17 junio 2009

SUEÑOS ROTOS

La etapa más vibrante de la vida de una persona adulta suele ser esa década maravillosa de los veinte a los treinta. En esos años sueñas lo imposible, vives los momentos más intensos, descubres el mundo en su lado menos oscuro. Ríes con la fuerza de la juventud sin merma aún por el paso de los años ni el acúmulo de problemas. Así era, así fue hasta que llegó esta pandemia. LA CRISIS. Porque no es la gripe porcina la pandemia real y auténtica del mundo, o por lo menos de esta parte del mundo en que habitamos. Aquí en nuestro país, en esta España nuestra donde habitaba la alegría, la fiesta por todo o por nada, la crisis está cercenando nuestra sonrisa, mermando nuestras ganas de fiesta.
Sueños rotos son los que tienen ahora las personas adultas de esta tierra, pero especialmente aquellos que se encuentran en esa década de los veinte a los treinta. La crisis ha roto sus sueños y no sólo los que tenían, también los que pudieron tener. Siento rabia por ello, es un crimen no tipificado, pero no por ello deja de serlo. Un delito de lesa humanidad es romper millones de sueños y debiera, debiese estar penado por la ley. Porque sin sueños no tienes nada.
Y eso no cuenta en ninguna de esas malditas estadísticas que tan poco hablan de realidades humanas. Ahí no se habla de la desesperanza, ni de la frustración, ni de la anulación de la personalidad y la dignidad de las personas. Dejas de ser persona pasas a ser número. Nadie habla de ello ¿para qué?
Pero sí hay que tenerlo en cuenta, porque los seres humanos no somos números de estadística. Alrededor de cuatro millones de personas están en paro. De esa cifra una parte importante corresponde a personas de esa edad, jóvenes que han dejado de soñar. Que no pueden permitirse hacer proyectos porque de momento no hay salida, sólo un viaje sin retorno a la oficina del paro, allí quedan estancados. Y no importa a nadie si estaban enamorados, pensaban casarse o vivir juntos, nada de eso les es posible. Tienen que seguir mal viviendo en casa de sus padres porque no pueden permitirse ni realquilar un piso. Ni compartirlo con algún amigo o amiga, porque ni ellos ni los amigos tienen un empleo. Y mientras su propia desesperación va en aumento tienen que contemplar que sus padres, con cincuenta o más años, les acompañan en esa estadística de parados. La realidad les hunde, rompe sus sueños y les deja impotentes para buscar salidas, que por otro lado no las hay.
Ignoro con que intención se han realizado varios programas de lujo desmedido en la televisión ¿quieren provocar o humillar?
Ni sé cómo puede este país soportar que se paguen en estas fechas miles de millones, de pesetas, decenas de millones de euros por un jugador de fútbol. Ni cómo es posible que se concedan créditos para eso cuando las familias y las pymes sudan sangre para conseguirlo y la mayoría no los obtienen.
Sueños de libertad, sueños de lucha por la dignidad de ser persona, porque sin trabajo y sin dinero sólo eres un número en una estadística. Sueños rotos ¿a quien le importa? No a los que tienen, no a los que gobiernan.
Me duele el alma por ver la miseria de este país, el aguante indigno que mostramos mientras masacran los sueños de nuestros jóvenes y con ellos los nuestros, los no tan jóvenes, porque soñábamos con que ellos pudiesen cumplir sus sueños.
Saldremos de la crisis, saldremos, pero los sueños rotos y todos aquellos que no pudieron soñarse los habremos perdido, como perdidos son estos años que gentes malajes nos regalaron mientras ellos siguen viviendo ricamente rompiendo desde sus cómodos despachos los sueños de millones de personas.
Buenas noches, golondrineros, hoy ni brindo ni duermo. Hablar de esto me rompe el sueño.

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