07 octubre 2011

AMANDA KNOX. "LA DUDA"

Nada hay tan injusto como la duda, si hablamos de una sentencia.

Y en este caso ha sido así. No han decidido que son inocentes, sino que no pueden decir que sean culpables. Por tanto quedan libres, tanto Amanda Knox como Raffaelle Sollecito. Puesto que no pueden sentenciar otra cosa ya que ninguna prueba es lo bastante concluyente para ello. Y si hay “una duda razonable”, prevalece a la hora de dictar sentencia.

Es lamentable que con los avances de hoy en día las pruebas no demuestren nada. Excepto la culpabilidad de Rudy Guede, al parecer por una huella dejada, la de una mano manchada de sangre. Y su posterior huida, que suma. Él sí cumple condena de dieciséis años. Quizá porque no tuvo la misma defensa que han tenido los demás, aceptó un juicio rápido. No era un estudiante de Erasmus, vivía al parecer como podía. Es posible que con más apoyo, no hubiera sido condenado con tanta rapidez. No pudo tenerlo o si lo tuvo no fue suficiente. En él no hay duda, sí condena, pero dada la duda final, surge la duda. Pero allí está, inocente o culpable, cumple condena.

Y la cuestión es, que no lo hizo solo. La justicia italiana llegó a la conclusión de que fueron tres las personas, una de ellas Rudy, y, otros dos, Amanda y, su novio en ese momento, Raffaelle.

¿Qué es lo injusto? No llegar a ninguna conclusión final de los hechos con pruebas y dejar la duda cual espada de Damocles sobre sus cabezas.

Hay dos personas que han sido liberadas y, según el juez, sí pueden ser culpables. Si es así, tenemos a dos asesinos viviendo en libertad.

Ahora bien, si son inocentes. Han pasado cuatro años en la cárcel por culpa de una mala actuación en la recogida de las pruebas. ¿Cómo borrar eso de sus vidas?

Meredith Kercher, la víctima, no cuenta ya. A ella no puede importarle el resultado de la investigación ni del juicio. Pero sí a su familia. Tienen ahora que ahogar su pena mascullando la duda día tras día. Con el agravante de estar convencidos, que hay dos asesinos libres, porque así lo dijo la justicia en la supuesta reconstrucción de los hechos. Fueran quienes fuesen, no están pagando por la muerte de Meredith.

Raffaele Sollecito ha pasado casi desapercibido y así sigue.

Pero no así Amanda Knox. Que sabe reír y llorar cuando conviene. Si de verdad es inocente, llorará recordando el mal trago de estos años, tardará en sentirse bien.

Pero si no es inocente, llorará para la galería, pero no en su interior. Porque tendrá la fuerza que da el burlar a la justicia, aun no siendo solo por mérito propio, ayudada por la impericia.

Amanda Knox no puede pasar desapercibida y no lo hará. Tardará más o menos, pero contará su historia a los cuatro vientos. Ya es un personaje mediático. Tiene cierto morboso glamour que atrae a las masas, siempre sedientas, ansiosas de conocer detalles escabrosos. A ello hay que añadir su atractivo físico. Suficientes ingredientes para convertirse en una estrella en los medios de comunicación. Hasta su nombre suena bien, ya es suerte.

Y la “duda”, esa duda que ha sentenciado el tribunal de Perugia, dejará de ser tal si no es inocente. Un día, una noche... un segundo que baje la guardia, ella misma resolverá la duda.

Mientras, seguiremos con la duda.

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