12 agosto 2009

NUNCA DEJES DE SOÑAR


Gris perla, azul pálido, blanquecino, blanco y….
¡Oh maravilla divina! Dorado, de oro es el cielo que está contemplando y sus ojos se embriagan de tanta belleza y la imaginación despierta y corre como loca tras un sueño que creyó olvidado.
La canícula nocturna interrumpió el reposo justo antes de ese tiempo en que las almas deciden evadirse y abandonan los cuerpos dejándolos yermos, inservibles, pues su uso sólo es válido cuando un ánima les habita. Y fue oportuno el despertar para evitar profundizar en ese tiempo llamado MOR en el cual vamos almacenando todo aquello que durante el día ha acontecido. Nada que archivar, nada nuevo. Lo cotidiano era insulso, aburrido, monótono, sin motivo para querer recordar. Tiempo perdido, un día más.
Y surgió el milagro justo al despertar, el sueño de un sueño digno de recordar. El cuerpo sudoso clamaba por aliviarse con la frescura del agua y cerró los ojos, no para dormir sino para mejor soñar; con una playa de turquesas aguas, de sol naciente y arena blanca. De brisa suave que como buen amante le acariciara. Todo ello se hizo real, tanto como la luz dorada que el sol le prodigaba, porque de oro era el cielo que contemplaba. Y refrescó su cuerpo y colmó su ansia de tener algo que valiese la pena recordar. Regresó del sueño y volvió a dormirse, alcanzó el tiempo de MOR para archivar aquel recuerdo que sí quería guardar.
La suerte fue doble en aquella noche pues la guadaña pasó por su lado y no se lo quiso llevar al ver que soñaba despierto, le dejó vivir porque aún era capaz de soñar. Buenas noches golondrineros, seguid soñando.

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