La sorpresa hizo mella en mi ánimo.
A la naciente alegría le siguió la tristeza.
Mas no era tal, sino todo lo contrario.
La sonrisa y hasta la risa,
en otro tiempo y con otra suerte,
me hubiesen acompañado.
Hoy no, y así es desde hace años.
Reír puedo por todo y por nada,
llorar sólo por lo que amo.
Disfruto más que nunca,
y si grande es el gozo
mayor emoción contengo,
pues brotan raudas las lágrimas
al menor de los descuidos.
Y no se entiende, ni yo lo explico.
¡A qué decir!
Que la fragancia de una rosa,
llorar me hizo.
Fue ayer el día del libro, pero hoy sigue porque siempre nos quedará la palabra.
Sed felices, golondrineros.
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