15 octubre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 13

En el capítulo anterior, Pepa, sigue intentando su acercamiento a Serafín, pero poco logra. Se acerca la Navidad y hablar de ello le supone un nuevo cabreo.

CAPÍTULO 13

Falta una semana para Navidad. Pepa no ha vuelto a mencionar el tema, por supuesto, Serafín tampoco. Ha nevado un poco, está mirando por la ventana, llega un camión, es Antonio, con otro hombre. A pesar del frío sale enseguida, por lo menos puede hablar algo.

Buenos días.

Buenos días, señora, traigo el árbol y la caja del belén.

Bien, gracias, voy a llamar a Anselmo, para que le ayude.

Entra en la cocina, Anselmo está deshuesando un jamón, le dice que vaya para ayudar.

Remigia, por favor, haz café, hace mucho frío. Que se tomen los hombres una taza, un poco de jamón y vino.

No es costumbre, ama.

Me importa un bledo, hazlo.

Sale de la cocina, está demasiado contenta para enfadarse con Remigia. Traen un abeto enorme.

Precioso, ¿verdad, señora? Y cuando pase la fiesta se plantará donde quiera, va con cepellón.

Sí que lo es, una maravilla, pónganlo en el comedor. Y la caja en la salita.

Hemos traído también una mesa para poner el belén, lo que el amo ha mandado, ¿necesita algo más?

No, nada, pasen a la cocina, Remigia les ha preparado un café.

No es necesario, señora, agradecidos.

Por favor, si le hacen el feo a Remigia, se enfadará. Por si ya no nos vemos antes de fiestas, feliz Navidad y muchas gracias.

Pepa, abre la caja del belén, hay de todo, está entusiasmada. Llega Serafín y aún está allí colocando.

Es precioso, la de cosas que hay, es mayor que el del colegio y, mucho más bonito.

Mientras habla va hacia él, lleva una ovejita en las manos. Le besa despacio, le mordisquea el bigotito, se ríe.

Dime, ¿dónde quieres que ponga, a tus amigas las ovejitas?

Serafín, como siempre que le besa sin tocar, se pone colorado, apenas la mira; como no queriendo ver la risa de ella, al verlo nervioso.

No sé, ya no me acuerdo. De chico lo ponía con mi madre, luego lo hacía ella sola.

Ahora lo pones conmigo, lo que falta, porque no he podido aguantarme. Para el árbol tenemos que comprar algo, aquí no hay nada más que el belén.

Es que solo poníamos belén, el árbol no es costumbre de aquí.

Bueno, y qué más da, es bonito. Sí, ya sé, para qué, no sirve para nada. Alegra la vista, hace sentir bien, esa es su utilidad. Iremos a La Gineta y compraremos algo.

Bien, lo que quieras.

Al final, la Navidad solos, pero adornados. Pepa se ha puesto para la cena el collar de perlas y los pendientes. Él la mira sorprendido, más de lo habitual. Ella, de pie delante de la chimenea, alumbrada por el fuego, está deslumbrante.

Esta noche es especial, es fiesta, espero que no te importe que me lo ponga.

Es tuyo, puedes ponértelo cuando quieras.

¿Estoy guapa?

Serafín, que no ha dejado de mirarla desde que ha bajado, se atranca, no le sale nada, aunque hace intención.

Estoy esperando que me digas.

Sí.

Sí, qué.

Pues eso, que sí.

A ver, mírame bien. Estoy gorda, el vestido no es muy elegante que digamos. Dime ¿qué te parece? Y no vuelvas a decir sí.

Estás preciosa, como un amanecer, como si fueras del cielo.

Serafín, ¡qué bonito! Nadie me ha dicho nunca algo tan bonito. Ven aquí, siempre estás lejos, ven.

Pepa le coge y empieza a besarlo, Serafín quieto.

Cómeme, tócame o méteme mano, pero haz algo, por el amor de Dios; no tengo que hacerlo todo yo.

Serafín obedece y la trastorna; la transporta al cielo, en un viaje que no parece tener retorno. Sobre la alfombra, frente al fuego, Pepa, ha descubierto a otro Serafín, y le parece un milagro, un regalo de la Nochebuena.

Dónde estabas este tiempo, dime; por qué hasta hoy no has sido como esta noche. Por qué me has hecho sufrir tanto, si eres capaz de hacer y decir todo lo que me has dicho.

Cada cosa a su tiempo. Pepa, tú estás acostumbrada a la velocidad de Madrid. Yo voy mucho a pie, por el monte, no tengo prisa. Un día le sigue a otro, no hay que correr tanto; hay que saber andar, para poder llegar a donde uno quiere llegar. Cuando plantas un árbol, hay que esperar a que crezca, para recoger sus frutos. No puedes correr, todo tiene su momento. Tú y yo es lo mismo. El hijo nacerá cuando esté maduro para nacer. Nosotros necesitamos tiempo para entender, para aprender el uno del otro; hay que escuchar, a veces sin hablar, hay que saber escuchar. No es necesario hacer muchas cosas, hay que hacer, si se puede, las que uno realmente quiere y hacerlas bien. Si haces mucho, seguro que no llegas a nada. Poco a poco todo llega, si sabes lo que tiene que llegar y calma para esperar. No siempre sabemos lo que tiene que llegar, lo que queremos hacer, o lo que necesitamos. Cuando lo descubres, no tienes que correr, hay que darle tiempo al tiempo. Paso a paso llegará. Las prisas no son buenas compañeras de viaje, te distraen, te aturden, te disipan. Hay que saber andar, Pepa. Tú entraste corriendo; ya vas andando, muy deprisa, pero ya andas. Yo siempre he ido andando. Tú vas muy adelantada, a mí me costará más; si ajustamos el ritmo, seguro que llegaremos al mismo lugar, al mismo tiempo.

Pepa, le ha escuchado con la boca abierta, ni se lo cree, todo lo que dice es sensato y de un tirón. Nunca le ha oído hablar tanto, excepto si es de trabajo, que en eso no se corta.

Puede que tengas razón Serafín, seguro que la tienes; pero mientras andamos, podemos hacerlo callados o ir hablando. Yo prefiero ir hablando. Es menos aburrido, parece más corto el recorrido, te distraes.

No hay que distraerse, si quieres llegar a alguna parte; la distracción te quita fuerza, te aparta del camino. Vamos a cenar. Hoy, aunque no esté Remigia, no cenaremos en la cocina. Toca cenar en orden, en el comedor. Así me lo enseñaron.

Por supuesto, a mí, no sé ni lo que me enseñaron, pero tranquilo, que yo también quiero cenar aquí. Mira el árbol, está bonito, no te di las gracias por ayudarme a poner los adornos.

No tienes que darlas, era lo que tocaba. Sí, está bien, lo plantaremos hacia el camino. Los abetos tienen raíces muy largas, no debe estar cerca de la casa. En la entrada del camino estará bien.

Para dar la bienvenida a los que vengan.

Aquí no viene nadie, para qué.

Ya, mira, me voy acostumbrando a decir, ya. Vamos a cenar, creo que hoy has hablado lo que tocaba en tres meses. A lo mejor te tengo mudo el resto del año.

Y más o menos así es, pues nada parece cambiar en la actitud de Serafín, en su forma de expresarse.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios: