02 septiembre 2010

SALIR A HOMBROS


Tañen las campanas con dolor que parece propio siendo ajeno.




El cielo, muy encapotado, desliza su llanto con finura, con esa liviandad que no obliga a cubrirse y, sin embargo, va empapando el cuerpo templando el ánimo de los que acuden acelerados, pues ya son las cinco y, el finado, está presente en lugar preferente en la iglesia del pueblo. Como corresponde a la despedida del que se va para siempre. Y es el cielo el que llora, por suplir la ausencia de llantos de los escasos asistentes.

No importa si fue bueno o malo. Tampoco si amó o le amaron. Saldrá a hombros de la iglesia, cual torero triunfante sale de la plaza. Y es a las cinco de la tarde su homenaje, al igual que la corrida. Mas no fue diestro en nada, ni valiente. Tampoco brilló por su porte ni salió triunfador en lance alguno. Pero saldrá a hombros de la iglesia con los pies por delante. Sonando en su marcha, no clarines ni pasodobles, pero sí el lamento de las campanas que en su honor el dolor tañen. Como si fuese cierto que su muerte les importa.

Y, él, el extinto, protagonista por una vez en su vida, porque la verdad es que nunca le importó a nadie. Sentirá un cierto orgullo de ser figura, cual torero, a las cinco de la tarde.

Muere agosto. Pero nace septiembre y aún podemos hacer vacaciones. A los que ya las agotaron les recomiendo que lo celebren, señal de que tienen trabajo, estudio o quehaceres.

Por el muerto del relato, no preocuparos, es solo cuento. Aunque es cierto, que en ese acto, muchos a hombros salen y, aunque no lo merezcan, van triunfantes con los pies por delante.

Buenas noches golondrineros, hoy el humor me ha salido negro. Sed felices.

(La foto es del blog La Toscana)


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