01 mayo 2011

NUEVO HOSPITAL LA FE DE VALENCIA. UNDÉCIMA SEMANA. PRIMERO DE MAYO, NADA QUE CELEBRAR.

Son once las semanas de estas crónicas, a veces cómicas y otras... no sé, trágicas quizá no, pero sí bastante lamentables. He decidido poner punto y final, o puede que sea un punto y aparte, depende de si hay algo que merezca especial mención. Ahora mismo, el gigante sanitario que es la Nueva Fe, va andando. A veces a trompicones, otras ya parece en orden, por tanto no quiero aburriros ni muchos menos aburrirme yo. Porque si de algo me sirve a mí escribir en el blog —no sé si a vosotros el leerlo— es para denunciar y/o distraerme de todo aquello que me enmohece, malhumora o lo que es infinitamente peor, me desilusiona. Restándome capacidad de inventar historias, que es en realidad lo que me hace vivir. Porque sí, es cierto lo que dijo Ana María Matute en su discurso de entrega del Premio Cervantes “El que no inventa, no vive”.

Creo haber dejado claro que apuesto por esta Nueva Fe, a pesar de todo. También que somos los que en ella trabajamos a diario los que de verdad le daremos el valor real, no cuantificable en euros, sino en calidad de servicio en lo que es nuestra misión final. La atención sanitaria integral y personalizada.

Alcanzar la excelencia en los resultados, no es un objetivo utópico en la Nueva Fe. Depende de nosotros, de los que allí trabajamos, de nuestra voluntad para lograrlo. No importa si las circunstancias nos son adversas y nos impiden llegar. En el ejercicio de esa voluntad está nuestra satisfacción y, por tanto, nuestra recompensa.

Para lograrlo es necesario el trabajo en equipo y, ahí sí que lo tenemos más difícil que antes. Por ese diseño erróneo, inadecuado para una funcionalidad óptima. Esa distribución inhóspita, propicia la frialdad en las relaciones. No ya con los pacientes, también entre el personal. Tenemos pues que, atarnos los machos y, vencer esa resistencia del gigante a la comunicación y la cordialidad. Trabajar de cara a un ordenador, puede ser muy eficaz y eficiente —cuando todo funcione correctamente—. Pero, qué duda cabe, exige una dependencia tecnológica que va en merma de la relación. Al igual que el infinito espacio físico en el que nos movemos, que obliga a dedicar más tiempo a la acción de andar que a la de atender y dialogar con el paciente o el personal.

Pero no nos cerremos en banda por estos inconvenientes, que no tienen solución. Podemos, si queremos. Queremos. De eso, yo por lo menos, tampoco tengo duda.

Andaré ligera, qué remedio, pero a la par que ande, buscaré y encontraré numerosas golondrinas verdes por los inmensos pasillos de la Nueva Fe, que irán igual o más ligeras. Las golondrinas verdes me darán el calor necesario para paliar la gelidez del gigante sanitario.


Hoy es el día internacional de los trabajadores, primero de mayo. Nada hay que festejar porque el primer derecho de un trabajador es el derecho al trabajo. Aquí y ahora, el trabajo anda muy escaso. Más del veinte por ciento de las personas en edad de trabajar en este país, no pueden ejercer ese derecho. Mientras, tienen que soportar ver a nuestros políticos andar a la greña con el “… y, tú, más”. Porque unos y otros han abusado del ejercicio del poder para su propio beneficio, ya sea económico o por un interés político. Tamaña injusticia no tiene perdón, pero todos somos algo culpables de esta situación ya que la permitimos con nuestro silencio.

Porque ese es el resultado de no exigir ningún requisito para el cargo, tal cual ocurre con todas las profesiones. Para optar a un puesto político, no es menester que tenga el candidato un doctorado en ciencia política. Pero sí son indispensables una serie de valores éticos, cuya carencia lleva con demasiada frecuencia al abuso de poder o malversación.

Está claro que no son todos, pero aquellos que no lo son deben apartar a los que sí, aunque sea en detrimento de la presunción de inocencia. Puesto que, un derecho individual no puede ir por encima del colectivo.

Los cinco millones de parados de España tienen derecho a trabajar. Y es justo que todos, parados o no, reclamemos en este día que nuestros políticos sean honrados, cumplan su función de gobernar, y hagan lo necesario para acabar con esta situación. Dejando a un lado sus propios intereses o los de sus partidos por ser una prioridad nacional, una razón de estado. Porque si CINCO MILLONES de españoles están hundidos, España no está a flote.

Sed felices, golondrineros, ciao.


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