29 noviembre 2010

ELECCIONES EN CATALUÑA

Está claro que unas elecciones autonómicas no son las generales. Pero también está muy claro que los votantes, esos a los que llaman “el pueblo” y que son muy a menudo olvidados por los políticos, por más que los nombren con frecuencia. Tienen, no la palabra, pero sí el voto y lo ejercen para decir BASTA. Y eso es lo que han dicho los catalanes a sus políticos.

BASTA de manosear la voluntad del pueblo, gracias a unos acuerdos que serán legales, pero no responden a la voluntad de la mayoría.

BASTA al derroche injustificado.

BASTA a la política partidista.

BASTA a la inoperancia.

BASTA a la falta de liderazgo. Porque eso es lo que creen, que aquí todo cabe con tal de hacer cada partido su juego. Y no es así. El PSC tendrá que buscar un líder. No sirve con cambiar al señor Montilla por otro... el que sea. Aquel que el aparato del partido crea poder manejar, que suele ser bastante frecuente y luego les sale rana. No, tienen que elegir a alguien con capacidad de liderazgo. Mucho sería pedir un estadista de verdad, con visión y formación, pero eso es lo que falta.

Así que pueden ir tomando nota los políticos de España. En las elecciones generales “el pueblo” votará y pasará la factura. Dirá BASTA a tantas cosas como han dicho los catalanes, o quizá más, mucho más, porque a nivel nacional aún lo están haciendo peor.

Cuando el pueblo habla, la política enmudece avergonzada.

Buenos días golondrineros, sed felices.

27 noviembre 2010

JACARANDA, MI NOVELA


Hola, golondrineros. Puede parecer que me he olvidado de vosotros, pero no es así. Lo que ocurre es que estoy terminando mi última novela: “Jacaranda”. En realidad ya está acabada, falta pulirla. Esto es como una escultura, le das la forma y luego hay que bruñir cada pequeño defecto. No suelen ser párrafos enteros, alguna palabra, punto o coma. Además de, como siempre, esas faltas que, unas veces por causa de la rapidez al escribir y otras por clara equivocación. Las encuentras siempre que relees. Cuando ya la das por buena, haces otra lectura y, ¡oh! Algo te salta a la vista que después de veinte veces no lo había hecho, pongo por ejemplo “lll” por “ll” . Tonto, ¿verdad? Pues sí, lo es, pero ahí estaban las tres eles como tres torres.

Y me preguntan a veces, por qué si ya la doy por buena la vuelvo a leer. La respuesta es bien sencilla, inseguridad total en la forma, que no el fondo. Siempre pienso que puede llegar a leerla alguien que sepa escribir bien y existe la posibilidad de que encuentre un millón de errores. Y eso, me provoca volver a repasar por si encuentro uno o dos... errores y puedo restarlos al millón.

En esta novela he viajado —como yo viajo, vía internet— a Minnesota. Sí, allá en los Estados Unidos. Es la tierra de los diez mil lagos, y me han encantado sus paisajes. Una de las protagonistas es de allí. También he estado en Argentina, en la pampa. Y algo he aprendido de los guaraníes, que ni sabía que existían. Una etnia que aún perdura en algunas de sus costumbres y lengua. Su cultura, sus creencias, me han sorprendido y forman parte de la historia. Que como no podía ser de otra manera acaba en Italia. Ja, es casi patológico. Pero en fin, qué le vamos a hacer, me gusta Italia, he vuelto a pasear por la Toscana. He recorrido lugares que no conocía y, al igual que siempre, me ha fascinado todo lo visto.

En estos momentos he hecho un alto en el camino, porque entre lectura y lectura, trato de refrescarme. Y qué mejor forma que escribiendo.

La foto es de www.viarural.com La jacaranda consume mucho CO2, ideal para limpiar nuestro aire y para embellecer el paisaje

Buenas noches, golondrineros. La jacaranda es el árbol de las bellas flores y para algunos del amor, el que yo os deseo, sed felices.


15 noviembre 2010

BIENVENIDO, MISTER MARSHALL digo BIENVENIDO, MISTER OBAMA

Hay quien necesita la labor de toda una vida para pasar a la historia.

A don Luis García Berlanga le bastó una película: “Bienvenido, Mister Marshall”. Hizo otras muchas, muy dignas algunas de ellas de pasar a la historia del cine con todos los honores. Pero con esa primera ya logró subir a lo más alto. Puede que alguno piense que lo más alto es un Óscar. No es así, el aplauso del público es el mayor premio. Junto al reconocimiento de críticos, amigos o menos partidarios. Indiscutible es que “Bienvenido, Mister Marshall”, sigue teniendo ese gran premio porque es un película genial.

En aquellos tiempos no era fácil hacer cine, la censura cortaba y recortaba. Mas no fue obstáculo para Berlanga. Al contrario, eso le llevó a dar el quite de forma magistral a los censores del régimen franquista, demostrando un gran ingenio que, tenía otro mérito añadido. Obligaba al espectador a formar parte de su buen hacer, al tener que entender el mensaje.

Algunos sacan la conclusión de que esa película es una sátira al régimen y al modo de vivir en España en la época. Otros, justo al contrario.

Los Estados Unidos habían puesto en marcha el Plan Marshall —un plan para ayudar a Europa a salir de la crisis de la posguerra— España vivía en el aislamiento. Hubiese sido un espaldarazo importante que la ayuda de los norteamericanos llegase. Pero pasó de largo, tal cual refleja la película, a pesar de los esfuerzos del pueblo —del gobierno—

Hoy quizá esté más vigente que nunca, lo que Berlanga expuso. Recuerdo que, tras la victoria del actual presidente norteamericano, señor Obama, Europa entera mostró su esperanza en un cambio positivo. Un nuevo “Plan Obama” creaba ilusión. España se sumó a esa esperanza —también yo— Alguno llevó esa esperanza, ilusión o quimera; al extremo de, hacer incluso cuenta de los muchos millones que España iba a ingresar, gracias al “Plan Obama” de la energía verde. Sí, tal cual, por infantil que pueda parecer, en una escenificación de “Bienvenido, Mister Obama”. El señor Miguel Sebastián, a la sazón ministro de industria, hizo cálculo de lo que supondría la masiva aplicación de la energía verde en los Estados Unidos para nuestra economía. Emulando los sueños de los protagonistas de Berlanga, no tuvo reparo en aparecer en la televisión, sentado en un sillón dorado de estilo rococó o parecido. Y con la mejor de sus sonrisas nos contó su sueño, a lo Berlanga.

A estas horas seguimos como los del pueblo de Villar del Río, llenos del polvo en que se convirtieron los sueños del “Plan Obama”.

Berlanga vivirá siempre. Nosotros seguiremos soñando, pero mientras tanto, arrimaremos el hombro por ver si, sin los “Plan de...” podemos lograrlo.

Buenas noches, golondrineros, sed felices. Ciao.

10 noviembre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 18 Y ÚLTIMO

Bueno, golondrineros, he tardado pero aquí estoy con el final de esta corta novela. No pasaré a la historia de la literatura con ella, pero si he logrado haceros sonreír en algún momento, mi objetivo está cumplido y, con ello, mi recompensa.

Soplan vientos desapacibles, fríos, turbulentos. Anuncian tormentas por mucho o por nada.

Viene el Papa y para unos es alegría, para otros motivo de burla y guasa. No hay respeto ni talento para mostrar desacuerdo.

Seguimos con más del veinte por ciento de parados, y nuestro Presidente se va a dar lecciones en una cumbre, de qué medidas son necesarias para crear empleo. No hay respeto por los parados, ni talento para paliar el paro.

Pero todos nuestros problemas se minimizan porque, ya podemos elegir el apellido para nuestros vástagos. Prioritario era tener eso resuelto en estos momentos.

Como lo sigue siendo dar fondos a los que cuidan de refrescar la memoria histórica, sólo de un lado, claro.

Mas no tenemos que preocuparnos por nada, con el cambio de ministros, las nuevas secretarías de estado y un súper vicepresidente controlando. El país va viento en popa... hacia el naufragio. Y siendo así, a qué apurarnos. El que sepa nadar se salvará, y el que no se ahogará —yo no sé nadar— Pero aunque os hundáis en el mar de la desesperanza, de la impotencia ante la adversidad, incluso de la miseria. No olvidéis que “La vida es bella”.

No perdamos más el tiempo y acabemos lo empezado.

En el capítulo anterior, Pepa, descubre que Serafín es el dueño de la casa en la que vive y que fue él quien le consiguió el trabajo. Se siente manipulada y engañada. Nueva ruptura y esta vez con una fuerte discusión.

CAPÍTULO 18

Pasan dos semanas, no ha salido de casa, ni para ir a comprar algo de comida, pues apenas toma nada. Está llorando lo indecible, su cabeza es incapaz de razonar, en realidad, no se permite pensar. Llaman a la puerta, abre. Remigia.

¿Qué haces aquí?

Tengo que hablarle, por favor, es importante.

¿Es el niño, le pasa algo?

No, no señora, el niño está bien, es el amo.

Ya le vuelves a llamar amo, no me interesa, si es de él no me importa, puedes irte por donde has venido.

Por favor, déjeme, se lo suplico, luego, haga Ud lo que quiera, pero déjeme.

Las fisgonas ya están tratando de enterarse ¡¿Qué, no tenéis faena? Meteros en vuestros asuntos!

Señora, entremos, por favor.

Pepa va en camisón, con la cabellera revuelta, los ojos hinchados de tanto lloro, pálida, delgada, es una sombra de sí misma.

Tiene muy mala cara, ¿ha desayunado?

Al grano, Remigia, di lo que sea.

No voy a hablar mientras no la vea comer, está en los huesos y, esos ojos a punto de reventar

Déjame en paz, Remigia, no tengo fuerzas para discutir, déjame en paz.

No, ya estoy harta del juego este, que se llevan entre los dos. Le voy a preparar el desayuno y se lo toma, mientras hablaremos, pero quiero verla comer.

Remigia ha entrado en la cocina, cuando sale, Pepa llorando. Está tirada en el sofá con un cigarrillo, se lo quita de las manos.

Ya está bien, Pepa, ya está bien. Venga a la mesa, siéntese y tómese eso. La nevera está vacía, la leche que había abierta, estropeada ¿Qué ha comido estos días? Es igual, no me lo diga, nada de bueno, me basta verla. He venido para llevarla a casa. No me mire así, a eso he venido y, no me ha mandado él. Vengo porque quiero. No esperaba encontrarla en estas condiciones; venía para pedirle ayuda y, veo que la necesita tanto o más que él. No ha salido del cuarto desde que volvió y me dijo que Ud le había echado. A fuerza de importunarlo ha bebido un poco de agua, pero de comer nada, ni se ha lavado. Me grita, cosa que jamás ha hecho. No quiere ver al niño. Tiene que venir, tiene que hacer algo, está cómo loco. El trabajo abandonado, el capataz viene todos los días tres veces, no quiere hablar con él. Pepa, por lo que más quiera, venga y ayúdeme a sacarlo de eso o se morirá.

Remigia, se seca los ojos, le acerca el plato con las tostadas.

Y ahora la veo a Ud, que está casi como él, ¿qué les pasa? Mire, yo le voy a decir la verdad. Cuando llegó, pensé que era una lagartona que venía por su dinero. Es demasiado guapa, mucha mujer para él, eso pensé. Pero luego vi cómo le trataba, que intentaba hacer la casa habitable; y, cómo estaba él de contento. Porque a Serafín hay que conocerlo, para saber cuando está contento. Y cambié de opinión. Cuando nació el niño y se fue, la maldije, porque, qué madre abandona a su hijo a la semana. Él me explicó un poco de Ud, de lo que hacía antes y, que en principio, él sólo quería tener al hijo. Que habían discutido y, era culpa de él que Ud se hubiese ido. Le pregunté si la quería. Me contestó, que más que a su vida. Pepa, no necesito preguntarle si Ud le quiere, eso ya lo sé. Se quieren, que es lo más importante, todo lo demás se sobrelleva. El matrimonio tiene sus cosas, sus ratos malos, como todo en la vida. Este hombre ha vivido como un animal, desde que sus padres murieron no le he visto reír. Ud le ha hecho reír. Imagino que su vida no ha sido mejor. Pueden vivir bien los dos, con peleas, como todos, pero queriéndose todo se supera. Y luego está el niño, teniendo unos padres que se quieren, tener que vivir sólo con lo que yo le pueda dar, eso no es bueno y, mire que le tengo apego, porque es de comérselo. No eche a perder su vida y la de ellos Pepa, vuelva a su casa. Ande, arréglese, está muy desmejorada, pero ya me encargaré yo de que se recupere pronto.

Venga, Pepa, por favor vístase, yo asearé esto un poco y nos vamos. Mire, ya sé que no le gusta que la llame ama, pero se lo digo. Ud es el ama, y esa casa, esa familia, la necesita allí, con su alegría, dando vida a todo aquello. Porque en esa casa, no ha habido vida hasta que Ud llegó. Y se lo vuelvo a decir, es Ud el ama, puede hacer y decir lo que le dé la gana, hacerlo bailar de coronilla si quiere. Las mujeres somos las que mandamos, aunque ellos crean lo contrario. Tenga eso presente, lo que quiera hágalo, pídalo o mándelo, el ama de todo y, sobre todo de él, es Ud.

Pepa, no ha abierto la boca, ha dejado de llorar, va a la ducha. No quiere pensar, se siente tan mal de cuerpo y alma, que prefiere no pensar. Anda tropezando, Remigia ha entrado y le ayuda a vestirse, recoge algunas cosas.

Píntese un poquito, anda descolorida, que la vea guapa. Ya la traerá Anselmo, el día que quiera a recoger lo que falte, ¿le parece? Vamos, estoy nerviosa, he dejado al niño en casa de una parienta, pero él está solo.

Vuelta a casa, durante el trayecto, en silencio, alguna lágrima se le escapa de cuando en cuando, pero está más tranquila.

Cuando llegan, Remigia pregunta.

¿Quiere que suba con Ud, subimos las maletas ahora?

No, no subas hasta que no te llame. Ve a recoger al niño.

Entra en la habitación, huele mal, va a la ventana y la abre de par en par. Serafín, horrible, un espectro, sin afeitar, con la mirada en el techo, no se mueve.

¿Piensas quedarte ahí hasta el entierro?

Se ha incorporado, el cuerpo temblándole, el llanto ahoga las palabras que no llega a pronunciar. La mira como alucinado. Ella se acerca a la cama, aparta la sábana que lo cubre y desde su altura lo contempla. El pequeño cuerpo de Serafín, es un despojo de lo poco que era, pura osamenta que puede contarse. Los ojos desorbitados.

¡La madre que te parió! Hay que estar loca para querer algo contigo. Y yo, debo estarlo, porque he vuelto y, hagas lo que hagas, no me volveré a marchar. Pero escúchame bien, soy el ama, ¿te enteras? Tú mandas en el campo. En casa, en la familia, en ti, mando yo. Mete eso bien en tu mollera, en tu memoria, porque si algún día te olvidas, de una paliza te mato. Ahora levántate.

Serafín, lo intenta, medio arrastrándose. Ella, a pesar de estar mal, le ayuda, es como un muñeco entre sus brazos. Lo lleva a la ducha. Lo hace apoyar en la pared y abre el agua. Serafín tiembla como una hoja de papel. Ayudándole, Pepa queda igual de mojada que él. Al final se quita la ropa y, se mete con él en la ducha. Serafín no ha dejado de llorar en silencio.

Se te ha quedado muerto, tan chulo, y ahora, míralo. No te preocupes, ya resucitará, yo me encargo, tranquilo. Yo también me he quedado sin tetas, pero volverán, tendrás donde apoyarte.

Serafín, que sigue con los temblores, sonríe.

Mira que estás feo sin afeitar, para echar a correr. Y con lo que tiemblas, no vas a poder afeitarte, no quiero que te vea el niño así. Dime algo, lo que sea, quiero saber si aún tienes voz.

Te... te quiero, te quiero.

Eso ya lo sé, por qué te crees que he vuelto, porque lo sé y, por lo mismo, porque yo también te quiero. Pero mis condiciones, ya te las he dicho. No las olvides. Tú no mandas en mí, de La Pepa no manda nadie, soy libre. Soy tu mujer pero libre. No intentes manosear mi vida, mi cuerpo lo que quieras, te lo doy gratis; pero mi vida, mi pensamiento, ni se te ocurra, eso es mío ¿Te ha quedado claro?

Una vez vestidos los dos, le dice que espere, baja y le dice a Anselmo que suba y a Remigia que le prepare algo para tomar.

No sé, Remigia, tú verás, lo que sea, algo que le siente bien, está que no se sostiene de pie. He tenido que hacer esfuerzos para no echarme a llorar cuando le he visto, suerte que tú no le ves desnudo, porque es un esqueleto medio andante.

Sube a la habitación, Anselmo esperando órdenes.

A ver, Anselmo, si me haces el favor y lo afeitas, yo no me atrevo con esa navaja que tiene. Y es que a los de Albacete os da por las navajas, con lo fácil que es una maquinilla.

Sí señora, no se preocupe, yo me ocupo.

No es necesario, Pepa.

Tú a callar, Anselmo te afeita hoy, mañana ya veremos si puedes.

Una vez afeitado, su aspecto mejora, lo poco mejorable que es. Remigia ha entrado con una tazón con leche y pan.

Le he puesto un poco de vino y una yema, a ver si coge algo de fuerza.

La cogerá. Para comer, algo ligero, no vayamos a atiborrarlo y le siente mal.

Ella misma le ha dado las sopas, él, llorando.

Como sigas moqueando, te vas a comer los mocos mezclados con las sopas; para de una vez, ¿te crees que eres el único con ganas de llorar? Ahora vamos a ver si podemos bajar, o tengo que llamar a, Anselmo, para que te ayude.

Podré, contigo podré.

Se levanta con gran esfuerzo, Pepa lo coge entre sus brazos.

Te me has quedado en menos de lo que eras. Ahora tengo dos niños, yo necesito un hombre, así que ya te me vas espabilando o me buscaré otro y, puedes estar seguro de que lo encuentro enseguida.

No te hará falta, vas a ir sobrada, dame un poco de tiempo.

Tiempo, siempre con el tiempo, ya hemos perdido demasiado los dos. Yo marcaré el ritmo, tú me sigues, nos irán mejor las cosas. Eres demasiado lento y, cuando quieres correr, te tiras al barranco, haciendo lo que no toca.

Le acaricia, le besa, Serafín recostado en su pecho.

Pepa, Pepa, no quería vivir, sin ti no quería vivir.

Ya, no me hagas llorar, que yo también he llorado lo mío. Vamos a ver al niño, no lo he visto aún, y ya no resisto más. Anda, cógete bien. De verdad, Serafín, si ves que no vas a poder, llamo a, Anselmo.

Puedo, Pepa, contigo puedo lo que sea.

Les ha costado, las piernas de Serafín, a duras penas le respondían, Remigia al pie de la escalera, Anselmo a su lado. Pepa ha hecho gesto de que no subieran. Han entrado en la salita, le ayuda a sentarse y luego coge al niño. Ahora sí que ya no aguanta y las lágrimas le caen a raudales, el niño como si entendiera, rodeándola con sus bracitos, metiendo su cabecita junto a su cuello.


Tres meses después. Pepa con el niño a su lado gateando.

Pon esa bola más arriba.

Pepa, ya está en línea con la otra.

Pero que línea ni qué narices, quién manda que las bolas del árbol tengan que estar en línea, ponla más arriba.

Más arriba, ama, como tú mandes.

Menos burla. Anda, baja ya. José, no te comas eso. Mira qué bonito ha puesto el árbol papá, a que te gusta, a que no me vas a ser un desaborido como él.

Ven aquí mandona, que eres una mandona. Te voy a demostrar yo, lo desaborido que soy.

Eres un pesado, déjame. José, ven, defiéndeme del pulpo de tu padre.

En el suelo los tres, Serafín se la come a besos, el niño por encima de ellos, entra Remigia.

La comida está en la mesa, ven José, deja a tus papas, que no saben hacer lo que toca, cuando toca. Ya le doy yo la comida.

Los dos a carcajadas.

Sábado por la noche, viendo la tele echados en el sofá, Serafín recostado en su pecho. Suena el teléfono.

Diga.

Hola, soy Olvido Buendía, amigo Secreto ¿Te acuerdas de mí?

Sí, claro.

He llamado a La Pepa, pero está desconectado, quería saber cómo os ha ido, si seguís juntos.

Sí, claro.

¿Habéis tenido el niño que querías?

Sí, claro.

Entonces ¿estáis felizmente casados?

Sí, claro.

Entiendo, por tanto, que está todo bien.

Sí, claro.

Me alegro mucho por vosotros. Y, por mí, he estado preocupada, por si teníais problemas. Pero ya veo, que lo tienes todo claro, aprovecho para felicitaros la Navidad, se lo dices a Pepa.

Sí, claro. Feliz Navidad y gracias.

¿Quién era?

Olvido Buendía, quería saber si todo iba bien, le he dicho...

Sí, claro, ya lo he oído. Sí, claro que va todo bien, ¿qué dices tú?

Ya, eso, eso mismo, lo que he dicho, ya lo he dicho, lo has oído.

Pepa ríe feliz, se inclina y besa a su marido.

En el locutorio, Olvido enciende un cigarrillo. Su ayudante le dice.

Si lo tiene todo claro, es que está todo claro, ese hombre no despilfarraba las palabras precisamente, iba al grano. Si ha pasado del “no, no tengo” al “sí, claro” es porque la cosa ha ido de puta madre, aunque en este caso, la puta es la mujer.

Sí, claro.

Desde el control de sonido suena “La vida es bella”.

Olvido apaga el cigarrillo, sonríe satisfecha. “Sí, claro que sí, solo hay que darle la oportunidad, para que así sea”.

Sed felices, golondrineros, ciao.


02 noviembre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 17

En el capítulo anterior: Pepa y Serafín han hecho las paces, tras meses de separación. Y por fin, Pepa, vuelve a casa para ver a su hijo.
CAPÍTULO 17

Cuando llegan a casa, las piernas le tiemblan a Pepa. Serafín la coge de la mano, sonríe. Sale Remigia.

Buenas, me alegro de verla, señora, me alegro mucho de verla.

Pepa, está tan sorprendida, que se inclina y la besa.

Gracias, Remigia, yo también, ¿el niño?

Muy bien, señora, es un bendito, da faena, porque no para de tirar los juguetes. Pero come muy bien, y dormir, como un angelito. Está en la salita. El señor me enseñó a ponerle la música y le gusta, cuando acaba, empieza a chillar, tiene un vozarrón.

Pepa aprieta la mano de Serafín al ver al niño, las lágrimas escapan sin remedio. Lo coge en brazos, siente temblor por todo su cuerpo. El crío como si la conociera, le chupa la cara, le coge del pelo, la nariz, la mordisquea con su boquita. Pepa ríe y llora al tiempo. Serafín contempla la escena, feliz, satisfecho, relajado.

¿Qué, crees que no te querrá? Es imposible no quererte, Pepa, eres pan bendito. Nadie mejor que un niño para darse cuenta. Voy a ponerme celoso, tendrás que achucharme a mí así.

Cuando quieras, cariño, te aseguro que tengo para los dos, y con todo lo que os he echado de menos, te voy a aburrir. Remigia, ¿a qué hora come?

Ha comido hace un ratito, pero le tengo acostumbrado a dormir un poco más tarde, para que vea al señor, cuando viene a comer.

Es muy guapo.

Sí señora, tiene los ojos de Ud y, la sonrisa, es todito a la señora.

Oye y, ¿cuándo has decidido llamarme, señora? Porque ni caso, cuando te lo pedí.

Cuando se fue, le conté al señor lo que me dijo, por si tenía yo culpa de algo. Él me dijo que le diera ese trato cuando volviese ¿Le parece mal?

No, Remigia, pero si quieres llamarme Pepa, puedes hacerlo, cómo más te guste.

Sirvo la comida, si le parece.

Sí, por favor, tengo ganas de volver a comer tus guisos, los he echado de menos.

Vamos al comedor, llevaremos el corralito del niño allí, así lo podemos vigilar mientras comemos. Aunque lo único que me comería ahora mismo, es a ti, estás para comerte con esa cara de Macarena.

¡Serafín! Que a lo mejor a la virgen no le gusta que la compares conmigo, con todo lo que llevo yo a la espalda.

En tu espalda, al final, solo llevas el culito más bonito de todo Albacete.

Pepa se echa a reír, el niño con ella.

Estás loco, te has vuelto rematadamente loco, pero me encanta. A lo mejor cuando pase el tiempo, me lo pienso y prefiero al de antes.

De eso nada, lo que voy hacer, es que seas tú la que se vuelva loca por verme, por oírme, por besarme.

Eso ya lo estoy.

Cuando Remigia entra, los encuentra besándose, con el niño cogido de la cara de los dos, riendo. Carraspea.

Perdona, Remigia, pero llevamos faena atrasada.

Sí señora, ¿quiere que me lleve al niño?

No, prefiero verlo, tengo que marcharme, hasta el domingo no lo volveré a ver.

Remigia mira interrogante a Serafín, que levanta los hombros.

No ha podido ser así de repente, tenemos que esperar un poco más. Tienen que buscar quien la sustituya en el trabajo, pero será pronto.

Y pronto es, aunque les parece largo, dos semanas. En ese tiempo, Serafín ha acudido a diario a cenar al restaurante y luego han ido juntos a la casita. Por la mañana, acompañándola, llevándola al trabajo. Pepa, es más La Pepa que nunca, lo vuelve loco cada noche, pero a ella le ocurre lo mismo. Porque Serafín es un hombre nuevo, que la mima, le regala con sus palabras, con sus caricias.

Está recogiendo la ropa, él, sentado la contempla.

No he hablado con Franca de la casa, tengo pagado el mes, aún quedan días. Serafín, los muebles, los electrodomésticos, ¿qué hacemos? Son míos.

Bien, los dejamos aquí, la casa también es tuya.

¿Cómo?

Yo soy el propietario, por tanto es tuya también, eres la dueña.

¿De qué me estás hablando? O sea, que Franca me ha engañado, tú estabas detrás de esto. Y el trabajo, lo tengo gracias a ti, di, ¿es eso? Me has estado manipulando.

Para, para Pepa, que cuando te embalas, te precipitas. Un poco de maniobra sí he tenido que hacer. Si no encontrabas trabajo, podías pensar en marcharte a otro sitio. En cuanto a la casa, no iba a dejar que mi mujer viviese en cualquier parte y, desde luego, la has dejado muy bonita.

No tenías que hacer nada. Es mi vida, yo tengo que manejarla, tú no eres mi amo. Cobré la mierda del acuerdo, que por cierto, ahí lo tienes (Pepa ha sacado el sobre y se lo echa encima) Pero ni un euro he tocado, no lo he contado siquiera. Lo que he comprado ha sido con mi dinero. Me hubiese quemado tocar ese dinero.

Crees que se puede pagar todo; estás muy equivocado. Recuerda la cancioncilla que pusieron la noche que llamé a la maldita radio. Ni se compra ni se vende. Mi cariño no se compra Serafín. Puedes pagarme los polvos, pero el cariño, lo doy gratis, y, así lo he sentido. Al principio no, pero pronto y aún no sé por qué, me pirré por ti, a pesar de la mierda de tío que eres y, de la forma que me tratabas. Y, eso, aunque seas el rico del pueblo, no lo puedes pagar. Mi libertad es mía y no la vendo. No tenías ningún derecho a maniobrar nada. Hubiese preferido vivir debajo del puente, de haber sabido que era tuya la casa, y estar barriendo calles, pero con algo que yo hubiese encontrado.

Serafín, tranquilo, como si la cosa no fuera con él.

¿Has terminado o aún quieres decir más barbaridades?

Digo las que tú me provocas y, además, no soy ya tu mujer, ni quiero serlo. Me faltaba esto, la mentira, el engaño. Si algo me gustó de ti, fue que parecías sincero ¡Vete a la mierda, Serafín! Es donde tienes que estar. Ya me buscaré la vida, soy libre, afortunadamente ya no soy tu tan cacareada mujer.

Pues en eso te equivocas, sigues siendo mi mujer y yo tu marido, a mucha honra. Firmaste los papeles, pero yo no, no hay aún divorcio.

Tú... ¡tú eres un hijo de puta! El que más, de los que he conocido. Has venido aquí a engatusarme, a sacarme de quicio con tus caricias. A conseguir que viera al niño, que apenas miré por no encariñarme con él. Has estado vigilándome, como vigilas a tus ovejas, has decidido mi vida como decides la de ellas ¡Vete a la puta calle ahora mismo y no vuelvas!

Pepa, tranquilízate y medita las cosas, te quiero, es lo que realmente cuenta. Estaba desesperado cuando te fuiste, no podía pensar en vivir sin ti, era superior a mis fuerzas, hice todo, por seguir cerca de ti de alguna manera. No era por controlar tu vida, era porque no se descontrolara la mía. Y a ti te ocurre lo mismo. O, ¿a qué viene el quedarte en este pueblo, cerca de mí? Podías haberte ido a cualquier sitio o volver a Madrid.

¡Vete a la puta calle! Yo vengo de allí, pero nunca dejé que me manipularán y, eso me costó dos palizas, que casi me matan, pero no lo consiguieron. No voy a dejar que lo hagas tú ¡Fuera de aquí!

Serafín se levanta, el sobre ha caído a sus pies, no lo recoge, sale sin decir nada más.

Pepa, de bruces en la cama, con un llanto desgarrado, como nunca ha llorado. El sueño la vence, después de mucho.

CONTINUARÁ...