26 mayo 2009

OTRA DE ARMANDO

Sí, otra de Armando, hace unos días me he enterado y os la cuento porque lo de este chico es para contarlo, bueno lo de chico es un decir porque anda rondando los sesenta. Os refresco la memoria, Armando, es el que perdió la dentadura en una noche loca de pasión.

Y es que lo suyo es la pasión desenfrenada y siendo un joven enamorado le llevaba, la pasión, a ir a todas horas desbocado. Tenía novia y en aquellos tiempos las cosas no eran tan fáciles como ahora, con píldoras para el día después y fines de semana o vacaciones con la pareja. No, ¡qué va! Por entonces de viajecitos nada, los achuchones a escondidas debajo de la escalera, manoseos en la última fila del cine o en el seiscientos para algo más. Ya os podéis imaginar la de maniobras en la oscuridad para acoplarse, contorsionista había que ser para conseguirlo sin salir maltrecho. Bueno pues, su novia, (que estaba de buen ver y mejor comer) estrenó una minifalda para celebrar que, Armando, volvía de permiso de la mili. Seis meses sin verla y le recibe con minifalda. El pobre Armando se puso a mil, ¿qué digo a mil? A diez mil, como la moto de Angel Nieto, la Ducati aquella que arrancaba de corrida. Pero Armando no podía ir de corrida, nada de nada; de paella con la suegra, el suegro, los abuelos y los hermanos de la novia. Todos muy contentos menos él que fue calentando motores con la dichosa minifalda y la sangría que bebió intentando refrescarse y lo único que consiguió fue calentarse hasta sentir que algo le estallaba. ¡¡Paaafff!! un huevo. Sí, un huevo, como cuando te olvidas que lo has puesto a hervir y de pronto explota, tal cual. Pero sin reventar, la explosión interna en un huevo solamente que ya fue dolor, insufrible. Al hospital a toda paleta que se marchó. ¿Y qué le ocurrió? perdió el huevo. Salió del hospital con uno solo.

Y ya me diréis el trauma con la cantidad de cosas que hay en las que uno tiene que “echarle un par” y el pobre Armando con un huevo . La historia puedo ser más que triste, pero no lo fue. Porque, la novia minifaldera, consideró que aquel huevo que le quedaba bien podía valer por dos puesto que había aguantado el calentón. “Seguro que es de dos yemas” fue lo que pensó y se casó con Armando. Y tuvo razón, era de dos yemas, porque dos hijas le dio y mil, ¡qué digo mil! Más de diez mil calentones a los que sobrevivió y aún sigue, bueno sigue porque pudo aplacar el fuego cada vez que lo sintió, y nunca más intentó refrescarse con sangría. Colorín colorado, este cuento que casi no es cuento, ha terminado.

Moraleja, no hace falta “un par” cuando el huevo es de dos yemas como el de Armando.

Buenas noches golondrineros. Hoy brindo con Sambuca Amore mío, calienta más. Sed felices.

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