25 julio 2011

MUERTE EN UTOYA // MUERE AMY WINEHOUSE

Descartado al parecer que exista una organización o trama para lo ocurrido en Noruega, queda preguntarnos si está loco el asesino. Cuyo nombre no pienso mencionar porque esa gente quiere pasar a la historia y no debemos darle ese gusto, poniendo cara y nombre, a quien tan solo es una alimaña.

Lo primero que escuchas es que es un trastornado por su ideología. No lo creo, hay que aceptar que existe gente ruin. Capaces de urdir cualquier tipo de plan para alcanzar la notoriedad y sobresalir blandiendo la bandera que defienden y tienen con mucha firmeza asentada.

Su capacidad de estrategia y organización para lograr su objetivo, dan clara muestra de su inteligencia. Cierto que puede aun así ser un loco. ¿Pero acaso tenemos por locos a los diferentes terroristas que existen y organizan atentados? No, y no es así porque tienen objetivos y motivos, según ellos claro, para llevar a cabo su lucha contra la sociedad en que se mueven o en el mundo entero. En este caso es un hombre que, según él mismo, vale por cien mil para ejecutar lo que su mente criminal ha maquinado. Y lo ha logrado sin vacilar en su cacería.

Además de criminal es un cobarde, igual que todos los terroristas, pero en su caso multiplicado por cien mil. ¿Qué fácil, no? Disparar contra gente desarmada y sin apenas posibilidad de huir. Tal que estuviese en una feria disparando al blanco para lograr el premio del osito. Aquí su premio es el dolor y el llanto de todas las familias afectadas, en definitiva del pueblo noruego y toda persona de bien de cualquier parte del mundo.

No sé cuál puede ser la condena en Noruega, aquí podrían ser dos mil años, que luego serían unos veinte o poco más. Lo justo, y debiera ser lo legal, es que no saliera jamás de la cárcel.

Descansen en paz todos los que murieron. Alcancen la paz y vivan en la esperanza de un mundo mejor los que sobrevivieron.


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Por fin lo consiguió, Amy Winehouse, ha muerto. Era su objetivo, hizo grandes esfuerzos por lograr llegar a esa meta, y llegó con los veintisiete años. Parece que es la edad adecuada para morir y pasar a la historia, sin llegar al olvido estando vivo. Acaso sea necesario el sacrificio a los dioses de la fama, del éxito merecido o no, prefabricado. Millones de discos que revierten en millones de dinero contante y sonante. Y enriquecen a cuantos manejan los hilos de la marioneta, que cree ser alguien y solo es lo que otros quieren que sea.

Pero no alcanzó sola su objetivo. Le ayudaron todos aquellos que la jalearon, que decían les gustaba cómo cantaba y comentaban con morbosidad su desvíos o desvaríos. No hicieron por mandarle miles, millones de protestas, contra su mal andar el camino. No, siguieron acudiendo a sus conciertos por ver si la veían caer del escenario. Pues bien, lo consiguieron, por fin lograron su objetivo. Amy Winehouse, ha muerto.

No fue tan buena, ni tan brillante que mereciese el brillo desmedido logrado en tan poco tiempo. Y le estalló por dentro esa luminosidad, apagando quizá la oportunidad de llegar a ser grande de verdad. Porque su voz, su manera de cantar merecían tiempo, para llegar a ser una estrella rutilante y firme. Gracias a ese ascenso vertiginoso, ha sido una estrella fugaz. Un viaje intenso, rápido y muy corto. ¿Valió la pena, Amy? ¿Os parece que vale la pena vivir a esa velocidad? Bien, pues si es así, bien está que por fin la estrella fugaz no brille más.

Descanse en paz.

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