13 febrero 2011

HOSPITAL, LA NUEVA FE, AHÍ ESTAMOS.

Sí, en efecto, ya estamos en la Nueva Fe. Hoy ha sido el día grande. El reto de realizar un traslado de un centro de esta magnitud, nos tenía muy preocupados. Pero todas y todos hemos echado el resto. Se ha llevado a cabo sin incidencias y en un tiempo récord. Ahora viene la segunda parte, adaptarnos a un edificio de enormes dimensiones, a una forma de trabajar nueva. Sin papeles y con los pacientes en habitaciones individuales, lejos, muy lejos del control del personal. Cierto que habrán monitores, en los casos que lo precisen, para controlar desde una pantalla las constantes vitales. Pero con todo, hay que cambiar en mucho la manera de atender. Esperamos y deseamos que el tiempo de adaptación sea breve y el resultado óptimo.

Porque la Nueva Fe es un lujo en muchos aspectos y en el primordial, la atención directa, integral y personalizada, no puede disminuir. Al contrario, si contamos con instalaciones de primera calidad, también el objetivo prioritario, la atención al paciente, debe estar acorde con ello.

Algunos de los problemas de infraestructura o de otro tipo, no tienen remedio. Otros sí, y ahí estaremos insistiendo para paliarlos.

Cuenta, la Nueva Fe, con tecnología de última generación, todo muy sofisticado. Pero su mejor recurso es su personal. Hay que aplaudir el esfuerzo de muchos profesionales sanitarios o no, para que todo estuviese a punto.

También el de numerosas personas de diferentes oficios, que han intervenido en la construcción, instalación y dotación de todo lo necesario. Sin olvidar la paciencia infinita del personal de limpieza, que a todas horas han tenido que relimpiar porque unos u otros pasábamos por lo ya limpio, ensuciando, porque era necesario volver a colocar algo, comprobar una luz o una cisterna. Puesto que, como si de nuestra casa se tratase, hemos tenido que vigilar que todo funcionase o la dotación fuese la necesaria.

He podido ver estos últimos días: Inquietud, nervios a tope, tristeza, cansancio y, hasta lágrimas por dejar la Vieja Fe y tener que enfrentar una manera de trabajar diferente, tan distinta a lo que hasta ahora creíamos era adecuado.

Pero si algo hay que destacar es la alegría al encontrarte con las caras conocidas, despistadas por los inmensos pasillos. Sorprendidas por no tener el espacio necesario para su función o por ser excesiva la distancia a recorrer para realizarla. Protestando por lo que no está como debiera y al tiempo con un afán desmedido de todos, por poner en marcha los distintos servicios con la menor incidencia para el paciente. Porque sí, nos importan, como nos importan los compañeros en la aventura iniciada al trasladarnos al nuevo centro de trabajo. Y que, siendo en gran parte los mismos con los que hemos compartido el viejo hospital, suponen el mayor aliciente para seguir en la brecha con alegría. Minimizando con ello los inconvenientes, que los tiene y no pocos, el trabajar en la Nueva Fe.

Esa alegría al ver a los compañeros, esa complicidad en que las cosas funcionen. Es lo que debemos transmitir a los jóvenes que hoy nos acompañan en la Nueva Fe. Residentes, enfermeras, auxiliares, celadores... Todos aquellos que apenas han iniciado su andadura, serán los más beneficiados en esta etapa. Podrán, en un medio nuevo y joven como ellos, formarse con la ayuda de nuestra experiencia.

Que las golondrinas verdes nos acompañen en esta nueva etapa y nos ayuden en dar lo mejor de cada uno.

Brindo por todos nosotros y por la Nueva Fe, por supuesto, con limoncello. Ciao, golondrineros.

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