices de constructores y enchufados politiqueros. No nos toca a ninguno tener un euro. Nos engañaron las luces de candilejas de un teatro que no es nuestro, sólo somos marionetas de aquellos que los hilos mueven, de los que tienen el dinero. Ellos dirigen la orquesta y mandan parar cuando quieren.
Porque vamos a ser serios, no es de recibo que un empleadillo pase el verano en el Caribe o disfrute un crucero. Ni que calce "manolos" aunque se trate de un buen fontanero. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Una cosa es la democracia y otra muy distinta hacer tabla rasa con esas historias de la igualdad. ¿De qué don fulano de tal, un señor de los de toda la vida, tiene que compartir barra en el club náutico con ese nuevo rico que lleva un mercedes comprado en Alemania.? Mucho humo y poca leña, eso es lo que hemos tenido en estos últimos años. Y claro era necesario poner las cosas en su sitio. Y por eso no hay "liquidez" el líquido está en la misma bodega donde siempre estuvo, en reserva, para salir al mercado cuando al dueño de la bodega le parezca oportuno. Mientras el resto del mundo beberemos agua clorada, porque ni para tintorro tendremos un puto duro. Y no os quepa duda, cuando esto pase, los que no tenemos dinero seguiremos sin tenerlo y ellos, los que siempre lo tuvieron tendrán más, mucho más de lo que antes escondieron, porque poco a poco habrán ido comprando lo que otros vendieron por no poder mantenerlo. Y esa es la historia del hundimiento de la economía. No echéis en saco roto lo que os digo, el mundo reflotará a base del esfuerzo de los que nunca hemos sido ni seremos ricos, y los que manosearon el tinglado hipotecario guardarán lo que ganaron en algún paraíso, dejarán de ganar algo de momento para triplicarlo luego y marcar las diferencias que se habían olvidado. Y los manolos los usará la señora de don fulano y él mismo ¡cómo tiene que ser! para que el orden se restablezca y el mundo salga a flote con nuestro sudor, porque a fin de cuentas se ha hundido por nuestra afán de querer vivir como don fulano y señora, unos señores de toda la vida ¡No se puede comparar!

09 octubre 2008

UN SIMPLE MOSQUITO

En esa hora en la que el silencio estalla en mil ruidos insospechados, unos conocidos y otros nunca escuchados, el alma se tensa y despierta al cuerpo poniéndole en alerta. El zumbido de un mosquito es el sonido del vuelo de una avioneta de guerra, huirás del enemigo dando manotazos ciegos al aire; pero no escaparás, y de pronto el tiro certero herirá tu carne provocándote una picazón que erróneamente intentarás calmar rascándote desesperado. El picor aumentará y con ello tu desesperación, acabarás levantándote de la cama y buscarás calmar con lo que tengas a mano la picadura. Apenas lo lograrás pero sí habrás conseguido despertar de tu sueño aún no dormido. Volverás a la cama e intentarás machacando la almohada conciliar el sueño. Seguirás alerta por si vuelve el enemigo; aunque ya no le escuches, sí llegarán a ti toda clase de sonidos que tratarás de identificar, respirando tranquilo cuando lo logres, pero ¡Ay de ti! cuando no lo consigas. Tú corazón se acelerará y pensarás que respirando muy despacio lo apaciguarás y además podrás oír más claro. Nada, todo lo contrario, llegarás a escuchar el discurrir de tu sangre por las venas, el golpear en tus sienes, el oscilar de tu pecho que desde el vientre comienza y ya será imposible cerrar los ojos. Tus párpados no querrán cerrarse por temor a mil peligros inimaginables pero temidos. Acabó la paz y el sosiego, el descanso deseado ya no es permitido y agotado por no poder soñar lo que el sueño te hubiese traído y no dormir lo que debieras haber dormido, te levantarás de la cama y encenderás un cigarrillo. Deambularás por la casa sin ton ni son, cual perrillo huérfano perdido buscando a la madre; pero ya no está, ya se ha ido y no te puede ayudar a librarte del zumbido de un mosquito. Y acabarás tomando café o una copa para paliar la desazón y sentado frente al ordenador esperarás el amanecer, cual si fuese el tren que pudiera llevarte allí donde los mosquitos no perturban el sueño, y los perrillos no andan perdidos porque todos tienen madre.

03 octubre 2008

¡¡¡BUENOS DÍAS!!!


Me gustan las margaritas por lo sencillas que son y porque representan pensamientos. Piensas en ese alguien a quién se las ofreces. Claras y limpias como la luz del día. Tienen el color del sol y del oro, la ternura de un niño, la viveza de una adolescente y la dulzura de tu abuela preferida.
Hoy después de una noche sin sueños y sin pizca de sueño, comienzo el día con alegría. Cosa que ya sabía que ocurriría. Y quiero compartirla con todas las golondrinasverdes. Baci golondrinero.

COMPARTIENDO

Otra vez en la noche me llega vivo el recuerdo de algunos de aquellos que llevo en el alma, justo los que ya no están, los que se fueron. Aquellos que me dejaron sembrado el amor que sigue creciendo sin proponérmelo. Y no hay dolor, sólo y no es poco, mucho sentimiento. Ese ahogo clandestino que irrumpe cuando siento la alegría por algún acontecimiento. Por no poder compartirlo, no saborearlo ni vivirlo con ellos. Y no merma mí alegría, no, no es eso. Pero tengo que parar y hablar con ellos. Abrir la compuerta y dejar escapar ese nudo húmedo que me ata el pensamiento, estrangula mí garganta y catarata en mí mirada. Y veo sus caras, su alegría compartiendo lo que yo siento. Sé que son ellos los que hacen posible que sea capaz de expresar lo que expreso, y me hace feliz crecer en ese conocimiento.
Las compuertas ya están cerradas, no he sido yo la que he hecho por cerrarlas si no ellos que me devuelven la calma, la paz que quiero para mi alma.
Bebo un poco de limoncello y enciendo un cigarrillo, limpio con la manga las gotas de rocío que mis ojos han dejado sobre la mesa, ya es madrugada y otro día comienza en el que puede que nadie les vea, pero yo sé que aquí están, junto a mí dándome calma. Acunando mí alma para que pueda dormir sin soñar que voy a despertar sin ver sus caras. Seguro que mañana saludaré el día con la sonrisa que ellos me mandan y estarán conmigo cuando cuente a quién venga a mí casa que hoy he recibido mí primer libro ya impreso. Algo que es realidad sólo porque ellos están conmigo. Buenas noches golondrinas.

01 octubre 2008

DESPERTAR

Me gusta al despertar
abrir la ventana de par en par
Sopla una ligera brisa
mí rostro acaricia con suavidad
la absorbo profundamente
dejando la vida entrar
Hoy con color azul cristalino
el cielo vestido va
Mirándome hay una nube
quieta, no piensa en pasear
de blanco iluminada
parece muy adornada
como si de fiesta fuera
bien mirado de fiesta va
Pues así es claro está
Cada día que amanece
y tú lo puedes mirar
es motivo de alegría
y causa de festejar
vívelo a tú manera
tuyo es, de nadie más
Dedicado a los que no se amargan sin motivo. A los que con motivo no lo demuestran. A los que viven dejando vivir. A los que la vida es motivo para vivir.
¡¡¡Feliz, feliz, feliz!!! mí novela "GOLONDRINAS VERDES" ya es una realidad. Está en el aire o donde sea que esté lo que colgamos en internet. El caso es que ya está publicada con su número y barritas puesto en la contraportada, como el resto en www.LULU.com. ¿Y de qué va? y por qué puede pareceros que me ilusiona más esta novela que las otras, muy sencillo: me gusta un montón a pesar de que me hace llorar, pero también reír y sobre todo me invita a soñar. Tiene lo que tiene que tener, drama, amor, amistad, ternura y fantasía con las historias del abuelo Marco Aurelio. Y me he recreado al escribirla paseando por Sorrento y Capri.
Dice mi carissima Angela que es spettacolare y que tiene el sabor agri-dulce de los limones sorrentinos. Yo no digo tanto pero seguro que os gustará. Ciao golondrinas. Me olvidaba, os recomiendo una copa muy fría de limoncello, por supuesto de Sorrento, es el complemento perfecto para leer la novela. Baci golondrinero