20 mayo 2010

POBRES TIEMPOS

Pobres tiempos los que nos tocan vivir en estos momentos. Y no lo son solo por una crisis económica, sino por algo más profundo, de mayor importancia y que nos afecta a casi todos. Soplan aires áridos en sentimientos, en aspiraciones nobles, en sueños de ideales. Van secándose las fuentes que nutren los arroyos de la dignidad, el respeto a uno mismo y hacia los demás. Languidece el sol que alimentaba el calor familiar y de la amistad. Tormentas acechan a las tradiciones y costumbres más arraigadas amenazando con destruirlas.

En otras épocas y, en momentos de crisis, los valores fundamentales de la persona y de la sociedad se afianzaban como un bien permanente para que nadie los pudiera arrebatar. Las catástrofes siempre han servido para acrecentar la solidaridad y despertar del egoísta letargo. Los valores morales, individuales y colectivos, resurgían exultantes.

Ahora nada es así. Pobres tiempos los que nos tocan vivir.

Quizá esta etapa de la vida nos sirva, tiene que ser así, para volver a renacer como el Ave Fénix de nuestras propias cenizas.

Tendremos que quemar todo, o casi todo, lo prosaico de nuestras vidas para elevarnos sobre nosotros mismos con nuevas esperanzas y mejores formas de vivir. Renovando los valores de cada uno y, con ello de la colectividad. Íbamos abocados a nuestra destrucción, en una carrera inexorable en la que el mejor premio podía ser una IPad, un coche más ostentoso o un viaje más fantástico que el de nuestro vecino. Aun no siendo malo todo eso, nada de ello nos mejoraba como personas. A menudo todo lo contrario, porque ese desmedido dispendio nos restaba tiempo para ser, sentir y compartir.

Este frenazo económico nos debe servir para recapacitar si nos vale la pena correr para llegar a una meta en la que no es oro todo lo que reluce. Que tener un coche más grande no es tan importante como mantener con frecuencia una conversación con un hijo o con tu pareja. Que ser los primeros en ver un estreno no le suma calidad a una película. Que no importa tanto tener tres másters en economía como que trabajes a gusto vendiendo cacahuetes si con ello te basta para vivir a tu aire.

Y quizá esa meditación, de cómo estábamos viviendo, nos puede ayudar a enriquecernos en valores ya olvidados o casi. Miremos un poco más hacia dentro de nosotros mismos y seguro que nos damos cuenta que la felicidad es el bien más preciado y, para ser feliz no hace falta correr tanto, basta con ir al paso hacia aquello que quieres de verdad.

Saquemos provecho de estos pobres tiempos que nos tocan vivir para enriquecernos como seres humanos.

Nada de lo dicho nos tiene que impedir ser felices, aunque nos demos cuenta que íbamos por el camino equivocado.

Buenas noches golondrineros, que estos pobres tiempos no os impidan seguir tomando el limoncello. Es especial contra el estrés.


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