Éramos pocos y parió la abuela. Ya estamos en campaña electoral. Y poco quiero decir, hoy por lo menos. Una recomendación, no les escuchéis.
A estas alturas de la vida democrática, es muy posible que ya tenga cada cual hecha su opinión y decidido el voto. Pero si no es así, y esperáis que con lo que digan os aclaren las cosas, andáis listos.
Decidid por el color de ojos, por la nariz o la corbata. Pero no por sus palabras, que aunque no siempre se las lleva el viento, son con mucha frecuencia, falsas. Exageradas, distorsionadas maliciosamente o, en el mejor de los casos, cargadas de utopías que no conducen a nada.
Hace muchos años, un socialista de los de antes, don Enrique Tierno Galván —creo que ya lo mencioné en otra ocasión— apeló a la cordura, moderación y respeto, en los discursos políticos. En vista de la pésima oratoria en las campañas electorales. Si ahora levantara la cabeza, ese buen hombre, la volvería a meter en el hoyo horrorizado. Por todos, los suyos y el resto.
No es necesario oír tanta mentira. No aprendemos nada nuevo con los ataques que se prodigan. Faltan gentes con ganas de trabajar por construir país y no por medrar a costa del mismo. Y, siendo así, no les importa qué armas utilizan. Incluso dentro de los propios partidos, no permiten que les quiten el puesto.
Mientras, los españolitos a pie, porque ya ni la gasolina podemos pagar. Encima quieren castigarnos con escuchar su propaganda. Poco será el tiempo que les dedique, y ese poco aún será demasiado, no lo merecen. Sí iré a votar, porque es mi derecho y lo ejerceré, pero no les escucharé sus cantos de sirena porque con ello sólo podrían conseguir, que me quedara sentada en mi casa. Y no debemos, es necesario mantener viva la democracia, aunque solo sea con eso, con el ejercicio del voto. Del resto, por desgracia, poco nos va quedando ¡Qué país!
Sed felices, golondrineros, incluso en campaña electoral. Ciao.
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