¿Podría ser peor? Por supuesto, siempre es posible hacerlo pésimo. Pero así, tal cual está, no es bueno para su finalidad, la atención sanitaria. Hablo del nuevo Hospital La Fe de Valencia en lo que se refiere a la parte dedicada a la hospitalización de pediatría.
Hoy, un grupo del personal sanitario —enfermeras y auxiliares— hemos hecho una visita guiada por las instalaciones y, si bien nos quitamos el sombrero ante la magnitud del edificio, su entrada, la calidad de la obra, camas, puertas... Nos hemos quedado sin aliento al llegar a la que tiene que ser la sala que acoja a nuestros pacientes —niños, criaturas, de un mes hasta cuatro años— Un pasillo inmenso, sólo el verlo nos ha dejado heladas. Pensando, porque en este oficio hay que pensar en la posibilidad de una parada, una convulsión o cualquier otra circunstancia que requiera la pronta intervención del personal sanitario.
Ya el hecho de que sean habitaciones sin visibilidad desde el exterior, supone una merma en la vigilancia del paciente. Si a eso añadimos que, aunque abras la puerta no puedes verlo hasta que no estás dentro, pues el baño ocupa la primera parte. Seguimos restando. Y aún más con la distancia excesiva hasta muchas habitaciones, si el acompañante llama por una urgencia. Si hay que salir pitando con el paciente hasta la sala de tratamiento, ya es para morirse.
Los baños, bien, adecuados para un adulto. Con una ducha a ras del suelo. De esas que están de moda, sin bordes que obstaculicen la entrada. Perooo... Sí, hay un pero. El niño menor de cuatro años no se ducha solo. La persona que tenga que hacerlo acabará duchándose con el niño. Esto si es adecuada su talla o su estado para ponerlo de pie en la ducha. Cuando no lo sea, no hay manera de darle un baño. Excepto si es un bebé, porque sí están colocando unas pilas carísimas para ese menester, el único inconveniente es que un niño de meses ya no puedes bañarlo en ellas, dada su reducida capacidad. Vamos que son para barbies.
Desde el control principal no ves más allá de la puerta de enfrente, el mostrador está a línea con la pared. No puedes ver siquiera que alguien anda por el pasillo. El segundo control, está dentro de un espacio cerrado, como si fuese una habitación. Es decir, que si alguien va o viene por el pasillo, se cae o se muere. El personal, aún estando en el control con los cinco sentidos en marcha, no se entera.
Algo bueno: La sala de juegos, ideal, con mucha luz, cómodas butacas para el acompañante, sillitas y mesas adecuadas para los niños, perooo... Sí, otro pero. En ella hay dos ascensores y una salida de emergencia a la escalera ¿Quién sube, baja, entra o sale? Vaya Ud a saber. Desde luego el personal no podrá verlo. Está al fondo del pasillo y, si bien cabe la posibilidad de poner una cámara, falta saber si ello es posible o si habrá personal suficiente para estar contemplando la pantalla.
En fin, el personal hará todo lo posible por cumplir con su obligación como siempre ha hecho, pero... Sí, más peros, lo han puesto muy difícil. Y es una lástima que siendo un centro nuevo que reúne muchas y buenas calidades, no hayan tenido en cuenta su finalidad. La misión de prestar el mejor servicio a los pacientes con la optimización de los recursos, tanto materiales como humanos. Más parece un hotel que un hospital. Es lo que hay.