06 mayo 2010

CON LA FUERZA DE UNA PALOMA

Hoy vi a dos palomas volar en lo alto, bello me pareció su vuelo y, otra, más cerca aun del cielo. Pensé que era bueno iniciar el día con esa estampa. Desde mi posición a ras de tierra, no siempre ando a ese nivel pero esta mañana amanecí temprano tocando suelo y, a pesar de ello, de andar en realidades que para nada son bellas me sentí bien y cierta euforia, la necesaria creo para el trabajo que tengo, me invadió.
Porque antes de contemplar, lo que para algunos es símbolo de paz, de amor y libertad, otra imagen me había perturbado. Una paloma, parada a la puerta del centro de oncología, lugar de paso ante el cual nunca me detengo.
Si bello es ver una paloma, no menos cierto es el repelús que causa si la ves tal cual yo la he visto. Sucia, ennegrecida por los humos y la contaminación tan habitual de la ciudad. Allí estaba, quieta, triste. Impasible al deambular de la gente que a esas horas anda apresurada. ¿Qué hace una paloma parada? Con la mirada en penumbra y justo en ese sitio en el que a muchos de los que allí llegan y apenas en unas horas, la luz desaparece de sus vidas para reinar el silencio y el dolor. Y me ha llevado a pensar en lo simbólico de su apariencia, tan lejos de la que guardamos en la retina. Como si fuese una muestra de lo que la vida puede llegar a convertirse en nada, solo con una visita a ese lugar y un diagnóstico muy a menudo nada halagüeño.
Pero afortunadamente y también como ejemplo de los cambios que la vida tiene, he visto apenas medio minuto después, la otra imagen. Volando libres, a pesar de las ataduras que suponen las calles, los cables, los edificios, la circulación... ejerciendo su libertad de levantar el vuelo y aun más hermoso, en compañía, con alguien al lado, junto a otra paloma, apoyándose una a otra. Y más arriba incluso, una solitaria, que también las hay que así van porque ya perdieron a su compañero.
Qué sencillo es todo, si bien lo miras.
Los avatares de la vida que tantos hechos provocan llenándonos de padecimiento y preocupación, desde un examen que suspendes, un empleo que ya no tienes, esa discusión horrible con alguien que quieres, esa enfermedad grave tuya o de alguien cercano que te angustia y te duele... O esa muerte que viene y te arrebata, quizá lo más preciado, sin importarle para nada el daño colateral que causa. Tanto, hay tanto para sufrir a diario, para sentirnos tristes y dejarnos parados en un rincón, sin siquiera ver pasar la vida porque nos duele su paso. Que sí, es cierto, podemos parecer o sentirnos, esa paloma que he visto, ennegrecida por... la vida.
Al igual que las otras palomas, que salvan todos los obstáculos y vuelan alto juntas o en solitario. Tenemos que ir caminando por la vida, salvando con fuerza cualquier tropiezo que tengamos. Y esa fuerza la poseemos cada uno en nuestro interior, nos apoyamos en lo que podemos o creemos en cada momento, pero está dentro de nosotros y solo tenemos que tirar de ella para alzar el vuelo y continuar viviendo.
Golondrinas verdes me acompañan en mi deambular por la vida.
Buenas noches golondrineros, tomad una copa de limoncello y alzad el vuelo.


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