26 octubre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 16

En el capítulo anterior: Pepa ha encontrado trabajo y una casa. No puede olvidar a Serafín ni a su niño. Pasan los meses y una noche aparece él.

CAPÍTULO 16

Amanece, la luz va filtrando como una caricia sobre sus cuerpos despiertos. Él la tiene abrazada, ella con la cabeza recostada en la suya. No han hablado ninguno de los dos, porque les sobran las palabras. Cuando el amor habla, el silencio es canción.

¿Es guapo?

¿Cómo no va ser guapo, con la madre que tiene? El más guapo del pueblo, de muchos pueblos ¿Volverás a casa?

Ya no soy tu mujer.

Ya, ¿pero me quieres por marido?

Me lo pensaré.

Y mientras lo piensas, ¿qué haremos?

No sé, ¿qué quieres hacer?

Estar contigo cada amanecer, ayudarte a cerrar las ventanas al anochecer. Ver crecer a nuestro hijo, cogido de tu mano y de mi mano. Eso es lo que quiero hacer, ¿te parece bien?

Pepa no contesta, le va besando poco a poco, él sonríe. De pronto se para.

¿Qué has hecho estos meses, has vuelto con las ovejas?

Serafín suelta una carcajada.

Eres el colmo, Pepa, tienes que estar pensando eso ahora, ¿crees que es el momento de perder el tiempo, hablando de ovejas?

Ella le da con los puños en el pecho.

No te burles de mí y contesta.

Sí, las ovejas me han enseñado hacer esto, esto y esto.

La vuelve loca con sus caricias. Pepa ríe y llora al mismo tiempo. Cuando le da descanso, le coge la cara entre las manos.

No, no has vuelto con ellas, no podías, ¿a que no? De algo me tenía que servir, ser La Pepa.

No, me he apañado solo. Y ni siquiera eso me servía. Sí, cariño, La Pepa, es La Pepa. Pero Pepa, mi Pepa, mi mujer, es más, mucho más que La Pepa. Ahora que..., he vuelto a por las dos, no puedo vivir sin ninguna de las dos.

Te has hecho tú muy descarado, pero me gusta ¿Sabré andar a tu ritmo, Serafín?

Sabremos andar los dos, no al ritmo del uno o del otro, a nuestro ritmo, el de los dos juntos, seguro que sí. Y, ahora, señora mía, que tal si desayunamos, para mi horario, esto es una barbaridad, son casi las diez. Después, si quieres, vamos a casa y ves al niño, te quedas ya o lo que quieras. No quiero que te sientas obligada, pero me gustaría que lo vieras.

Si voy y le veo, me va a costar mucho volverme a marchar. Tengo su carita metida en la cabeza, no he podido olvidarlo. No sabes lo que he llorado Serafín, ni la de cosas que te he dicho.

Me las imagino, vas a tener que moderar esa lengua. El niño tiene que ser bien hablado, no te olvides que es el rico del pueblo. No tiene que ir por ahí diciendo palabrotas o abusando de la gente.

Eso de abusar lo dices con segundas.

Con segundas no, con primeras. Le devolví el coche, el día que te fuiste, al sinvergüenza del Aquilino. Y le dije que si lo volvía a usar para ir a jugar al bingo, se lo quitaría de verdad; que esa era la causa, de sus deudas conmigo. Nunca le he cobrado intereses a nadie por prestarle dinero. Mi padre me enseñó, justo lo que tú decías ese día; que siendo el rico del pueblo, podía ayudar a quien lo necesitara. Pero claro, tampoco puedes ir de tonto del pueblo, aunque sé que algunos me toman por tal, por mi aspecto y mi forma de comportarme. Incluida tú.

A veces, solo a veces; por lo que me decías o por lo que no me decías. Es que eres muy raro Serafín; más raro que feo y, mira que eres feo. Y ahora aún más, con lo delgado que estás. ¿No comes?

Sí, pero he dormido muy poco todo este tiempo, no podía; la cama me venía muy grande.

¿Y cómo vamos a hacerlo?

Vaya, aún no te tengo satisfecha ¿quieres hacerlo otra vez?

No seas tonto, no me refiero a eso. Digo de casarnos o lo que sea.

Ya se han levantado y, Pepa, está preparando el desayuno.

Si te parece, esperamos un mes o dos, para que estés segura. Pero mientras, te vienes a casa, eres el ama, nadie sabe nada del divorcio, así que sigues siendo el ama.

Pues mira, en cuanto llegue, eso es lo primero que voy a cambiar. A, Remigia, como me llame ama, la casco; si quiere decirme señora, que me lo diga, o que me llame por el nombre; pero lo de ama, se lo borro de la boca de un guantazo como lo mencione.

Serafín, con la boca llena de las sopas de pan que se ha hecho, riendo.

No te rías, que estás de espanto con la boca llena. A estas alturas de la vida, que sigáis utilizando esa palabra, me revuelve, ni que fuéramos medievales.

Hecho, ¿qué otras cosas quieres cambiar?

Tu ropa, ya buscaré la adecuada. No te asustes, que no quiero que vistas de señorito, ni nada de eso. Y puedes seguir gastando esa, pero de vez en cuando, quiero verte de otra manera, aunque sea sólo los domingos. Te arreglarás los dientes, que para eso están los dentistas. Y, otra cosa, así como hoy, igual que anoche, así es como te quiero. Hablando, riendo, queriéndome. Ese es el Serafín que quiero. Aunque ya te quería de la otra manera, pero si queremos que dure esta historia, tiene que ser así, como eres ahora.

Siempre he sido así Pepa, pero no me atrevía a serlo.

¿Por qué?

Pepa, no podía estar seguro de ti, tenía miedo de no gustarte. Con todo lo que tú eres y con mi aspecto, podías cansarte de mí enseguida. Y con la gente pues, lo mismo, por mi físico. Me miraban, cuchicheaban, se reían a mis espaldas. Delante no, porque era quien era, pero en cuanto volvía la espalda, aún hoy es así. Hay poca gente que me respete de verdad.

Antonio te respeta, me lo dijo y, seguro que hay más gente. Remigia y Anselmo, para ellos, como si fueras Dios. Y, ¡qué demonios, Serafín! Tú tienes la culpa. Si hablas con la gente, la gente se olvida de tu cara y de tu culo. Pero tú no hablas. Sí, ya sé, que tienes que oír tonterías pero, a fin de cuentas, todos las decimos o las hacemos. Y si la gente te oyera, sabrían que eres más hombre que muchos, te respetarían. Yo, siendo puta, me he hecho respetar donde he ido. En mi barrio, todos sabían lo que era y, sin embargo, me hablaban con normalidad. Amigos no tenía, pero creo que eso era culpa mía, como tú, no me atrevía a intimar con la gente. Tenía un trabajo que no era adecuado y eso me frenaba; pero hablar, he hablado con todos. Y, otra cosa, si tengo que dejar el trabajo, no puedo hacerlo así, de la noche a la mañana, no es correcto. Juan y Franca, se han portado muy bien conmigo, no les voy a dejar tirados. Tengo que esperar a ver si encuentran a alguien, es mucho trabajo para los dos.

Entonces yo vendré a dormir aquí, si te parece bien. Y el domingo por la noche a casa, el lunes lo pasarás con el niño ¿Quieres que lo hagamos así? Mientras buscan sustituta, cómo si fuéramos novios.

De acuerdo, me visto y vamos a ver al niño. Me muero de ganas. ¿Y si no me quiere? No me conoce. Lo que he hecho está muy mal hacérselo a un hijo. ¿Y si no me perdona? Mi madre, con todo lo que era, no me dejó nunca, pagaba el colegio y venía a verme. Muchas veces, no tenía bastante para comer, pero el pago del colegio y la visita nunca me faltó

Seguro que te querrá y, Pepa, por favor, que el niño es pequeño, no tiene nada que perdonarte; no sabe, ni tiene por qué saber.

No, de eso nada, cuando sea mayor se lo explicaré. Los secretos no son buenos, son como las mentiras, no las soporto.

Cuando quieras nos vamos.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios: