18 abril 2010

EN ABRIL LLUVIAS MIL

El cansancio me nubla la vista y sin embargo sigo corrigiendo, aunque no sé si sirve de algo, espero que sí. El trabajo de corrector es caro si tienes que pagarlo, por eso lo hago yo. También porque, aun siendo escritora, poca gente lo reconoce, por tanto, no gano un euro para pagar un corrector. Y comprendo que sea caro porque es lento, resulta muy aburrido por engorroso y es cansado. Acabas dudando hasta de si tu nombre se escribe tal cual lo has escrito o es algo diferente.
Cuando escribo una novela rara vez me paro a pensar en nada, no me preocupo si he puesto un verbo en el tiempo correcto o si la coma va antes o quizás no hace falta. Y siempre al terminar lo corrijo. Pero cuando lo lees veinte o treinta veces y siempre encuentras errores, acabas pensando que no sabes escribir, que desconoces la lengua que te fue enseñada a fuerza de repetir dictados de El Quijote y de copiar diez veces los acentos y veinte las faltas cada vez que metías la pata.
Qué lástima de tiempo, el que ocupé entonces y el que consumo ahora por no tener claras las normas de la gramática. Si al menos tuviera claras las de la gramática parda, pero ni eso.
¿Te han preguntado alguna vez si una palabra se escribe así o asá? Seguro que has dudado, porque a mí me pasa y yo no soy especial, por lista, ni rara por tonta. Pues bien, cuando corriges, te haces esa pregunta a ti misma en casi todas las palabras. ¿Cuál es el resultado? Que no sabes qué contestar. Una duda tras otra. Y te vas a un foro y acaban por liarte, unos que sí y otros que no. Y si te descuidas te lo traducen al inglés y ahí acabas ya hasta el moño y dejas el escrito tal cual.
Hasta ahora, después de las novelas que llevo publicadas en internet, apenas me he preocupado de hacer una corrección a fondo. Cuando acabo de escribir una historia me entra una prisa enorme por verla encuadernada, hecha realidad física, tocarla, manosearla. Es algo especial tener un libro entre las manos que lleva tu nombre en la portada. Así que soy consciente de que todas tienen errores. Pero he decidido presentar tres novelas al premio de novela Café Gijón y estoy obligada a mandarlas de la mejor forma posible, es decir, sin faltas ni expresiones poco académicas. Y en eso estoy, ya he mandado dos y voy por la tercera agotando mis fuerzas y el tiempo.
Sé que no soy mala contadora de cuentos o historias, además tengo facilidad para crear situaciones, los personajes surgen espontáneamente y se incorporan a la trama sin llamarlos siquiera. Y la manera en que lo hago no está mal, aunque puede mejorarse. Pero ando floja en la gramática a pesar de que me apoyo en el limoncello, que siempre me ilumina.
En fin, voy a seguir corrigiendo. Hoy os he aburrido, golondrineros, lo siento pero tenía que hablar de esto con alguien y a estas horas de la madrugada pocos hay dispuestos a escucharme. Sigue lloviendo, no me molesta, me gusta escribir cuando está lloviendo, lo malo es que estoy corrigiendo o puede que sólo perdiendo el tiempo. Haced clic en el enlace, os pongo esas fotos para compensaros de mi rollo. Sed felices.

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