27 diciembre 2009

VIVIR INVENTANDO

En una madrugada cualquiera de las muchas en que me mantengo despierta intentando soñar lo que dormida no puedo; pienso, en qué demonios me estoy ocupando tratando de vivir la vida que no tengo: Navego por la red, me documento, y, escribo lo que invento. Algunos lo leen y los entretengo, al parecer, bastante bien según me dicen. Algo es, aunque poco, muy poco para lo que debiera ser.

Miro en mi entorno y apenas veo nada que me interese y eso me está ocurriendo cuando ya voy camino, como quien dice, del campo santo.

Llevo trabajando, en el mismo sitio, va para treinta y siete años, ¡ahí es nada! Y no lo hago a disgusto a pesar de que en lugar de mejorar empeoramos. Y me pregunto, ¿qué sentido tiene? venir al mundo para trabajar en lo que hago. No lo elegí, pero tuve que aceptarlo porque ya entonces existían problemas para encontrar trabajo. Y es triste eso, pasar la vida haciendo algo que nunca deseaste, sólo porque hay que comer todos los días. Un aburrimiento total, un desperdicio infinito.

Aparte del trabajo no he hecho gran cosa, hasta ahora, he perdido el tiempo miserablemente en trabajar para comer y luego regalarle al “señor Roca” los restos. Tampoco es que tuviese yo grandes sueños, no, apenas nada.

Ahora sí, llegó la hora de tener sueños a lo grande. De trabajar porque sí, no para comer, sino por el placer de complacerme haciendo lo que hago. Vivir mil vidas que me hagan vivir lo que nunca viví ni puedo. Porque si sigo avanzando por el camino haciendo lo que durante tantos años he hecho, sólo conseguiré seguir perdiendo el tiempo y morirme de aburrimiento. Aunque no puedo dejar de hacerlo porque, a diario, sigo comiendo y deponiendo. Y, ¡qué demonios! Es estupendo esto que voy inventando, porque me sirve: para no aburrirme, para hablar desde el silencio que tengo, para volar sin marearme, conocer gentes y ciudades, deslizarme como pez por el agua sin temor a ahogarme, (nunca aprendí a nadar) conocer lo que jamás imaginé y sentir hasta el extremo todo lo que me surge sentir. Y ahora sí, realmente es ahora cuando siento que vale la pena vivir: cuando vivo lo que nunca he vivido ni podré, con todo aquello que consigo al escribir.

Crear es existir y yo creo, lo crean o no, bueno o malo eso es lo que hago. No tengo hijos, pero voy pariendo novelas, no es comparable ni lo hago; sólo en la medida en que algo dejas de ti para el mundo. El hecho de crear te hace sentir y ver todo desde otra perspectiva. La mente se abre a un campo más amplio y con ello tu visión del entorno, de la sociedad, de la política. Aun pareciendo que vives en un nube de ficción es justo lo contrario, percibes con mayor claridad.

Te das cuenta, por ejemplo: del uso y abuso del lenguaje, de las ideas y hasta de los sentimientos por parte de los políticos; de la miseria de políticos que tenemos, que por cierto, no son capaces de crear nada y es casi seguro que la mayoría están haciendo lo que eligieron, porque a ser político no obliga la necesidad de comer, eso es vocación, capricho o lo que es peor y que está más de moda: el afán de poder o de representar un papel de una novela que nunca escribieron. Ya lo decía mi madre, viendo la cara de uno de ellos, “payaso” así lo llamaba cada vez que lo veía y qué razón tenía.

Yo escribo novelas, pero no soy personaje ni me lo creo, sigo siendo la misma persona. Ellos, muchos de ellos no llegan a personajes, sólo son personajillos o payasos de un tema que es importante pero con un desarrollo del argumento muy mediocre y una actuación lastimera. Y lo peor es que se lo creen o por lo menos lo parece.

No deja de sorprenderme cómo comenta la gente, con excesiva frecuencia, los mil y un disparates que se dicen de otros personajillos, los que aparecen en los programas de la tele basura. Brutal, inmoral me parece que a determinadas personas les paguen por contar lo que a nadie debiera interesar ni por distracción. No me parece mal que cobren porque de algo tienen que comer, que les paguen es lo repugnante y que la gente normal, la que no se dedica a vivir en una nube como yo, les escuche encandilada mientras con la boca pequeña critican que existan esos programas que no dejan de ver. Personajillos, payasos de historias que nunca se escribirán porque no valen el papel ni el tiempo que ello requiere. Y no me refiero a las personas, como seres humanos que son no les resto el valor, lo digo por sus historias, sus cuentos de mal vivir y peor educación. Todo eso lo venden como real y la gente lo compra, porque al verlo y escucharlo lo están comprando.

Y en toda esa falsedad en la que nos movemos cada día, lo que yo hago, casi es un milagro. Me entretengo y entretengo con algo más digno, menos ordinario. Y por eso invento a diario, porque lo real que veo a mi alrededor es mucho más falso y vano.

Buenas noches golondrineros, seguid soñando. Por cierto, me han regalado una botella de crema de limoncello, ha sido anónimo el regalo o quizá es papá Noel que de mí se ha acordado. Ciao.

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