05 septiembre 2009

COMPRESAS CON ALAS

Era pobre, y además, minusválido. Pero tenía su corazoncito y andaba enamorado. Todos los días la veía al ir a recoger a su hermano pequeño al colegio, ella le sonreía y algunas tardes le invitaba a merendar a su casa a él y a su hermanito. Él llegó a creer que ella le correspondía, ni imaginar que sólo lo hacía por aliviarles el hambre que era evidente que toda la familia padecía.

Un día se decidió y le declaró su amor, ella le miró sorprendida y no le rechazó de plano por no hacerle daño pero le dio largas, tan largas que nunca llegó a aceptarlo.

La suerte le cambió la vida, a él y toda la familia, le tocó la lotería y un quiosco con papelería regentó durante unos años, aun así, ella no le aceptó. Él siguió enamorado esperando.

Y llegó el viento, uno muy huracanado y sobre el quiosco dejó caer un cartel. Un dichoso anuncio que hablaba de todo lo que puedes hacer si usas compresas con alas. Él era minusválido, seguía enamorado siendo ya millonario, pero no usaba compresas con alas y nada o casi nada de lo que proclamaba el maldito letrero pudo hacer en su vida, que acabó por el golpe que le dio al derrumbarse el quiosco-papelería.

Años después, ella con cuarenta años soltera y sola en la vida, lo contó a unas amigas y acabó el relato diciendo “ya veis lo que es la vida, pude casarme con él, ahora sería una viuda rica. Un drama porque el pobre sólo vino al mundo para quererme a mí y dejar millonaria a su familia”

Y las amigas se partieron de la risa pensando que quien usaba las compresas con alas era ella y por eso se apartó volando del minusválido enamorado.

Colorín colorado el cuento ha terminado. (Que no es cuento, pero como tal lo cuento). Sed felices golondrineros.


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