30 septiembre 2010

CUÉNTAMELO, CAPÍTULO 9

En el capítulo anterior, Pepa, está intentando acoplarse a su nueva vida. Quiere pintar la casa, ver algo de color en ella. La inactividad la desquicia, y también Serafín, con su forma de ser. Pero ella está empeñada en mejorarlo todo, y algo va consiguiendo.


CAPÍTULO 9


Aunque la vida sigue igual, salvo en que ahora, Pepa, pasa el día pintando. Y las noches que “toca” son cada vez mejores. A pesar de lo cansada que llega a la cama, ya que trabaja tantas horas como Serafín fuera de la casa.

Lleva unos días vomitando el desayuno.

Hoy le ha pedido a Remigia que le ayude a mover los muebles, está pintando la habitación. Tienen que parar a mitad de arrastrar el armario. Vuelve a vomitar.

No sé qué me pasa, debe ser la pintura que me revuelve el estómago.

Lo que le pasa es que está preñada, tiene cara de preñada.

¿Qué tengo cara de preñada? Ya, aquí las preñadas tienen una cara especial, de huevo podrido, o algo así. Pues en Madrid te aseguro que no, solo al ir a parir se les pone cara de sapo o parecido. No tengo ninguna falta, espero que ocurra, pero de momento no lo estoy. Mañana no me hagas migas, pan con aceite y el café con leche, a ver si me sienta mejor.

Media tarde, está duchándose. Cuando sale, Serafín está esperándola.

Hola, no te he oído llegar, has terminado muy pronto hoy ¿Pasa algo?

No me has dicho que estás preñada.

¿Cómo, quién te ha dicho eso?

Remigia, no he ido a trabajar esta tarde, me he acercado a La Gineta a buscar un pintor. Mañana vendrán, no vas a seguir pintando estando preñada. Tenias que haberme dicho que estabas vomitando.

No estoy preñada, ella se ha empeñado en que sí, pero no lo estoy, dice que tengo cara de eso. Además, aunque fuera así, eso no me convierte en una enferma, puedo seguir pintando.

Si Remigia dice que estás preñada, es que lo estás, así es, ella entiende. Y no seguirás pintando, mandarás a quien pinte. Tú no pintarás, y te sales fuera, no estés oliendo. A lo mejor los olores no te van bien. Esto no hay que discutirlo, Pepa, lo mando yo así y así se hace. Y sal de este cuarto, dormiremos en el otro, hasta que estén secas las paredes.

Un momento, menos ordeno y mando; que eso no se lo aguanto yo a nadie. Primero tendré que saber si estoy preñada.

Lo estés o no, no pintarás, no te sienta bien. Los pintores vendrán mañana.

Pero, bueno...

Así me llamo, ni una palabra más, Pepa. Y, vístete que vas a coger frío. Voy a dar una vuelta por la pocilga, vuelvo para la cena. Están cargando una partida y quiero controlarlo.

Ella entiende, pero de qué va a entender, están todos locos, el muy..., ¡qué mierda! Ni me sale cómo llamarle. Ah, y se pone hasta chulo, pues va listo conmigo. Hoy toca, pues mira, hoy no toca, que se joda. Con lo bien que me lo paso yo, dándole vida a esta casa, que hasta repele mirarla.”

No se acerca por la cocina, por no armarle una a Remigia. Irle con ese cuento a Serafín.

Para lo poco que hablan, esta vez se han pasado todos”

Durante la cena, ni una palabra, ninguno de los dos. Nada más entrar en la habitación se lo dice.

Hoy toca, pero no me da la gana a mí de que me toques. Así que ya puedes ir apañándote solo o, te vas con tus ovejas, si no puedes aguantar.

Serafín no contesta, se mete en la cama cuando ella lo hace, apaga la luz y dice.

Buenas noches.

Pepa no duerme, él tampoco, pero está quieto. Ella, en cambio, no para de dar vueltas, la cabeza le estalla. Ya casi amanece, una levísima claridad va penetrando en la estancia.

Es capaz de irse con las ovejas en cuanto se levante y, eso sí que no. Ya llevaría mal que se lo hiciera con otra, pero que me sustituya con una oveja, no se lo pienso permitir. Pero, ¿por qué no duerme? Me pone nerviosa, toda la noche tiene los ojos abiertos, y parece que ni respira. El caso es, que castigándole a él, me castigo yo. Porque mira que le tengo ganas, con lo feo que es el condenado y lo a gusto que me deja. Esto es una gilipollez, la mala noche que estoy pasando, estoy idiota perdida. Si se levanta se irá con las ovejas. Necesitará descargarse, no he escuchado a nadie decirlo así. Es que es raro hasta para eso, o en eso es, en lo que es más raro. Yo no aguanto más, me siento tan bien cuando lo hacemos y, ahora estoy que estallo. A ver cómo me responde, a lo mejor está muy enfadado y no quiere. Tendré que esmerarme.”

Pepa se pega a Serafín, va despacio tanteándolo, acariciándolo.

Él quieto, vuelve la cara hacia ella, la mira. Y, Pepa siente, lo que hasta ese momento no ha sentido. Unas ganas locas de besarlo. Lo hace y, los dos enloquecen, como no lo habían hecho antes.

Las migas se han enfriado, la tostada con aceite se ha quedado dura. Remigia entra y sale del comedor, sin saber si retirarlo todo o dejarlo. Va rezongando en su recorrido.

Está preñada, ella dirá lo que quiera, para eso es el ama, pero está preñada. Seguro que está con la vomitera, de no ser así, el amo ya se habría ido a la faena.”

No está con la vomitera, está pasando un dedo por el bigotito de su marido, que sonríe plácidamente, sin disparar palabra. Ni una ha dicho, pero hacer, ha hecho todo lo que ha podido. Y Pepa está que no cabe en sí.

Mira que eres feo, no sé cómo puedes gustarme, con lo feo que eres, pero me gustas a reventar. Y el caso es que, aún no sé muy bien por qué me gustas tanto ¿Besabas a las ovejas?

No, eso no.

¿Y has besado antes a alguien?

En la cara, a mi madre, a la familia, lo que toca.

Por supuesto, lo que toca. Pues ahora toca que todos los días me beses.

Bien, se hará lo que se tenga que hacer.

Espera un momento, yo no quiero lo que se tenga que hacer, si no quieres no lo hagas.

Eso digo, que se hará.

Serafín, lo que digo, es que lo hagas si te apetece.

Ya.

No me digas ya, dime si te apetece o no, pero no me digas ya, eso no significa nada.

Ya, pues eso.

Pepa se deja caer contra la almohada, levanta los brazos, como implorando al cielo.

Es inútil, contigo es todo inútil, no sé cómo pierdo el tiempo explicándote. No entiendes nada.

Él se inclina hacia ella.

Ya, es ya, eso es lo que digo, ya.

Pepa va a decir algo, pero no puede, Serafín la está besando apasionadamente.

Pepa suspira cuando la deja respirar, le acaricia el pelo muy despacio.

Ya, soy yo la que no entiendo, ¿verdad?

Tengo que ir a la faena y tú también, los pintores estarán al llegar, tienes que mandarles.

Ya, soy el ama, ¿no es eso?

Es lo que toca.

Ríen los dos, se levantan al tiempo.

CONTINUARÁ...

No hay comentarios: