02 abril 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA. SÉPTIMA SEMANA. CON SABOR VIEJA FE.

“Y al séptimo día descansó...” Porque su obra era buena. Mas no es así en la Nueva Fe a pesar de ser siete las semanas transcurridas y de haber mejorado en algunos aspectos. Es probable que el cambio de hora nos haya afectado y los kilómetros que a diario hacemos —no es un decir, son kilómetros— nos han pesado un poco más. Por fortuna vamos centrándonos en el inmenso espacio y ello hace que el ambiente sea menos tenso. También ha contribuido la celebración de un “Ángelus” para culminar la despedida de doña Juanita. A pesar de que lo hicimos el lunes, día poco apropiado, pero vino bien empezar la semana con dicho evento. Además, nos hemos comprado una pijada de horno que inauguramos el jueves, dando sabor y olor de Vieja Fe, con lo que el personal ha recargado las pilas al ver que podemos mantener alguna de nuestras rancias costumbres a pesar de los pesares. Aunque “El comer y el cagar, con reposo se han de tomar” Aquí reposo hay poco, pero “A todo se acostumbra uno, menos a no comer” De todos es sabido que “Con la barriga vacía ninguno muestra alegría” Así que hemos comido como hemos podido y para bien ha sido. Hay más alegría y energía en la gente. Falta hace que llenemos las alforjas para andar lo que andamos.

Después de este paseo por nuestro refranero para justificar lo bueno que es el “Ángelus” Paso a contaros alguna anécdota ocurrida.

Para empezar, según me han dicho y de ello ha hecho eco la prensa, cayó una parte del techo falso en un pasillo. Sin daños personales, salvo el consiguiente susto. Bueno, nada importante, en la Vieja Fe ocurría de vez en cuando y nadie se rasgaba las vestiduras por ello.

También ha salido en la prensa —lo he corroborado— que en una sala, a falta de interfonos para la comunicación de los pacientes con el personal. Les fueron dados unos “sonajeros” hechos con un bote de los usados para recogida de muestra de orina y dentro unas tapitas metálicas de las botellas de suero. Lo cual demuestra, una vez más, el ingenio del personal de enfermería para paliar los problemas a los que se enfrenta en su quehacer diario. Al tiempo que, habrán provocado la hilaridad de los pacientes. Eso espero.

Aunque la palabra “paciente” ya no está muy de moda, ahora adquiere una mayor dimensión. Sí, el paciente tiene que serlo mucho más que antes. Su paciencia no puede tener límites porque ocasiones para perderla las hay y muchas. Una de las causas que puede provocar la pérdida de la paciencia del sufrido paciente y su acompañante, es la inadecuada señalización del gigante sanitario, tanto dentro como fuera. Los circuitos internos que obligan a un ir y venir sin sentido en muchas ocasiones. La poca o mala información de por dónde deben ir para llegar a su destino.

Caso por ejemplo de que veas atravesar una sala infantil con un adulto encamado, con un par de bombas de perfusión, en busca de la sala de origen. Dando un paseo inmerecido además de inapropiado al más que sufrido paciente.

Otra historia de andar dando tumbos: una joven, arrastrando los pies y encogida por el dolor por el inmenso pasillo de la segunda planta, en busca del servicio de Urgencias. Acompañada de su angustiada madre. Habían entrado al hospital por la planta baja frontal, que son las consultas, y, alguien les había dicho que, subiendo a la segunda planta podían coger un ascensor para bajar de nuevo a la planta baja en su parte posterior y poder así llegar hasta Urgencias. Una locura total, pero no protestaban, solo suplicaban.

Y hay que protestar, los pacientes y los que por allí andamos con demasiada frecuencia dando vueltas. El gigante está mudo, lo poco que dice lo hace en un lenguaje ininteligible. Letras y números. No sé si es un nuevo idioma, un esperanto modificado o sacado de las galaxias. El caso es que no sirve. Hacen falta carteles, grandes en el exterior y bien claros en el interior. Que nos ayuden a todos para hacer el camino.

Todos los caminos conducen a Roma. Tampoco hay problema para llegar a Santiago. Pero en la Nueva Fe puedes perderte antes de entrar, y si entras, es posible que no llegues a donde has de llegar.

Y, hablando de Roma, Concha y Encarni fueron allí y trajeron una botella de limoncello de Sicilia, muy bueno. El chupito que nos tomamos nos vino de maravilla. Por cierto que tendré que hacer el narancello, la receta es la misma que el limoncello, en lugar de corteza de limón la de naranja.

Buenas noches golondrineros, mañana voy a la Nueva Fe, ya debería estar acostada. Ciao.




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