27 febrero 2011

LA NUEVA FE, SEGUNDA SEMANA

En la segunda semana en la Nueva Fe, a la que algunos llaman “Bonilla” por ser de mal agüero decir la Fe “Malilla”. Las cosas siguen casi igual. Ha mejorado un poco el ambiente entre el personal. Vamos asumiendo la situación y levantamos menos la voz, hay menos enfrentamientos. Lo cual es algo muy positivo, puesto que, dichos encontronazos eran fruto de la tensión por no estar las cosas como debieran. Y no es que lo estén, pero hay un poco más de orden en lo necesario para trabajar, gracias a todo lo que pudimos rescatar de la Vieja Fe. La logística sigue con múltiples problemas para el abastecimiento y va siendo necesario plantar cara a la situación de manera firme. Resulta ya inaceptable que tengamos que estar reclamando los productos necesarios todos los días. El sistema falla por el mismo motivo que ha ocasionado todos los problemas, la maldita precipitación.

Ignoramos la causa real de haber hecho el traslado sin estar todo en orden y sin hacer un ensayo general previo de la funcionalidad de suministros y de aparatos precisos para el trabajo diario. Tal cual hubiera sido conveniente, evitando fracasos, si no todos, en un alto porcentaje. Pero no quisieron retrasar la fecha, que la mayoría pensamos fue puesta por razones políticas.

Y si esa es la razón de tanta prisa, hay que dar un toque a nuestros dirigentes políticos. Sabido es, que todos los que gobiernan intentan dar muestras de haber cumplido los objetivos, sobre todo si están cerca de una campaña electoral. Pero hay ocasiones en que no puede ni debe prevalecer esa necesaria publicidad.

Un hospital no es un monumento en una plaza. Es un ser vivo, por todo lo que en el se mueve. Su inoperancia afecta directamente a las personas, los pacientes y sus familiares. Y también a los trabajadores, que tienen que prestar el servicio debido haciendo malabarismos. Y si bien todos somos comprensibles con determinas faltas, no podemos aceptar tantas por un interés extrasanitario.

Pero vistas determinadas cosas, no todo parece ser culpa de quienes ocupan los cargos más altos. Más bien de los que les rodean, protegen, aconsejan y... engañan. Mostrándoles las cosas, no como son en realidad, sino como ellos planifican en sus mercantilistas mentes. Obsesionados en vender resultados. En un alarde de menosprecio, no solo hacia aquel o aquellos a los que deben servir con buenos oficios. También a la sociedad en general. Porque sintiéndose, dan muestra de ello, superiores al resto, creen que todos los demás somos poco más que idiotas. Y venden resultados inexistentes a la sociedad y mucho más, a su jefe.

Los ejemplos, cualquiera los ha podido ver en alguna ocasión. Inauguran un centro escolar. Previo a la visita de la autoridad competente, alguien, de esos que se encargan de organizar dicho evento. Se presenta en el centro y dice a todo el mundo cómo tiene que comportarse y lo que debe hacer. O en este mismo hospital. Mandan enroscar todos los grifos de una planta —sin conectar— para que la autoridad de turno los vea puestos. Cuando lo normal, práctico, eficiente y eficaz, hubiese sido dejar una habitación perfectamente equipada y ponerla como muestra, tal cual un piso piloto. Una falsedad que no permite a la autoridad saber en qué situación real se encuentran las cosas.

Sería normal que hiciesen eso si la autoridad fuese externa, es decir, un visitante de otro país, al que quieres venderle la cabra de lo bien que lo haces. Pero no, nunca, jamás de los jamases, debe engañarse a quien tiene la obligación de conocer los hechos y las cosas tal como son para poder tomar decisiones acertadas. Pero así somos y así nos va. Una pena de gente y de país.

Bueno, no todo es tan malo. Hemos celebrado el primer Ángelus de la sala, despedida de Resis, en el despacho clínico. Lo montaron bien y nos tomamos un limoncello en franca camaradería, casi parecía una fiesta VIP. Afortunadamente, al personal no lo manejan los de logística ni la política.

Sed felices, golondrineros.

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