12 septiembre 2010

CUÉNTAMELO CAPÍTULO 2

En el capítulo anterior hemos conocido a Serafín y su intención de casarse. Lo cual es un problema para él, no tiene novia. Ha decidido llamar a un programa de la radio para que le ayuden en su objetivo.
CAPÍTULO 2

... Aquel día, estaba más nervioso de lo habitual, de buena mañana le fue dando vueltas, dándose ánimos.

“De hoy no pasa, hoy llamo.”

Cada poco lo repetía, así que cuando llegó la hora del programa, se preparó el teléfono y marcó, sin pensarlo más.

—Hola, soy Olvido, cuéntamelo, ¿cómo te llamas?

—Bueno, hola.

—Bien, hola, dime tu nombre.

—Bueno.

—De acuerdo, no quieres darme tu nombre, no importa, te llamaré “Secreto”.

—No, yo... soy, Bueno.

—Vale, vale, no te preocupes. Bien, amigo Secreto, dime, ¿qué problema tienes?

Serafín no quiso perder más tiempo en aclarar que su apellido era, Bueno. Y planteó el problema.

—Quiero casarme.

—Estupenda decisión, ¿cuántos años tienes?

—Cuarenta y dos, esos tengo.

—Pues ya es hora. Y, ¿cuál es el problema?

—No tengo con quien.

—¿Quieres decir que no tienes novia?

—Eso mismo.

—Pero, conoces a alguien que te interesa y, no te atreves a decirle, ¿es eso?

—No, no tengo.

—Ya, pero hay una chica que te gusta, ¿cómo se llama?

—No, no tengo.

—Vamos a ver, quieres a alguien o te gusta y, ¿qué ocurre, está casada?

—No, no tengo, eso que digo, que no tengo. No está casada ni soltera, no tengo.

—No tienes, pero conoces, alguna habrá que conozcas y te guste, ¿hay una en particular?

—Ni particular ni nada, no tengo, ni conozco.

Serafín, estaba cada vez más nervioso, la señora Olvido, no entendía nada, estaba a punto de colgar. Había levantado la voz, con lo cual se agudizaba su tono aún más.

—Bien, creo que ya lo he entendido, quieres casarte pero no tienes con quién ¿Es así?

—Sí, eso es.

Por fin, aquella mujer que parecía entender y resolver todo, lo había entendido.

—Bien, amigo Secreto, entonces tenemos un problema. Hay que buscar una chica. ¿Es eso lo que quieres?

—Sí, eso.

—Y, dime, ¿cómo es la mujer de tus sueños?

—No, no tengo.

—Sí, ya lo sé, pero dime, ¿cómo te gustaría que fuera?

—Mujer.

Olvido Buendía respiró hondo, tuvo el presentimiento de que la noche iba a ser larga y pesada. Le desagradaba la voz que escuchaba, no le causaba buenas vibraciones. Pensó si le estaría tomando el pelo. Recordó, aquella actuación de, Martes y Trece, parodiando a la famosa locutora Encarna, con un programa similar al suyo. Fuera cual fuera la pregunta, la respuesta siempre giraba alrededor de la palabra “empanadilla” arriba y abajo, repitiendo una y otra vez lo mismo. El “no, no tengo” del susodicho, Secreto, le daba la impresión de ser lo mismo Y comenzó a ponerse furiosa. Por otro lado, algo tenía aquella forma de hablar, que le impulsó a controlarse y continuar. Siempre tenía la opción de cortar sin más, así que dulcificó cuanto pudo su voz y, siguió.

—¿Quieres que sea de una edad determinada?

—Más vieja que yo, no. Que esté para parir.

Olvido sintió como una corriente eléctrica por todo su cuerpo, la conversación tomaba otro cariz. Ya no creyó que fuera broma, podría incluso ser muy interesante, aquello no tenía desperdicio. Se arrellanó en el asiento, bebió agua y, encendió un cigarrillo tras frotarse las manos.

—Amigo Secreto, quieres casarte y tener hijos, me parece maravilloso. ¿Has tenido novia alguna vez?

—No, no he tenido.

—¿Alguna amiga más especial?

—No, no he tenido.

—¿Con cuántas mujeres has mantenido relación?

—No, no he mantenido.

Olvido hizo gestos a sus colaboradores, que llevaban rato ahogando la risa. Un mirlo blanco, al parecer eso era, Secreto, el interés creció. Cómo era posible, con cuarenta y dos años y ya en el siglo veintiuno.

—Dime, Secreto, ¿no te gustan las mujeres?

—No sé.

—¡Cómo que no sabes!

—Eso, no lo sé.

Olvido decidió profundizar, era todo un reto para ella conocer al personaje que hablaba de forma tan peculiar.

—¿Sientes deseo sexual físicamente, tienes algún problema?

—No, sí, digo, que sí, que sí tengo ganas.

—Vale, ya tenemos algo.

Hizo un gesto, para que prestaran todos atención a la posible respuesta.

—Dime, ¿cómo te lo haces?

—¿Mande?

—Digo que, cómo te apañas ahora, cómo te desahogas, ¿me entiendes?

—Sí, sí claro, pues eso, con las ovejas, como todos.

La risa invadía el locutorio. Olvido, encendió otro cigarrillo y pidió un café.

—Y, ¿te gusta hacerlo así?

—Sí.

—¿Te gusta, o es porque no tienes otra cosa?

—No sé, es lo que hay.

—¿Te sientes satisfecho de esa manera, te sientes bien?

—Me descargo, eso hago.

Olvido guiñó un ojo a su desternillado público.

—A las ovejas, ¿les gusta?

—No sé.

—Bien y, ahora, qué ocurre, tienes necesidad de estar con una mujer, antes no la tenías y, ¿ahora sí?

—No, no tengo.

—Pero me has dicho que quieres casarte, tener hijos, eso es porque lo quieres, lo necesitas.

—Las ovejas no paren con lo mío, hace falta una mujer.

—Entonces, ¿no sientes deseo de estar con una mujer?

—No, no tengo, para qué.

—Hombre, es muy diferente a una oveja.

—Ya.

—¿No sientes curiosidad?

—No, no tengo.

—Pero quieres tener hijos.

—Uno, con uno ya me vale.

—¿Y para qué quieres un hijo?

—Para lo del testamento.

—¿Cómo?

—Eso que digo, para lo del testamento.

—No te entiendo, ¿me lo puedes explicar?

—Eso, mi padre me dejó en testamento las tierras y todo lo demás; tengo tengo que tener un hijo para lo del testamento.

—Un heredero, ¿es eso lo que quieres?

—Sí, eso.

—Pero podrías adoptar un niño o una niña.

—Eso no sirve, tiene que ser de uno, un varón; ya sabe, por lo de la tierra y lo demás.

—Bueno...

—Diga.

—Debes de pensar, que para casarte es conveniente sentir algo de afecto o, que te guste la persona y a la inversa.

—¿Por qué?

—Hombre, es lo conveniente, una mujer no es una oveja que la coges, lo haces y, la dejas.

—Ya.

—¿Qué harías una vez casado?

—Pues eso, descargarme y esperar, a ver si estaba preñada.

Olvido abrió los ojos de par en par, haciendo gestos con los brazos a su equipo.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios: