02 noviembre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 17

En el capítulo anterior: Pepa y Serafín han hecho las paces, tras meses de separación. Y por fin, Pepa, vuelve a casa para ver a su hijo.
CAPÍTULO 17

Cuando llegan a casa, las piernas le tiemblan a Pepa. Serafín la coge de la mano, sonríe. Sale Remigia.

Buenas, me alegro de verla, señora, me alegro mucho de verla.

Pepa, está tan sorprendida, que se inclina y la besa.

Gracias, Remigia, yo también, ¿el niño?

Muy bien, señora, es un bendito, da faena, porque no para de tirar los juguetes. Pero come muy bien, y dormir, como un angelito. Está en la salita. El señor me enseñó a ponerle la música y le gusta, cuando acaba, empieza a chillar, tiene un vozarrón.

Pepa aprieta la mano de Serafín al ver al niño, las lágrimas escapan sin remedio. Lo coge en brazos, siente temblor por todo su cuerpo. El crío como si la conociera, le chupa la cara, le coge del pelo, la nariz, la mordisquea con su boquita. Pepa ríe y llora al tiempo. Serafín contempla la escena, feliz, satisfecho, relajado.

¿Qué, crees que no te querrá? Es imposible no quererte, Pepa, eres pan bendito. Nadie mejor que un niño para darse cuenta. Voy a ponerme celoso, tendrás que achucharme a mí así.

Cuando quieras, cariño, te aseguro que tengo para los dos, y con todo lo que os he echado de menos, te voy a aburrir. Remigia, ¿a qué hora come?

Ha comido hace un ratito, pero le tengo acostumbrado a dormir un poco más tarde, para que vea al señor, cuando viene a comer.

Es muy guapo.

Sí señora, tiene los ojos de Ud y, la sonrisa, es todito a la señora.

Oye y, ¿cuándo has decidido llamarme, señora? Porque ni caso, cuando te lo pedí.

Cuando se fue, le conté al señor lo que me dijo, por si tenía yo culpa de algo. Él me dijo que le diera ese trato cuando volviese ¿Le parece mal?

No, Remigia, pero si quieres llamarme Pepa, puedes hacerlo, cómo más te guste.

Sirvo la comida, si le parece.

Sí, por favor, tengo ganas de volver a comer tus guisos, los he echado de menos.

Vamos al comedor, llevaremos el corralito del niño allí, así lo podemos vigilar mientras comemos. Aunque lo único que me comería ahora mismo, es a ti, estás para comerte con esa cara de Macarena.

¡Serafín! Que a lo mejor a la virgen no le gusta que la compares conmigo, con todo lo que llevo yo a la espalda.

En tu espalda, al final, solo llevas el culito más bonito de todo Albacete.

Pepa se echa a reír, el niño con ella.

Estás loco, te has vuelto rematadamente loco, pero me encanta. A lo mejor cuando pase el tiempo, me lo pienso y prefiero al de antes.

De eso nada, lo que voy hacer, es que seas tú la que se vuelva loca por verme, por oírme, por besarme.

Eso ya lo estoy.

Cuando Remigia entra, los encuentra besándose, con el niño cogido de la cara de los dos, riendo. Carraspea.

Perdona, Remigia, pero llevamos faena atrasada.

Sí señora, ¿quiere que me lleve al niño?

No, prefiero verlo, tengo que marcharme, hasta el domingo no lo volveré a ver.

Remigia mira interrogante a Serafín, que levanta los hombros.

No ha podido ser así de repente, tenemos que esperar un poco más. Tienen que buscar quien la sustituya en el trabajo, pero será pronto.

Y pronto es, aunque les parece largo, dos semanas. En ese tiempo, Serafín ha acudido a diario a cenar al restaurante y luego han ido juntos a la casita. Por la mañana, acompañándola, llevándola al trabajo. Pepa, es más La Pepa que nunca, lo vuelve loco cada noche, pero a ella le ocurre lo mismo. Porque Serafín es un hombre nuevo, que la mima, le regala con sus palabras, con sus caricias.

Está recogiendo la ropa, él, sentado la contempla.

No he hablado con Franca de la casa, tengo pagado el mes, aún quedan días. Serafín, los muebles, los electrodomésticos, ¿qué hacemos? Son míos.

Bien, los dejamos aquí, la casa también es tuya.

¿Cómo?

Yo soy el propietario, por tanto es tuya también, eres la dueña.

¿De qué me estás hablando? O sea, que Franca me ha engañado, tú estabas detrás de esto. Y el trabajo, lo tengo gracias a ti, di, ¿es eso? Me has estado manipulando.

Para, para Pepa, que cuando te embalas, te precipitas. Un poco de maniobra sí he tenido que hacer. Si no encontrabas trabajo, podías pensar en marcharte a otro sitio. En cuanto a la casa, no iba a dejar que mi mujer viviese en cualquier parte y, desde luego, la has dejado muy bonita.

No tenías que hacer nada. Es mi vida, yo tengo que manejarla, tú no eres mi amo. Cobré la mierda del acuerdo, que por cierto, ahí lo tienes (Pepa ha sacado el sobre y se lo echa encima) Pero ni un euro he tocado, no lo he contado siquiera. Lo que he comprado ha sido con mi dinero. Me hubiese quemado tocar ese dinero.

Crees que se puede pagar todo; estás muy equivocado. Recuerda la cancioncilla que pusieron la noche que llamé a la maldita radio. Ni se compra ni se vende. Mi cariño no se compra Serafín. Puedes pagarme los polvos, pero el cariño, lo doy gratis, y, así lo he sentido. Al principio no, pero pronto y aún no sé por qué, me pirré por ti, a pesar de la mierda de tío que eres y, de la forma que me tratabas. Y, eso, aunque seas el rico del pueblo, no lo puedes pagar. Mi libertad es mía y no la vendo. No tenías ningún derecho a maniobrar nada. Hubiese preferido vivir debajo del puente, de haber sabido que era tuya la casa, y estar barriendo calles, pero con algo que yo hubiese encontrado.

Serafín, tranquilo, como si la cosa no fuera con él.

¿Has terminado o aún quieres decir más barbaridades?

Digo las que tú me provocas y, además, no soy ya tu mujer, ni quiero serlo. Me faltaba esto, la mentira, el engaño. Si algo me gustó de ti, fue que parecías sincero ¡Vete a la mierda, Serafín! Es donde tienes que estar. Ya me buscaré la vida, soy libre, afortunadamente ya no soy tu tan cacareada mujer.

Pues en eso te equivocas, sigues siendo mi mujer y yo tu marido, a mucha honra. Firmaste los papeles, pero yo no, no hay aún divorcio.

Tú... ¡tú eres un hijo de puta! El que más, de los que he conocido. Has venido aquí a engatusarme, a sacarme de quicio con tus caricias. A conseguir que viera al niño, que apenas miré por no encariñarme con él. Has estado vigilándome, como vigilas a tus ovejas, has decidido mi vida como decides la de ellas ¡Vete a la puta calle ahora mismo y no vuelvas!

Pepa, tranquilízate y medita las cosas, te quiero, es lo que realmente cuenta. Estaba desesperado cuando te fuiste, no podía pensar en vivir sin ti, era superior a mis fuerzas, hice todo, por seguir cerca de ti de alguna manera. No era por controlar tu vida, era porque no se descontrolara la mía. Y a ti te ocurre lo mismo. O, ¿a qué viene el quedarte en este pueblo, cerca de mí? Podías haberte ido a cualquier sitio o volver a Madrid.

¡Vete a la puta calle! Yo vengo de allí, pero nunca dejé que me manipularán y, eso me costó dos palizas, que casi me matan, pero no lo consiguieron. No voy a dejar que lo hagas tú ¡Fuera de aquí!

Serafín se levanta, el sobre ha caído a sus pies, no lo recoge, sale sin decir nada más.

Pepa, de bruces en la cama, con un llanto desgarrado, como nunca ha llorado. El sueño la vence, después de mucho.

CONTINUARÁ...


No hay comentarios: