19 marzo 2012

ANA SIEMPRE ESTARÁ CON NOSOTROS

Ana se fue. A ese lugar del que nunca puedes regresar. Su cuerpo es el que quedará allá, pero no ella. Ana seguirá entre nosotros, junto a su familia, en la memoria de sus amigos.

No puedes ni siquiera preguntar ¿por qué? No hay otra respuesta, es la vida. Una vida que se nos presta y cuando decide ¿? Reclama lo suyo y te quedas sin ella.

Apenas ha podido disfrutarla, en plena adolescencia le vino la enfermedad y junto a ella el dolor, la angustia. Un sufrimiento inmenso para todos, más para ella. Junto a eso llegó la esperanza, con más dolor y angustia pero paliando la desesperación. Había alguna oportunidad de poder seguir con ese préstamo de vida y se hizo todo lo posible hasta agotar los recursos y con ellos la esperanza.

Unos tres años mal vividos, con pequeños intervalos de luz que se han apagado como una llama, poco a poco, resistiendo su rescoldo hasta el final, ya previsto. Porque fue anunciada casi la fecha y todos nos revolvimos contra quien hizo el dictamen por su crudeza que rayó en la impiedad. Pero estaba en lo cierto y quizá fue bueno a pesar de todo, porque este último tramo han sido todos más conscientes de la cruel realidad. No es que no lo fueran, no querían aceptarlo porque es general esa creencia de que la vida tiene un curso y no es la adolescencia el momento de finalizar. Consideramos lo natural que los abuelos precedan en su marcha a los padres y a los nietos, no al revés. Cuando ese turno se altera nos desconcierta y nos parece antinatural.

Pero estamos equivocados, la vida es algo personalizado y tal cual su tiempo. Tan natural es la marcha del anciano como la del recién nacido o el adolescente.

Eso nos lleva a preguntarnos ¿quién decide? Y ¿para qué?

El porqué toma esas decisiones la naturaleza, el macrocosmos o Dios, con el nombre que sea. No podemos comprenderlo, escapa a nuestras mentes la resolución de ese análisis. Es así porque nos negamos de buenas a primeras a sacar la primera conclusión básica. Al nacer ya tenemos la fecha de caducidad, personal e intransferible.

Cerramos nuestra mente porque lo que supone nos causa dolor inmenso. Cómo aceptar una madre o un padre, la marcha de su niña. La crearon para vivir, no para esto. Pero no decidimos nosotros.

Necesitamos apoyarnos en algo para seguir con la vida que nos toca sin caer en la desesperación cuando perdemos a alguien. Eso quizá lo encontremos en todos esos momentos felices que pudimos compartir, en el recuerdo exento del dolor. Para ello hace falta tiempo y serenidad hasta llegar a ver su rostro sin la huella del sufrimiento. No solo los que quedan necesitan tiempo, también el alma. Para acoplarse a su nueva situación, porque ahora todo es distinto, pero no así su esencia, su sentir.

El alma es inmortal, si tenemos la capacidad de aceptar eso, el dolor será menor y la comunicación mayor. Podremos seguir hablando, contando pequeñas cosas y hasta percibir sus respuestas. No hace falta ser creyente de religión alguna, basta pensar que cada cual somos algo más que un cuerpo efímero. Nuestro pensamiento, voluntad, sentimientos. Eso es nuestra alma y vive con el cuerpo, pero no acaba con él. Seguimos viviendo junto a los que amamos.

Ana sigue con nosotros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leer esto, me ha roto un poquito más mi alma. Esta es una noche muy triste para mi. Llevamos unas semanas complicadas y no había tenido ocasión de leerte. Sabia la historia de esa pequeña gran persona, como yo llamo a mis héroes, y ahora que ha pasado lo peor pienso en su familia y no me parece justo que a las buenas personas, les pasen cosas malas. Pero así es la vida, tu misma lo has expresado perfectamente y yo añado, la vida es dura, cruel e injusta. Sin más, es lo que es. Y es duro luchar para luego perder, pero que sería entonces de nosotros sin esa lucha, ahora toca seguir adelante, se suele decir, pues si, es esto la vida, que siempre, aunque a veces te parezca que no puede ser, te da pequeñas grandes alegrías que te hacen poder seguir adelante, te quedan los recuerdos de lo que has vivido y todo lo que has dado...
Hoy cerraba los ojos y podía verme en esa situación. Yo también lucho, por una personita, día tras día, un día a día de incertidumbre, de esperanzas y de miedos… mi pequeña gran persona se llama Héctor, y tú bien lo conoces. Hoy no puedo decir más, porque estoy muy triste, ya te digo que pronto nos veremos por allí. Un abrazo grande.
Esther