25 febrero 2012

LA REFORMA LABORAL

Porque me toca muy de cerca, vivo y sufro esta crisis con el dolor y la angustia de ver a nuestros jóvenes parados quemar el tiempo sin esperanza. Faltos de ilusión y con todas las noticias que van apareciendo de corrupción y mala administración, tienen que hacer un sobre esfuerzo para controlar su indignación y rabia. Porque mientras a ellos se les niega una mínima oportunidad de trabajar y ganar unos pocos euros, otros que sí tienen trabajo y buenos sueldos, se dedican a robar y vivir a lo grande con el dinero ajeno.

Los sindicatos mayoritarios no han tenido prisa por hacer una reforma que paliara la situación de los parados, no los representan, no cuentan para ellos por más que digan. Poco bueno dicen, hablan de los derechos que se pierden sin tener en cuenta que el primer derecho de un trabajador es el trabajo. Ya nos acercamos a los seis millones de personas que carecen de ese derecho, sí, no son cinco, sino seis la cifra más aproximada porque hay que contar a todos los autónomos, que nunca los tienen en la lista. Pero ellos se enzarzan en discutir por los despidos, si serán más o menos exprés. Ajenos a la realidad, porque eso ya hace tiempo lo es para todos los temporales y para muchos con el ERE. Y si los convenios tienen que ser “palabra de Dios” o no, caiga quien caiga. Viven en otra galaxia, no aquí ni ahora. Cuando cualquier chaval, aunque ronde la treintena o más, salta de alegría si alguien le ofrece un empleo con el sueldo base y lo que menos le preocupa es si lo despedirán de la noche a la mañana, porque si no está trabajando difícilmente le pueden despedir.

Es aberrante esa intransigente posición después de demostrar su incapacidad para negociar mientras el país se iba a pique. Puede, seguro no es la reforma ideal, pero sí es un paso hacia adelante para intentar salir de este pozo y debieran apoyarla con petición de algún retoque, pero haciendo fuerza para que esto se ponga en marcha de una vez y no al contrario. Aunque sea a paso lento y con retrocesos en algunos aspectos, las circunstancias mandan. Cuando falta para pan uno acepta lo que sea en tal de tenerlo, ya vendrán tiempos en los que podremos pedir el jamón. Quizá el problema radique en que estos señores pueden permitirse comer jamón de jabugo y les cuesta ponerse al lado de los que no tienen ni pan.

No es menos bochornosa la actitud de los señores de los anillos, los empresarios. Tampoco por su parte ha existido una voluntad clara de consensuar. Aquí cada uno iba a lo suyo y la casa por barrer. Su obsesión, la misma pero al contrario, abaratar el despido. Anular o reducir al mínimo los convenios... En fin, imposible ponerse de acuerdo cuando cada uno tiraba para un lado. Con la diferencia de que los empresarios sí quieren avanzar porque eso significa negocio y con ello ganancias y si son más mejor. Para ello es necesario abaratar los costes y eso pasa por bajar sueldos y reducir plantillas obsoletas y costosas. Para renovarlas con otros empleados menos caros.

En parte tienen razón, no voy a negarlo puesto que en el resto de Europa soplan otros vientos en cuanto a despidos y contratos. Pero también hay mejores coberturas y eso es un coste para todos, incluidos ellos. Está claro que para una eficaz y eficiente operatividad en la empresa es necesario menos rigidez en cuanto a la plantilla y en tiempos de crisis más aún. Pero eso tiene que compensarse con los tiempos de bonanza y hacer partícipes a los trabajadores de una parte de los beneficios. No parecen muy dispuestos a ello. Cierto que nadie va a invertir si no ve buena rentabilidad, por lo tanto no crearán trabajo, pero no hay que ser tan ambiciosos y sí más inteligentes. Rinde más un trabajador satisfecho y bien pagado que diez descontentos y con bajo sueldo.

Dice el señor Rosell que los parados encuentran empleo “milagrosamente” justo antes de agotar la prestación, más o menos. Bueno, tendrá datos supongo, yo no los tengo. Es posible sea así en algunos casos, incluso en muchos. Pero, ¿por qué esos mismos puestos que rechazan los que sí cobran no los ofrecen a los que no reciben ningún tipo de prestación? Si son tantos los que hacen eso, serían muchos los que pasarían a trabajar, cotizar y dejar de sumar paro. Puesto que los que no cobran no rechazarían el puesto. De cajón ¿no? Lo que este señor ha dicho, equivale a que los parados lo están porque no quieren trabajar porque les pagan la prestación. Vamos que, el paro no es real, hay trabajo pero la gente no lo quiere. ¡Qué estupidez!

La realidad es que no hay ofertas, puedes llevar uno, dos años o más tiempo y no tener una miserable oferta del servicio de empleo. Por lo menos en lo que afecta a todos aquellos que no tienen prestación. En cuanto a los cursos con paga ni se sabe. Y a los otros, de risa la mayoría. No forman ni entretienen, por lo general solo sirven para cabrear más si cabe al personal, si tienes la “gran suerte que te den uno”.

Con todo eso, llega el gobierno y con más o menos acierto, hace una reforma que trata de dar por un lado para que creen puestos de trabajo con cierta estabilidad. Un año lo es, sobre todo para los que están acostumbrados a trabajar un mes o tres y a la calle, o hace dos o más que no trabajan. Por otro favorece la flexibilidad de las plantillas y evita despidos. También, por supuesto, reduce el coste de la reducción de plantilla.

He leído la reforma y algunas cosas no me gustan, es mejorable, pero como vivo y sufro esta crisis. La acepto como buena aunque no lo sea del todo, porque la gente tiene que comer y puede que algunos consigan un trabajo gracias a ella. Y es una manera de poner la rueda de la economía en marcha hacia adelante. La persona que logre un puesto, aunque sean seiscientos euros, podrá comprar pan o pagar algo, lo que hoy no puede. Tendrá un mínimo de esperanza y de ilusión. Para mí eso es positivo y para mis parados, que los tengo, también.

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