27 junio 2010

IMPRUDENCIA MORTAL EN CASTELLDEFELS

No pensaba escribir sobre este luctuoso suceso. Parece que no esté bien visto hablar mal de los muertos. Y, sin embargo, voy a hacerlo. Porque aun lamentando tanta desgracia es necesario recriminarles su actuación, su imperdonable imprudencia que no solo ellos han pagado con sus vidas. El efecto dominó de su acción hace que sus familias y amigos sufran su trágica pérdida, un dolor provocado de manera gratuita, por su estúpida incursión en las vías. Imperdonable el sufrir que les han causado.

Pero hay otras personas que han tenido que vivir en vivo y en directo el espectáculo dantesco del accidente. No son amigos ni familiares, no les deben padecer una mala hora y, puede que sean muchas las que sientan, si no dolor, un profundo malestar.

Unos por encontrarse presentes en ese momento y, otros, por tener que atender por su profesión a socorrer a los heridos, recoger los cuerpos destrozados y realizar todo lo necesario para identificar. Y, muchos, imprescindibles en estos casos, encargados de restablecer el orden o investigar. Sin duda, decenas de personas, que no olvidarán con facilidad esa Noche de San Juan.

Entre todos aquellos que son víctimas de esa nefasta imprudencia, hay que destacar al maquinista. Lo que esa persona sintió en esos momentos, seguro que le causó una herida muy difícil de cerrar. Y es de suponer que iba a la velocidad correcta, pero aunque así sea, era un tren de alta velocidad, no puede parar en el acto. El horror que seguro vivió nunca lo olvidará. Él estaba trabajando, las víctimas corrían a divertirse sin respetar las normas.

Podemos escuchar protestas de todo tipo: Si el paso estaba abarrotado, que si no había vigilancia... ¿Acaso estamos hablando de la salida de un parvulario? No, la cuestión es mucho más sencilla: La falta de civismo. El desprecio a las normas que un peatón debe respetar y que alegremente se saltaron a la torera y, el toro les cogió y fue mortal la cogida.

Hemos podido leer muchos artículos o comentarios de blog sobre el suceso. Uno me ha llamado la atención, por su disparatada conclusión xenófoba. No menciono el sitio porque no merece la pena atender a alguien que piensa que “no habían vigilantes en la estación porque era una fiesta de suramericanos...”

La Noche de San Juan, es una fiesta muy mediterránea y de gran parte de España. No sé si también hay costumbre en América del Sur, pero desde luego aquí la hay. Y, al parecer, los vigilantes estaban previstos para el regreso de la fiesta, momento de mayor aglomeración. Porque las autoridades tienen que prever que somos unos críos maleducados que hay que controlar.

Pero, ¿estamos locos? Sí, si necesitamos que alguien nos impida bajar al foso de una vía y cruzarla. Cuando hay un paso inferior y otro superior para pasar al otro lado sin peligro. Hay que esperar porque un montón de gente quiere hacer lo mismo y, claro, no queremos esperar porque el orden es aburrido. Quien mucho corre, pronto para. Esta vez, por desgracia, para siempre.

Descansen en paz, once suramericanos y una mujer rumana, residentes en España, por tanto, conciudadanos. Y ojalá mejoren, cuerpo y mente, todos los heridos.

Buenas noches, golondrineros, hoy tomad ración doble de limoncello. Ciao.

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